LIC. VIVIAN SAADE

En el momento en el que decidimos que nuestros hijos se integren a un colegio, estamos entrando en una sociedad que generalmente dura 15 años. El “trabajo” consiste en la educación de nuestros hijos y para lograrlo, decidimos “asociamos” con un colegio porque lo que nosotros (los padres) tenemos, se complementa con lo que ellos (los colegios) nos ofrecen.

Si lo vemos desde este punto de vista, seguramente haríamos algunas modificaciones en nuestro acercamiento a los maestros y directores de nuestros hijos.

A un socio le tenemos confianza, lo vemos como alguien digno de aprecio, le confiamos las decisiones que le corresponden a su área, y sabemos que tenemos que convivir con él cordialmente, mantener una relación cercana y respetuosa.

¿Por qué pensar en el colegio como un socio?

Porque le estamos entregando a nuestros seres más preciados: nuestros hijos. Y tal vez no nos acordemos por qué decidimos por tal o cual colegio, pero en su momento fue porque sus valores o su línea eran los que buscábamos inculcarles, porque decidimos cederles unas cuantas horas de su educación al colegio, pero el resto nos corresponde a nosotros, y si lo hiciéramos como si fuéramos dos bandos diferentes, los únicos perjudicados serían los niños.

¿Nuestros hijos siempre tienen la razón?

Los colegios se conforman de directores, asesores, maestros, personal de administración, limpieza, etc. y no sólo “del maestro que está al frente del salón”. Es importante recordar esto porque en ocasiones nuestros hijos llegan a tener problemas con otros niños o con algún maestro y nosotros olvidamos que existe toda una infraestructura detrás del incidente.

A nosotros como padres, nos toca validar ante nuestros hijos a todo el equipo del que se compone su colegio y, si llegara a haber algún problema, escuchemos las quejas de nuestros hijos cuando creen que algo “no es justo”; pero siempre con la idea de que ese es sólo su punto de vista, y falta escuchar el otro.

Ventajas de “la sociedad”

Como socios que somos, el colegio debe escuchar lo que tenemos que decir y tomarlo en cuenta, y viceversa, pero hay que tener en claro que ambas partes no tienen “derecho a exigir” que uno u otro acepten de manera impositiva lo que se pide o dice.

Tener de socios a los maestros tiene otras ventajas, ya que ellos trabajan con muchos niños de edades similares y pueden aconsejarnos cuando tengamos dudas acerca de comportamientos que nos desconcierten o, por el contrario, cuando ellos observen actitudes de nuestros hijos que les llamen la atención, pueden compartirlo con nosotros y así podemos estar enterados de los avances o necesidades de nuestros hijos.

Compartiendo un poco de mi experiencia como maestra, algunos padres llegaron incluso a pedirme que hablara con sus hijos sobre temas que incomodaban a los niños y que no querían tratar con sus papás, y sin embargo conmigo sí. En la mayoría de los casos, los niños hasta los 8 ó 9 años admiran y quieren mucho a sus maestros. Aprovechemos este vínculo para apoyarnos en ellos cuando sea necesario.

Otra ventaja que nos dan los maestros es escuchar a alguien que no está involucrado emocionalmente al hablar sobre nuestros “tesoros” y así, objetivamente y sin apasionamiento podemos conocer cómo son fuera de casa. En ocasiones se da el caso de papás que tienen conflicto constante con sus hijos y sus reportes del colegio son muy buenos llegando incluso algunos padres creen que se les está mintiendo. Sin embargo, se dan casos en los que los hijos tienen conflicto con alguno o ambos padres, pero en el colegio se sienten tranquilos y su comportamiento es distinto.

¿Y si “dudamos” de nuestro socio?

Por ejemplo, si nosotros observamos algo de la línea del colegio que no nos gusta, de nuevo sólo estamos considerando nuestra visión. Pero podríamos darle el beneficio de la duda y si lo consideramos necesario, concertar una cita con la dirección para plantear nuestras inquietudes de manera respetuosa y abiertos a escuchar “el otro lado de la moneda” como lo haríamos con nuestro socio, antes de hablar a sus espaldas o enojarnos.

Cuando los niños llegan a cometer faltas en el colegio, generalmente reciben consecuencias. Éstas no siempre son las que nosotros querríamos (demasiado suaves o demasiado estrictas), pero de nuevo, tendríamos que confiar que alguna razón tendrá el colegio para actuar de tal o cual manera, darle tiempo a que las consecuencias surtan efecto, y reitero, podemos investigar directamente si nos quedamos angustiados, pero la palabra clave aquí es “confianza”.

El error más grande que podemos cometer es hablar mal del colegio o de los maestros frente a nuestros hijos porque les restamos autoridad, y así es como se han generado muchos de los problemas que actualmente se están presentando en nuestras escuelas.

En casos extremos en que la relación de algún niño o joven fuera de franca pelea con algún maestro, se podría pensar en el cambio de clase; o si el problema va más allá, en el cambio de colegio. Pero esto sólo en caso de haber hecho una exhaustiva indagación de los problemas que se han tenido y confirmando que las soluciones no han servido.

Podría concluir que, así como nosotros tenemos un plan de lo que nos gustaría que fuera la vida de nuestros hijos y vamos trabajando paso a paso para lograrlo, así las escuelas tienen un plan que abarca desde kínder o maternal hasta la preparatoria para cada uno de sus alumnos. Querer acelerarlo no nos llevará a nada bueno en ninguno de los dos casos, por lo tanto, aprovechemos la sociedad que firmamos el primer día de clases de nuestros hijos con sus escuelas, y gocemos juntos de su crecimiento para ver en el futuro los frutos de nuestro trabajo en conjunto.