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Hoy, lunes 7 de mayo los sirios están convocados a las urnas para elegir por primera vez en unas elecciones multipartidistas a los miembros de su Parlamento.

El despliegue de apenas un 10% de los observadores internacionales que se pactó en la ONU (a lo largo del mes de mayo se espera que lleguen a 300 y que permanezcan en el país durante tres meses para asegurar el cumplimiento, violado desde el día de su puesta en marcha, del Plan de Paz de Koffi Annan) ha centrado toda la atención.

El no cese de la violencia, la incapacidad de la comunidad internacional para garantizar que organizaciones como la Media Luna Roja lleguen a los lugares donde son requeridos, y sobre todo la inoperancia para establecer un alto el fuego que permita establecer una base mínima de diálogo, han sido las preocupaciones tanto en el interior del país como en el exterior.

Durante los últimos meses hemos podido confirmar varios aspectos de la revuelta siria, del cambio a favor de una democracia real que en la actualidad, con más de 10.000 muertos y miles de desaparecidos, se ha convertido en un pulso donde ninguna de las dos partes puede dar marcha atrás.

Ha quedado confirmado que el régimen sirio es el que marca los tiempos del conflicto, el que decide si la comunidad internacional puede opinar, el efecto de sus medidas. Cada día mueren civiles en Siria. Las autoridades acusan a “grupos terroristas y extremistas financiados por EEUU y algunos países árabes”, mientras que la dividida oposición siria señala al propio Gobierno, “capaz de matar a su gente para crear el caos y la inestabilidad que de carta blanca a su represión”.

Pero aunque parezca sencillo el planteamiento, Siria es un país complejo en su composición, por las minorías y tendencias religiosas que tantos se empeñan en enfrentar (a pesar de que el conflicto actual no es sectario), y también es un territorio determinante desde el punto de vista geoestratégico. Frontera con 5 países, dos de ellos sufrieron una guerra (Líbano en 2006) y una guerra seguida de una ocupación (Iraq, 2003- 2011) que han marcado a la región. Los otros tres países: Jordania, Turquía e Israel, permanecen expectantes, conscientes de que la caída del régimen baazista supondrá cambios en toda la región.

En Siria está la respuesta de la evolución de los cambios que inició el pueblo tunecino en diciembre de 2011, o quizás el saharaui unos meses antes en el campamento Gdein Izik. Vamos a intentar acercarnos a la realidad, comprobar las limitaciones y buscar las razones por las que tanto el régimen como la oposición están convencidos de que ganarán la partida.