SALOMÓN LEWY

Una de mis canciones favoritas, “Days are Numbers”, lo dice todo en el título. El calendario gregoriano marca días, meses y años – como el hebreo, el chino, el maya y muchos otros – pero en nuestra Diáspora nos sumergimos en los rituales y, como las obras musicales, en las pautas, acordes y silencios incluidos. El medio hace al individuo.

Los nostálgicos voltean hacia atrás para hacer resúmenes mentales de “lo que fue”, así como los indeterminados ruegan por un futuro, asaz incierto, pensando en mejora, realización, propósitos, anhelos.

Quienes decimos que “hay que vivir el día” nos vemos contagiados por unos y otros. Tratamos de hacer acopio de memoria y concluimos que tanto satisfacciones como sinsabores quedaron atrás y que, francamente, ahí que queden. Unas, por no poder regodearse en ellas, y los otros, porque no valen la pena. A ambos les restamos importancia. ¡Tenemos tanto por vivir!

Partimos del hoy y aquí. ‘¿Cómo estás, cómo te sientes, cómo está tu esposa? Y tus hijos, tus amigos – los recientes y los de siempre -¿están bien? Todos aquellos que forman el hermoso marco de tus relaciones – colegas, editores, directores de instituciones académicas, médicos que te salvaron la vida, gente que te arropó cuando lo necesitaste – ¿cómo están? Tus mejores deseos y agradecimiento para todos ellos. D-os los guarde muchos, todos los años.

Y tu Pueblo ¿qué? ¿No vas a echarle una ojeada a su condición? Sabes muy bien tu pertenencia, tu identificación con todos, aún sabiendo de los extremos de que son capaces. No puedes – ni quieres – sustraerte de esa atmósfera de orgullo, conflicto y defensa en la que has vivido y has compartido desde que te sentiste parte de él, ya fuese en Israel o en la Diáspora’.

Y ya que estás en esas: ¿Qué deseas, qué quieres para ellos?

Para ese recinto, sagrado para muchos e insignificante pedacito de mundo para otros, deseo firmeza de convicciones, energía de ideas y solidez en sus batallas, que mucho las necesita. Deseo que, a pesar de sus diferencias ideológicas, religiosas y políticas, recuerde que es faro de luz y orgullo para este atribulado conjunto de judíos de aquí y de allá. Que mis hijos y nietos que viven en Israel la más extraordinaria realización en milenios de un pueblo que ha perdurado, que ha resurgido de las cenizas, de los intentos de aniquilamiento por siglos, continúen la edificación de un hogar nacional, ejemplo envidiado por tantos.

Deseo que se respeten unos a otros – diferencias ideológicas aparte – para ser respetados por todo el mundo, aunque sea desde una posición de fuerza política y militar, y especialmente, deseo regresar, como siempre, a convivir con esos aguerridos e incontrastables israelíes que lo mismo te abrazan como te agreden con su actitud, y deseo ver a mis muchachos y visitar la tumba de mi madre. ¡No es demasiado pedir!

Y para la parte de tu Pueblo que vive en México:¿Qué deseas?
“Como buen judío”, deseo Salud y Paz. El México que recibió a nuestros padres es el mismo bendito país que nos ha permitido que colaboremos en su desarrollo según nuestras modestas posibilidades. Es el lugar donde pude estudiar, trabajar, ver a mis hijos nacer hasta convertirse en gente de bien, tener una vida en la que el premio está en el esfuerzo, donde la libertad se respira a cada paso. Es en este país –mío a todas luces – donde una parte de mi Pueblo puede pensar con ambos hemisferios, donde hay de todo para todos: escuelas, sinagogas, centros comunitarios, un centro deportivo y social que es ejemplo mundial, publicaciones, editoriales – libertad de prensa y opinión -, organismos representativos sólidos y prestigiados, etc.

Para todos “los míos”, de aquí y de allá, sólo un deseo más: que seamos, que continuemos siendo solidarios unos con otros. Sí, ya sé que tenemos diferencias. Las he visto a lo largo de mi vida, pero también he sido testigo de cómo hemos ido superándolas. No voy a referirme a ellas. Todos las conocemos.

Sigamos construyendo. Tenemos los recursos intelectuales y el ánimo para continuar. Hoy, gracias a D-os, estamos bien.