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Al margen de la diplomacia, y a falta de buenas opciones militares como los fulminantes ataques realizados por la aviación de Israel contra Irak en 1981 o Siria en 2007, la lucha directa contra las inquietantes ambiciones nucleares de Irán se está librando sin banderas, fuerzas convencionales o comunicados oficiales.

En la jerga de los servicios de inteligencia, los esfuerzos multiplicados contra el programa nuclear de Teherán son clásicos ejemplos de «covert actions». Es decir, acciones furtivas que a través de sabotajes, asesinatos selectivos y mucho espionaje intentan por lo menos ralentizar lo que se considera como el desafío estratégico más peligroso para el mundo. Sin que existan muchas dudas entre toda clase de especialistas a ambos lados del Atlántico sobre el liderazgo de Israel —el país que se siente más amenazado por un Irán nuclear— en esta no declarada guerra pero con hostilidades muy poco disimuladas.

Asesinatos selectivos. Desde 2007, un total de cinco científicos o ingenieros de Irán vinculados al programa nuclear de los ayatolás han perdido la vida en atentados perpetrados con total impunidad. Durante atascos en hora punta, motoristas adhieren magnéticamente pequeños pero efectivos artefactos explosivos en los vehículos de los funcionarios a eliminar. El último ataque letal de este tipo tuvo lugar el 11 de enero contra Mostafa Ahmadi Roshan, identificado como responsable de adquisiciones de la planta de Natanz, en la provincia de Isfahan, donde Irán se dedica a enriquecer uranio. Se da la circunstancia de que el único superviviente de este tipo de atentados, Fereydoon Abbasi, ahora dirige la agencia de la energía atómica iraní.

Ciberataques. Se supone que Estados Unidos e Israel vienen colaborando, sobre todo desde el segundo mandato del presidente George W. Bush, para poner zancadillas informáticas al programa nuclear de Irán. La operación más conocida en este frente digital habría sido la infiltración en 2009 del gusano Stuxnet en los sistemas de Natanz dedicados a controlar las centrifugadoras utilizadas para enriquecer uranio. Algunas estimaciones atribuyen a Stuxnet la habilidad de haber dejado fuera de juego una quinta parte de las estimadas 8.000 centrifugadoras de Irán, con el consiguiente retraso en el reto tecnológico de purificar uranio hasta el nivel requerido para construir armas nucleares.

Espionaje. La campaña contra el programa nuclear de Irán abarca un continuado empeño para hacerse con sus secretos e infiltrarse entre sus filas. Esto incluye, por ejemplo, la activa búsqueda de técnicos a los que se le pueda tentar con un exilio dorado a cambio de información. Tal y como quedó en evidencia cuando hace un par de años el científico nuclear Shahram Amiri denunció desde Estados Unidos que había sido secuestrado por la CIA y que deseaba retornar a Irán. Sin olvidar la todavía no explicada desaparición de Ali-Reza Asgari, alto cargo del Ministerio de Defensa de Irán, durante una visita a Turquía en 2006.

Las agencias de inteligencia occidentales estarían también dedicando tiempo y dinero a infiltrarse entre los suministradores utilizados por Irán para adquirir componentes en el mercado internacional. Un esfuerzo encaminado a introducir piezas o materiales defectuosos.

«Accidentes». Junto a las ambiciones nucleares de Irán, otro objetivo seguido con especial preocupación es todo lo referente a los esfuerzos del régimen de Teherán para desarrollar misiles cada vez más sofisticados. El pasado 12 de noviembre, una sospechosa y masiva explosión en una base de misiles de Irán, cerca de la localidad de Bid Kaneh, se cobró la vida de 17 guardias de la revolución. Entre los muertos figuraba el general Hassan Moghaddam, considerado como el «arquitecto» del programa iraní de misiles.

Un siniestro similar ocurrió en octubre de 2010 en otra base cerca de la ciudad Khorramabad. En ambas instalaciones se venía trabajando en el desarrollo de misiles Shahab-3, con capacidad suficiente como para alcanzar Israel. Con el agravante de que el Organismo Internacional de la Energía Atómica atribuye a Irán el empeño tecnológico de incorporar cargas nucleares en esos misiles con un alcance de casi 2.000 kilómetros.

Los inspectores llaman a la puerta
Una delegación del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) está realizando una visita de tres días a Irán para esclarecer «cuestiones importantes». El grupo se encuentra encabezado por su inspector jefe, el belga Herman Nackaerts, aunque no está claro si se les piensa facilitar el acceso instalaciones nucleares de la república islámica. La diplomacia de Irán ha denunciado en Nueva York que los responsables del reciente asesinato del científico Ahmadi Roshan podrían haber utilizado informaciones obtenidas a través de la ONU. Con mención específica a las entrevistas realizadas por los inspectores internacionales con científicos nucleares iraníes.