LEÓN OPALIN PARA ENLACE JUDÍO

El anuncio del presidente del Comité Olímpico de Arabia Saudita en relación a que ese país no enviaría mujeres en su delegación deportiva a los próximos Juegos Olímpicos de Verano que se realizarán en Londres, Inglaterra, pone de manifiesto, una vez más, cómo en esa monarquía medioeval, en la que existe un régimen teocrático islámico, se siguen violando sistemáticamente los derechos humanos. Arabia Saudita es la cuna del Islam; allí nació el profeta Mahoma en el siglo VI, empero, también nació Bin Laden en 1957, “padre del extremismo terrorista islámico de finales del siglo XX y principios del XXI, fundador del movimiento Al Qaeda.

No obstante que el rey Abdalá de Arabia Saudita, anunció que las mujeres tendrán derecho a votar y ser elegidas en los comicios municipales del 2015; se mantienen privadas de sus derechos fundamentales, entre otros, la no autorización para conducir automóviles o de transitar solas por las calles. Las elecciones son calificadas en Occidente como una farsa democrática; sólo se han celebrado una vez en septiembre pasado, sin embargo, la mitad de los 285 escaños en juego, fueron designados por el gobierno.

En este contexto, destaca que la figura femenina ha sido vilipendiada y degradada por diferentes culturas y religiones; empero, quien lo ha hecho con mayor saña ha sido el Islam que ha impuesto severos códigos de conducta e inhumanas sanciones a la transgresión de sus leyes; no obstante, un número importante de prácticas discriminatorias, no sólo contra la mujer, sino contra otros grupos de la sociedad islámica no están consignadas en el Corán, el libro sagrado del Islam, sino que las autoridades musulmanas en diversos países las han incorporado por su cuenta como prácticas obligatorias, entre otras, el uso de la burka para cubrir la cabeza y el rostro de las mujeres con el propósito de “ocultar su belleza y no excitar a los hombres y no las agredan”; en este sentido, si una mujer no lleva la burka y es violada, bajo los principios fundamentalistas de Islam, se le considera culpable “por mostrar su belleza y provocar a los hombres”.

En la mayoría de las naciones islámicas o en las que se han establecido practicantes de esta fe en Europa, EUA, Canadá o Australia, principalmente, las mujeres no sólo enfrentan discriminación, sino situaciones de verdadera opresión. No tienen libertad de expresión ni de pensamiento, viven constantemente subvaloradas y condicionadas, incluso “no pueden leer o tocar el Corán”. En pleno siglo XXI aún persiste la poligamia entre los musulmanes, incluyendo los que viven en naciones Occidentales, en las que generalmente está prohibida; los hombres pueden casarse hasta cuatro veces.
La familia del hombre escoge al cónyuge, la cual puede ser una niña.

En este ámbito, si una mujer musulmana comete adulterio o actos de prostitución, el Corán la castiga con la lapidación; esta pena también se aplica a mujeres divorciadas que tienen relaciones sexuales. Asimismo, la lapidación es válida para una mujer que es violada y no puede presentar pruebas testimoniales de este hecho a través de cuatro testigos, que no sean parientes ni amigos.

Diferentes mujeres que vivieron sometidas a la barbarie del islamismo fundamentalista y que pudieron huir a Occidente han expresado públicamente sus reclamos y varias han organizado movimientos para apoyar la reivindicación de los derechos básicos de mujeres y hombres en el mundo del islamismo fundamentalista.

En este marco, sobresale que los imanes, el equivalente a los sacerdotes de otros credos, han sido un canal significativo para alentar la misoginia de los fieles islámicos. La periodista española, Pilar Rahola, especialista en temas islámicos, denunció en una carta al Abdesalam Laarusi, residente en España, expresándole que “en vez de ser vocero del odio y la maldad, debería ser el vocero de bondades, puente entre la espiritualidad y la humanidad; no utilizar el pulpito para usar a Dios con ideas diabólicas”. Asimismo, Rahola, en su reciente libro “La República Española del Islam; entre otros temas, describe ampliamente el papel que los imanes desempeñan en la radicalización de los practicantes musulmanes moderados.

Por otra parte, el ex primer ministro de Francia, Francois Leutard, en una carta abierta acusa a Mahmud Ahmadinejad, presidente de Irán, de violar los derechos humanos de su pueblo, señalando “que no tiene derecho de obligar a las mujeres de ocultar la cara tras el velo, de torturar a sus opositores, de encarcelar a los periodistas que lo contradicen, de conducir a la muerte a niños, de perseguir a sus minorías y de iniciar Guerras Santas contra los infieles”.

Un caso reciente del extremismo islámico se refiere al llamado del Gran Mufti de Arabia Saudita en abril pasado, para destruir todas las iglesias cristianas existentes en el Golfo Pérsico. Los fundamentalistas empiezan a infiltrarse a América Latina, por ello los gobiernos de la región tendrán que estar alertas.