Artículo de abril de 2012

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

El proceso electoral federal del 2012, tanto en la etapa de las precampañas, como en la de intercampaña y en la de las campañas en curso, se ha caracterizado, al igual que en el pasado, por la descalificación entre los aspirantes a diferentes puestos, en virtud de la ausencia de propuestas coherentes y por un número de espectáculos mediáticos sin precedentes en la historia electoral del país. Ante comicios huecos y viciados, la ciudadanía muestra desconfianza en los candidatos y en los partidos; igualmente, cuestiona la validez de sus pronunciamientos; los dislates y errores de los candidatos en sus presentaciones públicas y en los diferentes medios de comunicación no han generado entusiasmo en el electorado.

En este contexto, la “rapiña” entre aspirantes a las candidaturas para senadores, diputados, gobernadores y presidentes municipales ha sido grotesca en todos los partidos; el “chambismo” es un “hueso” muy codiciado, provoca desesperación entre políticos y entre ciudadanos “independientes” para obtenerlos y gozar de los privilegios del poder.

En la carrera hacia Los Pinos, Enrique Peña Nieto lleva la delantera; empero, su personalidad poco contundente no le ayuda a transmitir con claridad la “renovada” ideología del prehistórico PRI. A su vez, Josefina Vázquez Mota busca aprovechar su género para “vender” a los electores el “sueño” que tiene de un México mejor; sin embargo, muchos de sus planteamientos rayan en la cursilería de las telenovelas, lo que denota su escasa altura política y falta de visión hacia el futuro; tampoco se ha deslindado de las políticas fallidas del Presidente Calderón quien repetidamente destaca grandes logros de su administración, a través de los cuales “México es mejor que lo era hace seis años”; lo cierto es que tanto Felipe Calderón como su antecesor, Vicente Fox, no lograron estimular la actividad económica de manera dinámica, y tampoco revertir la descomposición del tejido social, misma que ha acentuado la injusticia y la desigualdad que experimentan una parte importante de la población. Por su parte, Andrés Manuel López Obrador, ha modificado su tradicional lenguaje agresivo por un discurso en extremo amoroso, el cual suena vacío y no convence al electorado. En el medio político se considera que “lo único coherente de López Obrador es su incoherencia y sus oportunismo”; su nuevo ropaje no será sostenible hasta el final de su campaña; se piensa que en cualquier momento el político de la simulación no podrá frenar su carácter hostil, ni el resentimiento social que lo corroe.

El cuarto candidato presidencial, el ecologista, Gabriel Quadri, apoyado por la líder del Magisterio, sólo sigue los lineamientos que ésta le dicta; él forma parte de una farsa electoral en el que desempeña un papel de “clown” y cobra una percepción atractiva por el mismo. Así, el escenario electoral federal 2012 resulta decepcionante, y sobre todo preocupante, si se tiene presente la necesidad de que en México se lleve a cabo un cambio político radical, no violento, para salir del marasmo en que ha estado sumido el país en las dos últimas décadas. En este sentido, se precisa que surga una clase política honesta, profesional, con vocación de servicio, que con vigor y sabiduría pueda enfrentar a los poderes fácticos, aliados de las estructuras económicas oligopólicas que mantienen en vilo a la nación.

Es evidente que la elevada concentración económica y financiera en el país junto al poder monolítico de líderes sindicales, impiden el libre juego de las fuerzas del mercado, y por tanto, la eficiencia de la actividad económica en su conjunto. En este ámbito, el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) ha advertido de los peligros que México podría enfrentar por la concentración señalada. Ciertamente, el FMI ha indicado que si bien México ha superado las pruebas de resistencia que le aplica a sus sistema financiero frente a la eventualidad de un “shock”, “la elevada concentración en el mismo, así como de la propiedad extranjera, plantean amenazas por la economía por la concentración de las carteras de préstamo y el consecuente incremento de los riesgos de crédito y contagio”.

La existencia de un sistema democrático moderno alcanzado a través de procesos electorales no cuestionados, es fundamental para que el modelo económico de México no sólo se oriente a preservar la estabilidad macroeconómica y financiera, sino a impulsar un crecimiento económico sostenido en el largo plazo, ello también apuntalará la paz social que demanda la población. La normalidad democrática también implica la erradicación de la corrupción; la cual en última instancia, es la causante de la perversión política que se experimenta desde hace varios siglos en la República.