CLARA SCHERER EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Clara Scherer estuvo en APEIM (Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas de México), invitada por su presidenta May Samra. El tema: “Mujeres en política”. Es un orgullo para Enlace Judío publicar la ponencia de Clara, quien participa en el proyecto SUMA, transformando para la igualdad, resultado de una Convocatoria que hizo UNIFEM (hoy, ONUMUJERES) a nivel mundial, estableciendo un Fondo para la Igualdad de Género, en octubre de 2009. El propósito de SUMA es fortalecer la presencia de mujeres en cargos de toma de decisiones y acaba de obtener una victoria política en los tribunales.

La participación política de las mujeres es indispensable en el nuevo milenio. y lo más extraño, es que aún en los albores de la era de la globalización, del internet y de la dificultosa incorporación en los planes de desarrollo mundiales de una ecología sustentable, los seres humanos padecemos de una imperdonable confusión.
Empecemos con las cinco razones de peso para que las mujeres participen en la determinación de leyes y presupuestos de una comunidad:

Primera: las mujeres podemos y debemos participar en política porque somos seres humanos. razón más que suficiente, según el saber popular.

Segunda: las mujeres tenemos, por ser seres humanos, derecho a todos los derechos. incluidos, por supuesto, los políticos. razón más que pura, diría Inmanuel Kant.

Tercera: las mujeres tenemos, por historia y biografía, perspectivas diferentes a las de los

hombres; en casi todos los asuntos. debemos ser escuchadas y tomadas en cuenta. razón más que urgente, vital e histórica, como nos enseña José Ortega y Gasset.

Cuarta: las mexicanas aportamos el 22% al producto interno bruto, más que lo que aporta el petróleo o la manufactura. esto lo hacemos con el trabajo llamado “invisible”(¿por qué será?), razón más que inquietante y además, pragmática, al tenor de las palabras de Eduardo Nicol.

Quinta: la cohesión social, tan necesaria para la gobernabilidad, está basada en el eterno tejer de las mujeres. Razón más que práctica y que apela a la que María Zambrano -esa maravillosa filósofa española-denominó como razón poética.

Si esto es así, entonces es absurdo estar preguntando si las mujeres debemos o no participar en la política. Por supuesto que tenemos la obligación de hacerlo, especialmente en estos tiempos turbulentos.

¿Qué gana la política con la participación de las mujeres? Si esta pregunta la hacemos inviertiendo algunos términos y nos interrogamos sobre ¿qué ha ganado la política con la participación de los hombres?
nuestra respuesta hoy, en México, sería que tras los doscientos años de independencia…. hemos ganado muy poco, y perdido mucho, en términos de vidas humanas. Quizás ha llegado la hora de intentar otras soluciones.

¿Que si México está preparado para que lo gobiernen mujeres? Yo quisiera saber cuándo nos preguntamos si estábamos preparados para que nos gobernara un alto, un romántico, un pelirrojo, o un astronauta. preguntas absolutamente intrascendentes para la labor que suponemos, debe desempeñar quien ocupa un puesto de toma de decisiones.
Para el desempeño laboral en cualquier área, lo importante son las capacidades, y por más que se han afanado, desde hace siglos, numerosos científicos intentando demostrar las diferencias entre mujeres y hombres, la realidad se ha encargado de desmentirlos categóricamente. Somos igualmente capaces.

La desigualdad en el acceso a la educación ocasionaba las pocas luces para analizar y enfrentar con éxito la realidad a la mayoría femenina. iguales quiere decir iguales: buenas, malas, gordas, flacas, listas y no tanto, así como lo hombres.
Después de estas pruebas contundentes, hay que aprender y tener claro que las diferencias no deben ser traducidas como desigualdades, como ha sucedido hasta la fecha.
¿Qué queremos decir? Esta pregunta implica la necesidad de hacer una demostración matemática, por ser ciencia exacta. Para ello, haremos uso de un principio elemental, que se nos enseña a todos en los
primeros años de escuela, por lo que es cosa sencilla de entender:
2+3=4+1.

El resultado o producto es igual, aunque sean diferentes los sumandos o componentes de la suma.
Así, somos iguales las mujeres y los hombres en derechos, aunque nuestras capacidades para la reproducción de la especie sean diferentes.
La sociedad ha traducido esa diferencia en desigualdad y con la puesta en marcha de diversos mecanismos para discriminar -a los que somos tan afectos-, nos hemos encargado de convertir a las mujeres en un “grupo vulnerable”, a pesar de ser mayoría poblacional, a pesar de sostener familias, a pesar de trabajar más horas diaramente que los hombres, a pesar de muchos otros pesares.
Sobre la duda inexplicable… Para aclararla, es indispensable hacer un ejercicio de memoria: casi todos sabemos que cuando corrían los años de la revolución francesa (1789) uno de los acontecimientos de la misma de mayor alcance histórico fue la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Tan enorme ha sido su impacto, que hoy todas las personas en cualquier país del mundo hacen suyo el reclamo.

Casi nadie sabe el nombre de una ilustradísima francesa, Olimpia de Guges, y menos, que se le ocurrió
la peregrina idea de publicar en la misma época (1789) la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, atrevimiento que le costó la vida en la guillotina (a manos de esos mismos revolucionarios).

Pasó el tiempo, y durante su lento transcurrir, muchas mujeres, en muy diversas partes del planeta y a través de distintas formas, continuaron persiguiendo sueños de igualdad.

En 1870, Susan Anthony, sufragista de estados unidos, interrogó al Congreso de su país: Señores, ante la negativa para que ejerzamos nuestros derechos políticos, les pregunto: ¿somos personas las mujeres?

Esa duda corroe aún la mente de muchas y muchos ciudadanos, no sólo en México, sino en aún una inumerable cantidad de latitudes de nuestro querido globo terrestre.

Ser persona significa simplemente poder tomar decisiones en la vida personal, laboral y política.
Hoy les pregunto a todos ustedes:

¿Somos personas las mujeres?

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