Enlace Judío tuvo el gusto de recibir la visita de Raquel Bialik, antropóloga sociomédica. Pero…¿de qué trata ese oficio?

Raquel Bialik: Yo soy antropóloga, el título es de etnóloga, antropóloga social, pero mí especialidad es de antropología sociomédica. Un antropólogo sociomédico se dedica al puente entre el sector salud y la población receptora de cualquier programa, o sea explico a los médicos cómo vestirse, cómo hablar, cómo explicar una patología, dentro de la cultura y la terminología del receptor, que no les digan “la cefalgia del trigémino”, cuando quieren hablar de un dolor de cabeza y cuando le preguntan al paciente “¿Me entendió? O repítame lo que entendió”, le repite textualmente lo que el médico le dijo y el médico se queda pensando que el paciente le entendió porque está repitiendo las propias palabras del doctor; si uno le rasca un poquito, acaba interpretando según su propia realidad qué es lo que el médico le acaba de decir. A veces, un dolor de cabeza se dice de diferente manera en otro pueblo. Entonces lo que hace un antropólogo médico es acercar a ambas partes, al médico y al paciente para que tengan una cultura más o menos afín. Esto lo he estado haciendo en las instituciones de salud, en la Universidad en la Facultad de Medicina con mis textos y publicaciones, todo esto sirve para interpretar la parte médica de manera más racional.

Enlace Judío: ¿Has tenido que ir a varios pueblos de la República para entenderlos a la vez y poderles explicar?

RB: Así es, lo mío ha sido la antropología urbana y casada con hijos y con nietos; he viajado a muchas zonas marginadas, más que nada a través del Seguro Social que me ha contratado para hacer mi antropología médica en diferentes secciones de gobierno es donde yo me he desempeñado, pero básicamente en las zonas marginadas y también con los indígenas que ni siquiera hablan el español, donde la interpretación es muchos más puntual.

EJ: ¿Hablas varias lenguas indígenas?

RB: No ninguna, pero utilizo intérpretes. Sí hablo otros idiomas como el francés, el inglés, el idish y el hebreo, que en este medio en realidad no hacen falta, pero lo que si entiendo es que cualquier patología en cualquier situación humana, debe ser interpretada dentro de la cultura de la gente, cómo la viven, cómo la palpan, necesitamos conocer desde adentro cómo lo vive la gente.

EJ: Esto te ha acercado mucho a la realidad mexicana, te ha sacado de la burbuja en la que la gente de la comunidad a veces se encuentra atrapada.

RB: Si, la verdad es que así es, mucha gente piensa que no hay pobreza aquí en México, porque desde pequeños en el Colegio judío van a sus clases en el CDI, viajan y la realidad basta con cada esquina. Por supuesto que es necesaria la apertura, el conocimiento e involucrar a la gente. Vivimos en este país, muchos hemos nacido aquí, somos primera generación activa y ya tenemos hijos y nietos mexicanos. Lo mío es desde cada uno de los miembros de mi familia y desde cada uno de mis trabajos, abrir y hacer que la gente entienda a este país y apoyarlo.

EB: ¿Esto viene de herencia de tu papá, el señor León Bialik?

RB: Mi padre fue un migrante ruso, por cuestiones de la guerra y por cuestiones de supervivencia tuvo que abandonar Rusia y su pueblito, y desde muy chico, su familia trató de ir a los Estado Unidos. Algunos lo lograron, él fue detenido en Ellis Island y ya no pudo entrar a los Estado Unidos y termino viniendo a México, el país vecino. Acá le tocó vivir desde los 12 años, al principio no hablaba el idioma y empezó a crecer en este país y a apreciarlo, empezó vendiendo cosas en la calle y poco a poco fue haciéndose de algún poco dinero y junto con otros 4 socios trajeron la primera fábrica de encajes llamada “Fábrica de Encajes Mexicanos”. Importaron algunos técnicos de Francia, contrataron gente y los capacitaron y empezó a ser un industrial prominente, pero siempre con la necesidad de apoyar al país que lo acogió y que le permitió hacer su fortuna y compartir con la gente.

