CENTRO KEHILÁ
Faltan cuarenta minutos y se cumplirá el plazo para descartar todo el jametz remanente. ‘Secuestro’ a los niños, asigno habitaciones, escobas y aspiradoras. Corro frenéticamente hacia todos lados. Hay que guardar el jametz del desayuno. La mesa y las sillas necesitan una cepillada a fondo. Los trozos de pan que encontramos anoche durante la ‘búsqueda oficial del jametz’ tienen que ser acondicionados para luego quemarlos. Varias semanas de duro trabajo nos han traído hasta este momento. Hay tanto para hacer, tan poco tiempo y no queda otra opción que terminar la tarea.
Y, es en este momento, que por primera vez se me ocurre pensar: ¡Qué religión increíblemente sencilla! No lo digo en voz alta; de hacerlo recibiría miradas hostiles de todas las agotadas personas que están en la habitación. Seguramente piensen, “No puedo seguir haciendo esto, estamos locos, recuérdame que el año que viene me mude a la Antártida”. Mi cuerpo también está por colapsar, pero tengo este pensamiento en mi mente: No cabe duda, Él es un D-os muy inteligente.
Se están por cumplir los cuarenta minutos y nos reunimos alrededor del fuego para ver la última etapa del destierro del jametz de nuestros hogares, y recitar la plegaria para desterrar el jametz de nuestros corazones. Esta breve pausa permite comprender que estamos en el momento culminante de nuestros esfuerzos y en los ojos de mi familia brilla una luz que más que el reflejo de las agonizantes llamas.
A lo largo de todas las épocas de la existencia humana, el tema más frecuente ha sido el esfuerzo por la auto-superación. El verdadero camino para lograrla fue primeramente discutido por los antiguos filósofos y, en la actualidad, por los autores de los libros de auto-ayuda que componen la lista de los ‘best-sellers’. ¿Logramos ser mejores a través de la abnegación, sublimación o la rendición? ¿Deberíamos trabajar para rechazar, aceptar o transformar? Cada teoría, filosofía y teosofía presenta el camino para que te puedas alinear con su verdad, un programa de x pasos, siempre un proceso interno, un viaje interior que te llevará hasta tu óptimo ser interior.
Y también está el judaísmo, incambiado e invariable durante más de tres milenios, que enseña teoría, filosofía y caminos interiores, pero que exige acción. Pésaj representa poder liberar al alma de las cosas que la van congestionando y que se ponen en el camino de su brillantez. ¿Cómo podemos llegar a esta liberación? ¿Meditando acerca de ella? Por supuesto, también así. Pero, fundamentalmente a través del trabajo que estropea las manos y deja dolorida la espalda. El trabajo físico.
¿Cómo es que esta actividad reemplaza el viaje espiritual? No, no lo reemplaza. Extrae del cielo el viaje espiritual y lo hace real trayéndolo al mundo real. Puedo quedarme sentada durante horas, en un espíritu contemplativo pero, cuando todo ha sido dicho y hecho (o, más bien pensado) sé que voy a quedar esencialmente incambiada. Pero, es entonces que tomo una escoba física en mis manos y elimino el jametz de mi habitación, uso mis manos físicas para limpiar, uso mi cuerpo físico para realizar todo esto. Y, día tras día, siento que el jametz está siendo alejado de mi corazón.
La mañana antes de Pésaj, el fuego que veo en los ojos de quienes me rodea, es la luz del alma liberada.
Cuando observamos las llamas devorando nuestro jametz, vemos como se consume el jametz de nuestras almas. Cuando recitamos el kol jamira, la oración en la cual rechazamos todo el jametz, no pronunciamos una oración vacía. Ha sido ganada a través de semanas de sudor, se ha convertido en parte de nosotros.