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La carrera presidencial egipcia cada vez se parece más al guión de una telenovela en la que, a fuerza de dar giro tras giro en el discurrir de los episodios, el espectador queda completamente perdido. Tras el vuelco con el que la comisión electoral sorprendió a los egipcios el pasado sábado, descalificando a 10 candidatos, entre ellos los tres favoritos, los afectados confirmaron ayer que no piensan arrojar la toalla y que apelarán la decisión. La calle, dijo ayer Jairat el Shater, el malogrado aspirante de los Hermanos Musulmanes, sigue siendo un recurso «para completar la marcha de la revolución».

La Comisión Electoral Suprema egipcia ha dejado fuera de los comicios presidenciales por no cumplir con los requisitos técnicos a, entre otros, los dos principales aspirantes islamistas, Al Shater y el salafista Hazem Abu Ismail, pero también al exaliado de Mubarak, Omar Suleiman, o a Ayman Nur, el único hombre que desafió a Hosni Mubarak en unas elecciones presidenciales, lo que le costó tres años de cárcel. Esa condena, de la que ha sido perdonado por la junta militar, es la misma que le inhabilita ahora —el mismo caso de Al Shater— para concurrir a las elecciones.

Desde el anuncio de la decisión, los candidatos disponen de 48 horas para apelar. Abu Ismail, que ha sido descalificado porque su madre, ya fallecida, había tenido doble nacionalidad, egipcia y estadounidense, acusó a la comisión de «traición».

Calma tensa

Sus seguidores, que ya habían mostrado músculo el viernes en la plaza Tahrir en una manifestación multitudinaria, amenazaron con invadir las oficinas de la comisión electoral poco después de que ésta anunciara su veredicto, y el abogado del salafista, Nizar Ghorab, advirtió de que esperaba que la situación se convirtiera en una «grave crisis». La situación en la calle se ha mantenido, sin embargo, tranquila, aunque aún habrá que esperar el resultado de las apelaciones.

El veredicto del órgano electoral ha intensificado la sensación de que los comicios cada vez tienen menos credibilidad, sujetos a «caprichos» de última hora y candidatos sorpresa. La entrada en la carrera de Suleiman —antiguo jefe de los servicios secretos de Mubarak— dos días antes de que se cerrara el plazo para presentar candidaturas hizo sospechar a muchos de que se trataba del aspirante de la junta militar. Decenas de miles de islamistas salieron el pasado viernes a manifestarse en contra de su candidatura. Sin embargo, el hecho de que el exvicepresidente también haya sido excluido podría ser percibido como síntoma de independencia de la comisión electoral.

«No permitiremos que los enemigos de la revolución acaben con ella, incluso si tenemos que sacrificar miles de mártires de nuevo», dijo ayer Jairat al Shater en un comunicado publicado por la web de los Hermanos Musulmanes. La cofradía, que guardó silencio durante las manifestaciones contra la junta militar, ahora ha vuelto a rescatar —de forma oportunista, afirman sus críticos— los valores de la revolución. Desde que se instalara en el imaginario colectivo egipcio como verdad moral superior, no hay fuerza política o candidato que no utilice la revolución como justificación para cualquiera de sus acciones o políticas.

Tras el veredicto de la comisión electoral, los nuevos favoritos de la contienda presidencial son el exsecretario de la Liga Árabe, Amro Musa, Mohamed Mursi, el candidato de repuesto que presentaron los Hermanos Musulmanes y Abdelmoneim Abul Futuh, el islamista más moderado de todos los aspirantes, reformista y exmiembro de la cofradía.