EL PAÍS/FRAGMENTO

A pesar de la naturaleza histórica de la primera reunión entre una secretaria de Estado y un presidente egipcio islamista, Hillary Clinton no se encontró una alfombra roja a su llegada al aeropuerto de El Cairo, ni tampoco una pomposa recepción en el palacio presidencial. Y es que para el nuevo rais, Mohamed Morsi, su entrevista con Clinton representa a la vez un activo en su pulso con la junta militar y un riesgo para su popularidad entre la ciudadanía.

La visita de la jefa de la diplomacia estadounidense, que luego viajará a Israel para cerrar una gira que inició en Extremo Oriente, se interpreta como un espaldarazo por parte de Washington al traspaso de poderes a un Gobierno civil y democrático en el país árabe después de 60 años de dictadura militar. La entrevista pone de manifiesto la transformación en la política exterior de EE UU tras la revolución, pues hasta hace unos meses Washington prohibía cualquier contacto con miembros de los Hermanos Musulmanes, considerados simpatizantes del terrorismo islamista.

Tras entrevistarse este domingo con Husein Tantaui, el presidente de la junta militar, la secretaria de Estado cerrará su visita al país árabe con un viaje a la ciudad de Alejandría, donde realizará un discurso en su prestigiosa biblioteca, e inaugurará el nuevo consulado de EEUU. También está previsto que Hillary se reúna en esta ciudad mediterránea con representantes de la sociedad civil egipcia.