EL MUNDO.ES

La bandera kurda que ondeaba en la colina de Ayn al Arab fue retirada hace días, pero Yusef confirma que el ejército sirio desapareció de la aldea siria «hace meses».

En Mursitpinar, la frontera entre Turquía y Siria son los raíles de la antigua vía férrea que unió Berlín con Bagdad durante la era Otomana. Un solitario soldado turco vigila el recóndito enclave.

La enorme insignia kurda –ilegal tanto en Turquía como en Siria- se convirtió en motivo de polémica mediática a finales de junio, cuando la prensa turca reveló su existencia a metros de su territorio. Un monumental gesto de desafío para Ankara, que desde 1984 mantiene una sangrienta refriega armada con las huestes del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK).

«Es una provocación. Siria está jugando la carta del PKK como ya lo hizo en los 80 y 90. El PKK ha aparecido también cerca de Hatay (al oeste de Mursitpinar). Es un dolor de cabeza y si el PKK utiliza el territorio sirio para atacar Turquía, responderemos», declara Mesut Ozcan, el vicedirector del Centro de Estudios Estratégicos dependiente del ministerio de Asuntos Exteriores turco.

Regreso al pasado

La revuelta siria ha retrotraído la frontera entre ambas naciones a los años de tensión que a punto estuvieron de culminar en guerra abierta en 1998. Pero al mismo tiempo está modificando el escenario político de Siria después de que el régimen liderado por Bashar Asad haya apostado por una arriesgada maniobra táctica cediendo el control de la mayor parte de las regiones kurdas a sus propios habitantes.

Una concesión inédita en Siria, donde los casi 2 millones de kurdos –poco más de un 10% de la población- atesoran un largo historial de enfrentamientos con el poder central, que durante años consideró un anatema prácticas como la enseñanza de su idioma o la celebración de sus fiestas tradicionales.
«Los kurdos tienen ahora su propia policía y cuando les vemos manifestarse lo hacen con la bandera kurda, no usan ni la del régimen ni la de los opositores», asevera Yusef.

Las palabras del kurdo turco que se repiten a lo largo de toda la linde que coindice con los límites de Ifran,
Ain al Arab y la provincia de Hasaka, las tres regiones kurdas sitas en el norte de Siria. “Ahora son libres. Los pocos soldados que hay en la aduana no salen de sus garitas. Los kurdos tienen su gobierno local y sus grupos de autodefensa», incide Sheij Musa, un habitante de Ceylanpinar, otra localidad fronteriza de Turquía. «El PKK es quien controla toda la región y la frontera», admite Haithem Akram, un residente de Nusaybin, vecina de una de las principales ciudades kurdas de Siria, Qamishli.

El líder del Partido de la Unión Democrática (PYD), una formación vinculada al PKK y quizás la más influyente en las ciudades y aldeas kurdas de Siria, reconoció el martes en una entrevista con la página web Rudaw la presencia de sus milicias en todas esas regiones. «Tenemos controles en todo el Kurdistán sirio. Protegen las carreteras y aldeas de esas zonas. El gobierno ha perdido el control de esas áreas», admitió Salih Muslim.
Autonomía kurda

La aparición de una hipotética autonomía kurda de facto constituye un significativo elemento añadido a la insurrección siria que se ha visto eclipsada por los combates que se libran en el resto del país y podría explicar en gran parte la mitigada influencia de las protestas contrarias a Damasco en los territorios habitados por esta comunidad.

«Para nosotros ha sido algo sorprendente. Los kurdos fueron los primeros opositores al régimen. Siempre estaban enfrentándose a la policía durante el Newroz (su fiesta de Año Nuevo, ilegal para Damasco). Pero desde el inicio de la revuelta se han apartado. En Alepo (donde también habitan un notable número de kurdos) controlan sus barrios con algunos milicianos armados, no muchos, pero en la zona de Ifran (al noroeste de Alepo) están por todas partes. Tienen controles, patrullas», asegura Marcell Shehwaro, una activista cristiana de Alepo que habló con ELMUNDO.ES en Beirut.

