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La historia de Evan Kaufmann, jugador de hockey hielo internacional por Alemania, es una de las más apasionantes del deporte actual. Cómo un judío norteamericano llegó a representar al país que masacró a sus antepasados.

“Es casi surrealista”, acierta a decir Evan Kaufmann, jugador del DEG Metro Stars de la liga alemana de hockey sobre hielo, sobre cómo él, un acomodado judío de Minnesota, ha llegado a internacional germano gracias a una ley para descendientes de los exterminados por los nazis.

Al bisabuelo de Kaufmann los nazis lo dejaron morir de hambre en un campo de concentración. Su bisabuela fue una más de las asesinadas en la cámara de gas. Su abuelo sobrevivió a campos de concentración y guetos, pero le amputaron una pierna.

Ahora, Kaufmann es internacional por Alemania. Ningún equipo de la NHL lo eligió en el draft, así que le llegó una oferta de donde menos lo esperaba: de un equipo de Dusseldorf, Alemania, la tierra de sus antepasados. Por su historia familiar recibió la nacionalidad express. En febrero debutaba con la selección.

“Es una locura pensar a lo que mi abuelo tuvo que sobrevivir para que yo pueda estar donde estoy hoy. Es un largo camino entre el suyo y el mío. Nunca olvidas, pero todo el mundo merece una segunda oportunidad. Muchos alemanes de hoy no tienen nada que ver con aquéllo. No voy a ir contra todo un país por lo que pasó. Nunca avanzas si no lo haces”, dice el jugador al ‘New York Times’.

Poco más de 100.000 judíos viven en Alemania, por más de medio millón antes de la llegada de los nazis. Un puñado de judíos ha representado al país en sus selecciones nacionales deportivas, pero Kaufmann es quien tiene una historia más marcada por el Holocausto.

“Es para estar contentos. Kaufmann muestra que los judíos en Alemania son ciudadanos normales que quieren tomar parte en todos los estamentos de la sociedad”, dice Dieter Graumann, presidente del Consejo Central de los Judíos en Alemania.

En el reportaje del NYT habla Patrick Reimer, un alemán compañero de equipo de Kaufmann, que reconoce que es el primer judío que conoció en su vida. También dice que le cuesta hablar con su compañero de la historia de su familia. “Hay una barrera mental. Los dos sabemos que nunca debió pasar, aunque fuera hace 70 años”.