EL CORREO.COM

En un movimiento, ejecutado por dos hombres en la madrugada israelí, ha convertido a uno de ellos, Benjamín Netanyahu en el primer ministro con una mayoría parlamentaria más grande del planeta (casi cien de los 120 escaños del parlamento) y al otro, Shaul Mofaz, en el ejemplo arquetípico del cómplice de la acción.
Como escribió en seguida Yossi Verter en el diario liberal “Haaretz”, Netanyahu es ahora “el rey de la política israelí”. En efecto, es el ganador absoluto del golpe de estado legal, ejecutado en el contexto de un pre-anuncio (ahora visto como la preparación de lo que se tramaba) de elecciones anticipadas. Mofaz se ha prestado porque su partido, “Kadima”, perdía peso a toda velocidad y las encuestas reducían su tesoro, 29 escaños, a unos ocho o diez.

Las anunciadas elecciones iban a ser fijadas para primeros de septiembre, pero ahora la legislatura se agotará y cubrirá lo que queda de este año y todo el próximo hasta octubre, un año y medio. Mofaz, a cambio del clásico plato de lentejas, y tras haber desbancado de la jefatura del partido en unas primarias hace dos semanas a Tzipi Livni, tendrá rango de viceprimer ministro y estará en el gabinete de seguridad.
Derivadas diversas

Descrito educadamente como “un movimiento-sorpresa”, lo sucedido, además de acomodarse a ciertos hábitos muy descarnados de la política israelí, acaso la más profesional y cínica del mundo, tendrá implicaciones considerables e instantáneas, además de la buscada en primera instancia: prescindir del adelanto electoral.

La primera de ellas, la de posibilitar, con un rodillo impresionante, una legislación que acabe con la vigente en relación con la exoneración de sus deberes militares a los jóvenes ultraortodoxos en edad de servicio y que gran parte de la sociedad ve como un privilegio intolerable. Mofaz, general, ex-ministro de Defensa y ex-jefe de Estado Mayor, cooperará con gusto al efecto y su sumando parlamentario protegerá a Netanyahu (Likud, derecha nacionalista laica) de la hostilidad al respecto de sus aliados religiosos, muchos y decisivos… hasta ahora.

Otra consecuencia: los partidos de la oposición, el partido laborista y el Meretz, izquierda clásica, tenían, según los sondeos, muy buenas perspectivas electorales e iban a recuperar muchos escaños. Y ahora deberán esperar a finales de 2013… lo mismo que el hacendoso y audaz Yair Lapid, un popular ex-presentador de TV lanzado al ruedo político con un partido de nueva creación. El ha calificado el inesperado pacto de “repugnante”, entre otros adjetivos.

Un ojo en Washington

Que nada más ganar las primarias a Livni, Mofaz dijera que él nunca entraría en la coalición de gobierno solo supone un reproche circunstancial que será rápidamente olvidado. Había dicho algo más relevante que eso: el dossier palestino y el conflicto territorial, no el Irán nuclear, es la amenaza real para la seguridad de Israel… él, judío iraní – nació en Teherán en 1948 – y más halcón que paloma…

Por eso, aunque su partido solo pasa a ser parte de la mayoría parlamentaria y no del ejecutivo, él sí estará en el gobierno con un papel especificado: ocuparse del expediente palestino, el así llamado “proceso de paz”, estancado y casi olvidado, aunque técnicamente no difunto del todo, con rango de miembro del gabinete de seguridad que toma las grandes decisiones. Si se recuerda la frustración de Obama con la congelación de la negociación con los palestinos, se puede valorar la atribución de Mofaz como un gesto hacia Washington.

Sin embargo, quienes conocen el “plan Mofaz” al respecto no se hacen muchas ilusiones: ceder inmediatamente el 60 por ciento de los territorios ocupados a la parte palestina y negociar el resto… con el sobreentendido de que Jerusalén-este quedará bajo soberanía israelí. Es decir, algo conocido y rechazado hasta por el ala más blanda de la resistencia palestina.

No dará resultado y todo el mundo lo sabe. Mejor que nadie, Netanyahu, quien ha manejado la situación a su conveniencia y gana por goleada con lo sucedido ayer con nocturnidad y cierta alevosía…