Él tuvo 4 hijas, estuvo casado con Pola Bialik. Mi padre falleció hace casi 20 años, se dedicó a hacer mucho trabajo comunitario y cada vez que podía aprovechar para apoyarlo lo hacía. Su fuerte fue de alguna manera introducir cambios de innovación tecnológica dentro del país, pero que ahorraran dinero la gente.

Por ejemplo, cada vez que viajaba pensaba en cómo ese país podría ahorrar agua, entonces llevaba algún gadget o alguna herramienta que permitiera ahorrar agua. Hacía colas en el INFONAVIT hasta que el director general lo recibía; podía así aportar lo que había traído y lo dejaba.

Nosotros crecimos con esa sensación de asistencia social y las 4 hijas nos la ingeniamos para generar algún tipo de asistencia: en mi caso por ejemplo Bikur Jolim por muchos años; o cada vez que me permitían con los marginados, hacer educación, tocar puertas porque tenía yo acceso y permiso desde el Presidente de la República hasta los afanadores de donde trabajaban, entonces el punto era hacerlo desde adentro; toda la vida estuvimos en esto.

Trabajando en la UNAM, a la muerte de mi padre, tan en la pérdida y en el dolor, se nos ocurrió iniciar un premio, el premio universitario León Bialik a la innovación tecnológica, pero no innovación tecnológica de cualquier tipo, sino de asistencia social. A su muerte en 1991, trabajé un año con el rector y con mi familia: se abrió un fideicomiso donde la familia aportamos la mitad del premio y la UNAM la otra mitad del premio.

Este premio no ha dejado de darse desde 1992. Se promueve a través de la prensa nacional, en La Jornada y en el periódico Reforma, se convoca a investigadores con diferentes proyectos dentro de la UNAM, pero pueden ser proyectos que ya están en boga o que apenas se van a llevar a cabo.

Ha tenido mucho éxito, motiva mucho a los investigadores a optar por este premio, pero porque se le da reconocimiento, un aval institucional, hay publicaciones al respecto, se da mucha promoción a nivel nacional y con el último, en noviembre del 2011, la XIII entrega del premio, porque a partir del 2008 se empezó a hacer cada tres años, con la presencia del Subsecretario de Energía, el Dr. Sergio Alcocer, el Director General del Instituto de Ingeniería, el Dr. Adalberto Nolasco, quien ha sido ganador del premio por dos ocasiones.

¿Y qué aportan estos proyectos? Tratan, por ejemplo, del tratamiento de aguas residuales, de evitar la contaminación, brindan un modelo de refrigerador portatil para zonas marginadas que utiliza celdas solares. …

Como el premio reconoce a una sola persona, se le da una amplia promoción y seguimiento al proyecto. El premio es otorgado por un jurado anónimo, multidisciplinario, el cual revisa todos los trabajos y adjudica el premio.

Jaim Najman Bialik, poeta e inductor del hebreo en Israel, es miembro de nuestra familia. A nombre de un judío mexicano apoyamos a una familia que está aportando al país; es un estímulo para la investigación con beneficio social: éste es el único premio que se otorga a un proyecto de innovación social con beneficio social.

EJ: ¿Nos puedes contar un poco del lado íntimo de tu papá, sus travesuras…?

RB: Además de sus travesuras, no se puede aislar a mi padre de su forma de ser, de su sonrisa… En su lápida, lo primero que se dice de mi papá es acerca de su sonrisa que siempre estaba presente. Para él las clases sociales no existían, le encantaba jugar rayuela y apostaba, pero apostaba contra el bolero, o contra el que vendía taquitos o tamales.

De pequeño, era muy travieso: le encantaba correr y romper vidrios, se escondía. Su mamá, quien era una mujer de pocos recursos, tenía que dar la cara y pagar sus vidrios rotos y enseñarle al hijo que eso no se hace. Esta parte obviamente no la conocimos, era su infancia, pero esa jovialidad la jaló toda la vida.

Era muy musical, eso lo aprendimos en casa, toda la vida hubo piano, acordeón, inducción a vivir la música, siempre fuimos parte de coros, dimos conciertos en el Eishel cantando lo que a los viejitos les gustaba, y bueno, todo eso era mi papá. Al cabo de la memoria, yo digo que era un campesino porque sembró esa semilla de amor y de asistencia social al prójimo.

EJ: Y al pueblo de México.

RB: Así es, muchas gracias.