LA RAZÓN.ES

Es de conocimiento generalizado que Theodor Herzl y su libro «El estado judío» constituyen el punto de arranque de un movimiento que culminaría con la creación del Estado de Israel. Mucho menos sabido es que Herzl pudo avanzar en sus propósitos gracias sobre todo a un cristiano llamado William Henry Hechler.

Capellán de la embajada británica en Viena, Hechler era un enamorado de la Biblia y estaba convencido de que tenía que cumplirse el texto de Isaías 49: 22 –«Así dice, el Señor: he aquí, extenderé mi mano a las naciones y a los pueblos alzaré mi bandera, y traerán en brazos a tus hijos y tus hijas serán traídas en hombros»– donde se afirma que los gentiles ayudarán a los judíos a regresar a su solar patrio.

Hechler había sido preceptor del hijo del gran duque Guillermo de Baden, otro convencido protestante que había abierto a los judíos la posibilidad de ocupar puestos elevados en la Administración.

La vida de Hechler cambió cuando, en 1881, los judíos comenzaron a sufrir un pogromo tras otro en Rusia. Hechler recogió dinero para ayudar a los judíos de Rusia a emigrar a Palestina. Contó con algo de ayuda de los judíos ingleses, pero, sobre todo, convenció a muchos protestantes de que estaban cumpliendo la citada profecía de Isaías.

Así, logró establecer dos colonias de judíos, una cerca de Bet-Shemes y otra, en Siria. Hechler leyó con entusiasmo «El Estado judío» e invitó a Herzl a visitarlo. Herzl quedó impresionado y se refirió a él como un profeta.

Aún mayor fue su sorpresa, cuando, al cabo de unas semanas, el káiser decidió visitar Viena y Hechler ofreció a Herzl arreglarle una entrevista con él. Finalmente, el encuentro tuvo lugar en Karlsruhe y con el duque de Baden siendo la primera presentación en sociedad del proyecto sionista. Hechler fue también esencial para la celebración del primer congreso sionista en Basilea que aceptó que la finalidad del movimiento era «la creación de un hogar para el pueblo judío en Palestina asegurado por la ley pública», aunque no insistió en que tuviera que ser un estado independiente.

Tras el congreso, Hechler siguió actuando como lobby sionista logrando que Herzl fuera recibido por el conde Eulenburg, un amigo íntimo del káiser; o por von Bülov, el ministro de asuntos exteriores del káiser. Con todo, posiblemente, su mayor éxito fue convencer a Herzl para que se encontrara con el káiser en Jerusalén.

Tras llegar a Tierra Santa y a pesar del calor agobiante, Hechler convenció a Herzl para que se hiciera el encontradizo con el káiser cerca de Mikvé Israel. Del encuentro de ambos se hicieron dos fotos que salieron mal por lo que la única que nos ha llegado es un montaje. Unos días después, Herzl visitó Jerusalén donde dijo Jesús: «El amigable soñador que vino de Nazareth, el único ser humano que ha pasado por aquí en todo este tiempo, contribuyó únicamente a intensificar el odio».

A esas alturas, Hechler logró que Herzl fuera convocado al lugar donde se alojaba el káiser. Aquella entrevista tuvo mucha resonancia hasta el punto de que los británicos llegaron a ofrecer la posibilidad de crear en ese momento un hogar nacional judío en Uganda.

Un profeta
Cardiópata, Herzl decidió pasar unos días en Edlach, Austria, para tratarse. Murió poco después y fue enterrado en Viena, en la sección judía del cementerio de Doebling. Tenía tan sólo cuarenta y cuatro años. Hechler fue de los últimos en ver a Herzl antes de morir.

En 1913, se entrevistó con Martin Buber y le dijo que al año siguiente iba a estallar una «guerra mundial», un término que hasta entonces nadie había utilizado. Ese mismo 1913, Hechler se encontró con un amigo de Herzl llamado Max Bodenheimer y le dijo que Alemania iba a perder la guerra y que el káiser sería destronado.

En los años veinte, Hechler intentó convencer a los dirigentes sionistas de que dentro de muy poco llegaría la «tribulación de Jacob», una época de indecibles sufrimientos para los judíos. También anunció los ataques que iban a sufrir los judíos por parte de los árabes en Palestina unos meses antes de la revuelta árabe de 1920. Sus profecías, como la del establecimiento del estado de Israel, serían verificadas con el paso del tiempo.