LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

La carrera hacia los próximos comicios presidenciales ha llegado al climax de la ausencia de propuestas por parte de los candidatos de los diferentes partidos. La ciudadanía experimenta cansancio de las triviales campañas publicitarias que no logran estructurar perfiles sólidos de los contendientes. Los discursos no revelan planteamientos coherentes; se utiliza la descalificación como el eje de los pronunciamientos de los presidenciables y con ello han “empobrecido aún más a la política”.

En este contexto, destaca la pronunciada baja de Josefina Vázquez Mota en las preferencias de los electores potenciales, hecho que denota su inmadurez política y una conducción poco eficiente de su campaña. Por lo demás, Vázquez Mota no ha logrado desprenderse de la imagen del continuismo, de las fallidas políticas aplicadas por el Presidente Felipe Calderón; de quien han emanado las directrices de su campaña política.

La sociedad percibe que los candidatos plantean temas comunes en materia económica, política y social; empero, sus propuestas carecen de sustento. En este sentido, no logran superar los propósitos de un modelo de país ya agotado, basado en la estabilidad macroeconómica, sin considerar esquemas que, de una vez por todas, logren superar la crisis que se ha vivido por cuatro décadas; para lograr este objetivo no sólo se requiere instrumentar reformas estructurales; paralelamente resulta vital “detener al crimen organizado, la violencia y extirpar de raíz a la corrupción”; el propio Presidente Calderón reconoció en el marco del Foro Económico Mundial de América Latina, celebrado en Puerto Vallarta, Jalisco, en abril pasado, que el crimen organizado y el narco representan un Estado paralelo que le disputan a las instituciones el monopolio de la fuerza del Estado. Asimismo, consideró que junto al combate a la criminalidad es necesario construir instituciones más fuertes, por que están “tremendamente” vulnerables, con policías frágiles, corrompibles, mal armadas y mal reclutadas.

En este marco, López Obrador es el único de los cuatro candidatos a la presidencia que no se compromete a llevar a cabo las reformas estructurales que necesita la nación, porque ello vulnera sus postulados populistas, que entre otros temas, excluyen la participación de la inversión privada en el sector energético, o los que niegan la existencia de un Estado paternalista; de manera contradictoria ofrece al sector empresarial mantener el actual modelo macroeconómico; y en general, propone, sin bases técnicas, el desarrollo de una infraestructura faraónica de vías de comunicación y transporte masivo de trenes que atravesarían el país y la construcción de cinco refinerías; estas fantasías serían sufragadas por un incremento del gasto público, sin elevar los impuestos. Así, se crearían los empleos que requiere México y se superaría el rezago social existente.

La demanda de implementar las reformas estructurales data desde las administraciones priistas; no se han concretado por el rechazo de grupos en el poder que han buscado salvaguardar sus intereses. Sin embargo, en el medio político se considera que si Peña Nieto logra ganar la presidencia y su partido la mayoría en el Congreso, en teoría sería viable que pudieran llevarse los cambios estructurales, lo que no es seguro, es el grado de profundidad que tendrían; de aquí, que diferentes analistas propongan aplicar ya reformas menos ambiciosas; empero, que sean factibles de instrumentar con celeridad, especialmente las que no requieren modificaciones constitucionales y de esta manera propiciar que la actividad productiva en el país sea más eficiente y la creación de empleos sea más dinámica, sobre todo la orientada a abatir la vulnerabilidad laboral que padecen 15 millones de jóvenes; entre los cuales se encuentran 7 millones que no estudian, ni trabajan.

Para que México pueda superar el virtual estancamiento económico que experimenta, así como el rezago social y el deterioro del entorno político, tendrá que consolidar el proceso democrático que inició en el año 2000; esta es una tarea en la que debieran involucrarse los diferentes sectores de la sociedad, especialmente se precisa una mayor participación ciudadana que hasta ahora ha mostrado insuficiente interés en los procesos políticos. La ciudadanía, cansada del dominio de la partidocracia, tendrá que promover de manera activa cambios radicales, empero, pacíficos, en la competencia del sistema político; las elecciones del 2012 son un peldaño de una etapa de cambios de mayor trascendencia; la sociedad en su conjunto tendrá que organizarse para que los gobernantes no sólo representen un coto de poder.