ESTHER SHABOT

La tercera ronda de conversaciones con Irán celebrada esta vez en Moscú con el propósito de detener el desarrollo nuclear del país persa, no fructificó. Los esfuerzos del grupo 5+1 ( Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, China, Francia y Alemania) por conseguir que Teherán abra a la inspección internacional los lugares sospechosos de albergar enriquecimiento de uranio por arriba de lo permitido fueron respondidos con nuevas evasivas y tácticas dilatorias similares a las utilizadas en anteriores reuniones. De acuerdo con un diplomático occidental que pidió no ser identificado, no hubo respuesta positiva de los iraníes a la propuesta de limitar el enriquecimiento de uranio al 20% y de sacar ese uranio fuera del país, como tampoco se consiguió que se permitiera la revisión de las instalaciones subterráneas en Fordo, cerca de la ciudad santa chiíta de Qom. Según los iraníes, Fordo no constituye un enclave militar y por tanto no debe ser incluido en ningún acuerdo.

Al parecer, las pulseadas previas entre el grupo de los 5+1 e Irán, incluida la más reciente celebrada en Bagdad, hicieron que la delegación iraní llegara a Moscú confiando en que sus interlocutores estaban desesperados por llegar a un acuerdo, y que eso era algo que Teherán podía aprovechar para seguir con los ocultamientos y las evasivas. Sin embargo, esta presunción estuvo en esta ocasión equivocada ya que el grupo 5+1 decidió hacer frente común y no ceder ante las maniobras de Saed Jalili, líder de la delegación iraní. Los antecedentes respecto a posturas más condescendientes de Rusia y China al respecto, debido a sus intereses compartidos con Irán, no tuvieron el efecto esperado por éste y esta vez ambos cerraron filas con sus compañeros occidentales. Incluso se negaron a la petición iraní de programar una cuarta ronda de conversaciones argumentando que no tenía caso una nueva reunión donde previsiblemente los resultados serían los mismos. El mensaje explícito del 5+1 a Irán fue así que aún cuando hay un gran interés en llegar a un acuerdo con la República Islámica en el tema nuclear, no están dispuestos a que éste sea a cualquier precio, y que en todo caso ellos no son los que están bajo presión por lo que un mal trato les resulta inaceptable. Lo que exigen ahora no son más palabras sino actos concretos que indiquen un cambio sustancial en la postura iraní.

La confrontación entre Irán y los poderes internacionales contrarios al desarrollo nuclear de éste está llegando así a un punto cada vez más crítico. En una semana más entrará en vigor el cese de la compra de petróleo iraní por parte de su tradicional clientela de la Unión Europea. Las sanciones adicionales previstas seguramente se impondrán de manera más intensa con lo que el régimen de los ayatolas se verá más presionado. Por otra parte, tras el fracaso de la ronda de Moscú vuelve a discutirse en Israel la opción militar la cual a pesar de las múltiples voces locales que la desaconsejan por considerarla altamente riesgosa, gana adeptos entre los sectores más combativos ahora reforzados en su convicción de que el camino de la negociación ha probado una vez más su ineficacia.

Y finalmente habría que apuntar que este incremento en las tensiones se da en un escenario regional extraordinariamente complicado. La guerra civil en Siria continúa escalando, en Egipto la incertidumbre respecto al futuro político del país crece con la confusión reinante tras la disolución del Parlamento por parte de los militares y la no definición de quién se queda con la presidencia, mientras en la frontera compartida entre Israel, Gaza y Egipto se producen brotes de violencia generadores de una peligrosa volatilidad. De tal suerte que lo que ocurra en las próximas semanas en todos estos entornos será sin duda de importancia capital no sólo para este convulso vecindario, sino para la estabilidad mundial.