Las milicias a las que se refiere Shehwaro son los llamados Comités de Defensa Popular estructurados por el PYD, que también ha abierto más de media docena de escuelas que enseñan kurdo, centros culturales y organizó elecciones locales en octubre del 2011 para elegir lo que denomina Consejo del Kurdistán Occidental, una entidad integrada por 300 miembros que pretende ser el embrión de un parlamento. «Bashar sabe que los kurdos pueden decidir la suerte de la revolución y por eso los quiere tener contentos», opina Sheij Musa en Ceylanpinar.

Su apreciación parece verse refrendada por los guiños que ha realizado el presidente hacia la minoría kurda desde el inicio de la insurrección popular. En abril del año pasado, nada más comenzar las manifestaciones, restituyó la nacionalidad a más de 225.000 kurdos descendientes en su mayoría de los cerca de 125.000 que fueron desposeídos de forma arbitraria de la misma en 1962. Poco después permitió el regreso a Siria de Muslim, el jefe de filas del PYD, que había huido para evitar una sentencia a cadena perpetua.
Entre dos caminos

La relación del PKK con el régimen baazista se remonta a los años 80, cuando Hafez al Assad permitió a su principal dirigente, Abdullah Öcalan, usar el valle de la Bekaa en Líbano como cuartel general para formar a sus militantes. En 1998, sin embargo, Assad acabó de forma radical con su alianza.

En Líbano, donde todavía residen casi 60.000 kurdos, el principal partido que los representa, Razkari, mantienen una alianza tácita con Hizbulá y por ende defiende también la postura de Damasco. Nada inusual ya que algunos milicianos kurdos, tanto de Razkari como del PKK, lucharon durante la guerra civil libanesa en las filas de la alianza pro-siria.

«Perdimos 12.000 mártires en la guerra», dice Mahmoud Khodor, el principal jefe de filas de Razkari. «Los kurdos hemos aprendido a no confiar en nadie», añade.

Ahora, en las manifestaciones favorables a Bashar Asad que se celebran en la capital libanesa no resulta extraño ver retratos de Ocalan y banderas del PKK junto a las fotos del jefe de estado sirio.
Incluso los 15 partidos que constituyeron el Consejo Nacional Kurdos en Siria (CNKS) en octubre del 2011 –rivales políticos del PYD- tampoco mantienen una relación afable con los opositores y en especial con el Consejo Nacional Sirio (CNS) instalado en Turquía. Las divergencias se han tornado en ruptura abierta después de que los representantes del CNKS se retiraran de la última conferencia opositora que se celebró en El Cairo acusando al CNS de «marginalizarles totalmente».

Un conocido activista kurdo que participó en esa cita, Murshid al Khaznawi, resumió al salir de aquella cita el sentir de las facciones aliadas en torno al CNKS. «Si esta es la mentalidad de la oposición, entonces hasta sería más fácil lidiar sobre esta asunto con Bashar», declaró a los medios de comunicación. El resultado es que los kurdos semejan haber adoptado una tercera vía, apartándose del régimen pero también de los insurrectos.
«Sí protestan, pero en vez de enarbolar la bandera de la oposición muestran la kurda y piden derechos para los kurdos. Los opositores del CNS no son mejores que el régimen. Los kurdos se mantienen en medio de ambos lados», reconoce Shej Musa en Ceylanpinar El PYD ha ido más lejos y sus acólitos impiden que el Ejército Libre de Siria actúe en las áreas que vigila lo que ha llevado a varios rifirrafes armados entre las dos facciones. «No queremos que el ELS otorgue una excusa al ejército sirio para borrarnos del mapa. Es nuestro deber proteger a nuestro pueblo. Algunos llevan armas y dicen ser del ELS sólo para robar o secuestrar a la gente», manifestó Muslim en su charla con Rudaw.

Para Shehwaro la causa kurda «es uno de los grandes desafíos» para el futuro de Siria. «Los kurdos reclaman el federalismo pero el resto de Siria no lo aceptará. Por otra parte, nosotros nunca les apoyamos cuando pelearon por sus derechos en el pasado y ellos no lo han olvidado», sentencia.