DAVID HOROWITZ/LIBERTAD DIGITAL

La pasada primavera pronuncié una conferencia en el Brooklyn College. Conferencia que trató de sabotear un notable contingente del Club Palestino de dicha institución: unas 50 personas por lo menos, todas ellas árabes que decían ser palestinas.

En mi exposición aludí al culto palestino a la muerte, a su admiración por Hitler, a su determinación de borrar el Estado judío del mapa, a su afán de matar judíos aun a costa de la muerte de los propios niños palestinos. Dije que se trata de una cultura “muy, muy enferma”. Pero cuando los miembros del sedicente Club Palestino se me encararon, lo que me espetaron fue: “¿Por qué quiere usted linchar a todos los musulmanes?”. Lo cual no sonó demasiado nacionalista, que digamos. (El vídeo está colgado en YouTube, para el que quiera echarle un vistazo).

Las pruebas que sostienen la afirmación de que los palestinos son una ficción política de un movimiento cuyo aglutinante es la destrucción del Estado judío y la expulsión de los judíos son más que circunstanciales. En el año 1948 el 80% del denominado Mandato de Palestina quedó en manos de la minoría hachemita que aún hoy gobierna ese territorio, Jordania. Los judíos recibieron la mitad del 20 por ciento restante, y los árabes la otra mitad.

Un movimiento nacionalista habría sin duda aceptado la partición y a continuación reclamado el 80% controlado por los hachemitas. Pues bien, no sucedió nada parecido. En lugar de eso, lo que sucedió fue que los Estados árabes, incluido el jordano, atacaron el Estado judío con la intención de destruirlo.

Esa contienda se saldó con la victoria de Israel (1949). Ahora bien, Egipto se anexionó Gaza y Jordania, la Margen Occidental (Cisjordania), es decir, el territorio que había sido ofrecido a los denominados palestinos y que estos habían rechazado. Nadie en el mundo árabe dijo una palabra a propósito de tal rechazo. ¿Por qué?

Porque la emergencia de un Estado palestino jamás formó parte de su agenda. Su agenda se centra en la destrucción del Estado judío y en la expulsión de los judíos de Oriente Medio –o, en su defecto, su absoluto sometimiento como odiada minoría–.

Hamás no es un movimiento nacionalista. Es una secta fanática que aspira al establecimiento de un imperio islámico en todo el Medio Oriente y al exterminio de los judíos. Lo dice en sus estatutos. ¿Tienen algún reparo a este programa nazi Mahmud Abbás y los terroristas moderados de la Margen Occidental? Claro que no. La OLP ha afirmado públicamente que no va a reconocer Estado judío alguno, y que Palestina será un territorio libre de judíos, y ha formado una alianza con los nazis de Hamás

La agenda árabe en el Medio Oriente no es nacionalista –el nacionalismo salió de escena con el vil dictador Gamal Abdel Naser–; lo que les mueve es el islam, un credo cuyo profeta llama al exterminio de los judíos y cuyos líderes llaman a los árabes a terminar la labor iniciada por Hitler.