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Vergüenza y contricción. El Estado alemán se declaró “avergonzado” y pidió perdón por el fiasco contra el terrorismo neonazi revelado el año pasado.

En un acto solemne, junto a los familiares de las diez víctimas que el grupo “Clandestinidad Nacional-socialista” (NSU) asesinó impunemente a lo largo de seis años, la canciller Angela Merkel dirigió un minuto de silencio que fue seguido en empresas y oficinas.

“Os pido perdón”, dijo Merkel en un emotivo acto de fúnebre coreografía, escenificado en la Sala de Conciertos de Berlín, ante 1200 invitados y junto a diez velas encendidas que representaban a los caídos: ocho turcos, un griego y una mujer policía.

Merkel leyó los nombres de cada uno de ellos, asesinados entre los años 2000 y 2006 en seis ciudades alemanas. Casi todos eran pequeños comerciantes que fueron asesinados con disparos a quemarropa.

Durante diez años, la policía no sólo fue incapaz de encontrar a los culpables, sino que atribuyó a venganzas mafiosas lo que era acción del principal grupo terrorista registrado en el país desde los años ochenta.

Los asesinos grabaron los rostros desfigurados de sus víctimas en un vídeo y un grupo de rock neonazi compuso una canción sobre los asesinatos, que la prensa despachó trivialmente como “los asesinatos del Döner”, por esa especialidad turca muy popular en Alemania.

“Sólo unos pocos creyeron que tras los asesinatos pudieran estar terroristas de extrema derecha, las investigaciones se dirigieron hacia rastros mafiosos, de droga e incluso entre los familiares de las víctimas”, explicó Merkel, vestida de negro, y acompañada de las primeras autoridades del Estado.

“Algunos familiares han estado injustamente bajo sospecha durante años, lo que es lamentable, por eso les pido perdón”, dijo.

Las acciones del grupo NSU incluyeron por lo menos dos grandes atentados con bomba en barrios de emigrantes en Colonia, con decenas de heridos, y una larga serie de atracos.

Que el grupo, compuesto por dos hombres y una mujer, además de toda una serie de cómplices, según el estado actual de las investigaciones, actuara impunemente durante una década, con confidentes y miembros de la policía política (BfV), algunos de ellos con simpatías neonazis, rondando a su alrededor, ha reavivado la acusación de que las fuerzas de seguridad están, como se ha dicho, “ciegas del ojo derecho”.

El reproche evoca un fenómeno cuyas raíces arrancan en la posguerra, cuando al calor de la guerra fría, los cuerpos de seguridad y la judicatura se reconstruyeron con infinidad de cuadros nazis rehabilitados por su firme anticomunismo.

La indulgencia o ineficacia hacia los delitos de la extrema derecha, cotejada con el mayor celo hacia los radicales de izquierda, ha sido una constante histórica desde entonces y emerge crónicamente en una difusa continuidad burocrática.

El fin del grupo NSU fue extraño pues sus dos miembros masculinos, Uwe Mundlos y Uwe Böhnhardt, se suicidaron pegándose un tiro en el interior de una furgoneta que al mismo tiempo incendiaron, según la versión policial.

La tercera componente del grupo, Beate Zschäpe, hizo saltar por los aires la última vivienda de los terroristas destruyendo así muchas pruebas antes de entregarse a la policía.

En los últimos veinte años los neonazis han matado a 147 personas en Alemania, muchos más que los 34 muertos que produjo la célebre izquierdista “Banda Baader-Meinhof” entre su fundación en 1970 y su disolución en 1998, sin contar los 27 activistas que dejó por el camino en tiroteos con la policía y huelgas de hambre.

La saga neonazi afecta a familias emigrantes abrasadas en su residencia, africanos, asiáticos y turcos tiroteados o golpeados hasta la muerte en estaciones de metro, calles y pasos subterráneos, vagabundos, adolescentes, mujeres, ancianos, izquierdistas y policías.

A cuenta de los neonazis va el mayor atentado de la historia de la Alemania de posguerra, el de la Oktoberfest de Munich de 1980, con 13 muertos y 211 heridos, que según la versión oficial fue obra de un solitario.

La extrema derecha es el principal factor de terrorismo en el país, pero tanto los medios de comunicación como las declaraciones de las autoridades dan la impresión de que el principal peligro procede del radicalismo islamista, que no ha producido ningún gran atentado en Alemania, o del izquierdista.

Merkel prometió ayer aclarar los desmanes de NSU y apeló a “fortalecer la sociedad civil” contra la extrema derecha.

El día 9, el Bundestag levantó la inmunidad de dos diputados para que la fiscalía de Dresde pueda procesarlos por participar en una protesta antinazi. En Dresde hay 400 procesos en marcha contra personas que protestaron contra la manifestación nazi del 19 de febrero de 2011, que se celebra cada año en la ciudad.

La policía, que ha protegido como legítima “demostración de duelo” la manifestación neonazi, ha examinado un millón de datos de 50.000 personas para investigar a los antinazis que protestaron contra ella, lo que justificó una protesta del presidente del Consejo Central Judío.