PETER KATZ PARA ENLACE JUDÍO

Cristina Fernández, la presidenta electa de la Republica del Río de la Plata, está otra vez agitando las castañuelas del nacionalismo.

El nacionalismo en aquellas tierras, recuerda a la dictadura militar que abusó del poder, cuando el General Galtieri y sus secuaces, pisotearon la democracia y se encaminaron hacia una guerra con la Gran Bretaña. Eso apenas hace 30 años.

La guerra fue provocada por la posesión de un archipiélago de islas, conocidas como Las Malvinas, con el resultado de 693 muertos argentinos, que por cierto están enterrados en una de las islas. Hubo además 255 bajas británicas.

Desde luego, Cristina Fernández tiene muchas cosas qué hacer, muchos problemas qué resolver, pero un poco de nacionalismo, un poco de sueños guajiros, hacen buena política.

No solamente hubo que lamentar las bajas argentinas, si no que la flota de su majestad británica hundió el crucero argentino “General Belgrano”.

Los habitantes, los isleños de las Falkland, son súbditos de la misma Reina de Inglaterra, no por el resultado de una conquista, si no porque nacieron ahí, en territorio británico. Ni siquiera son latinoamericanos, son anglosajones de sangre, de aspecto y de cultura.

En el caso de una nueva guerra, el resultado será el mismo que en la anterior y no se ganará nada.

Se ve que el peronismo todavía impera en Argentina. Cualquier partido político que no lleve este adjetivo, no gana las elecciones.

El fantasma de Evita Perón, aparentemente, sigue muy presente.

A mí se me enchina la piel cuando recuerdo que gracias a la “Santa Alianza” entre Evita Perón y el Vaticano, escaparon de la Europa ensangrentada a Argentina, en 1945, treinta y dos mil criminales de Guerra, alemanes, austriacos, eslovenos, croatas, eslovacos y ucranianos. Bariloche se volvió alemana.

Por otro lado, Argentina fue un país maravilloso para más de 300 mil refugiados judíos que llegaron al Puerto de Buenos Aires y desde ahí se asentaron en las pampas de la provincia de “Entre Ríos” en 1890, a fines del siglo XIX.

Estos inmigrantes fueron convertidos en los primero “Gauchos judíos”. Sus descendientes viven hoy en el Río de la Plata.

Los vientos soplan, los del nacionalismo no solo soplan, si no que destruyen. Destruyen lo valioso y lo decente que existe en todo ser humano. No solo en Argentina, sino el cualquier parte del mundo.

Cuando regresaron, después de haber sido derrotados, algunos soldados argentinos fueron torturados por la dictadura militar, por desatinos en la conducción militar, en realidad atribuibles a los jefes del ejército.

Diariamente aparecen en la prensa argentina declaraciones de la Presidenta apelando al patriotismo de los argentinos.

Hace pocos días nacionalizó las instalaciones petroleras de la compañía española REPSOL, de la cual PEMEX es accionista.

Cristina Fernández presenció el levantamiento de una enorme bandera argentina en Tierra del Fuego, como la que tenemos desplegada en el Campo Marte, en la Ciudad de México, para demostrar la extensión del país.

Esta actitud me recuerda los excesos nacionalistas de Benito Mussolini en Roma, en los años 30 del siglo pasado. “Forza Italia, La Storia la Faccaiamo noi” y “Wir sind die geschichte”, “Die Juden sind unser unglueck” que Adolf Hitler vociferaba al inaugurar los Juegos Olímpicos en Berlín en 1936.

Los políticos gritan, los ejércitos desfilan, los Generales reciben medallas, pobre pueblo, que tiene que soportar todo esto.