JULIÁN SCHVINDLERMAN

Se dice que cierta vez, caminando por las playas de Gaza, Arafat se tropezó con una botella de la cual un genio emergió y el siguiente diálogo ocurrió:

Genio: Tienes un deseo.
Arafat: ¿Por qué sólo uno? Siempre son tres.
Genio: Estamos en Gaza.
Arafat: Muy bien. Aquí tienes los mapas de los Acuerdos de Oslo, haz que funcione.
Genio [contempla los mapas y dice]: Lo siento, es demasiado complicado. Pide otra cosa.
Arafat: Entonces hazme hermoso.
Genio [mira fijamente al líder palestino y responde]: A ver, déjame ver esos mapas nuevamente.

Algunas cosas son legendarias, como la fealdad del palestino más famoso de la historia, y otras inmortales, como su capacidad para causar controversia. Esta vez no es culpa, pero una vez más su nombre aparece rodeado de las polémicas más insólitas y del misterio más insondable: ¿fue Arafat envenenado? ¿Yen tal caso, por quién?

A ocho años de su muerte en un hospital francés, las circunstancias de su deceso fueron instaladas de lleno en el debate nacional palestino e internacional. El canal Qatarí Al-Jazeera y la viuda Suha Arafat han iniciado una ofensiva tendiente a develar “la verdad”. Oportunamente, Suha rechazó de plano la idea de practicar una autopsia al cadáver. Ahora dice que ello es necesario. ¿La razón?

Aparentemente, muestras de una sustancia altamente radiactiva -Polonium 210- fueron halladas en ropas del difunto. Las muestras fueron entregadas a un laboratorio suizo a inicios del 2012. Por decisión familiar y de la OLP, la ficha clínica de Arafat había permanecido cerrada. Ahora deberá ser abierta. ¿El motivo?

El pueblo palestino necesita dar un cierre emocional al asunto, explicó Hanan Ashrawi del Comité Ejecutivo de la OLP. El pueblo debe saber “no solamente cómo murió sino también quién fue responsable de su muerte, y hacer rendir cuentas a quienes sean responsables por ello”, aseguró.

Velozmente, autoridades palestinas han dejado entrever en qué dirección imaginan, o esperan, vayan las conclusiones de la nueva investigación médica. Ashrawi opinó que Israel tenía “el motivo, la oportunidad, la voluntad y la intención, implicada por sus declaraciones formales, de hacer eso… La gente tiene un presentimiento y algunos están convencidos de que Israel lo hizo, ellos necesitan solamente la prueba”. Bassam al-Salhli, también miembro del Comité Ejecutivo de la OLP, especuló con la asistencia de colaboradores y agregó que éstos “deben haber actuado a través de Israel y sería que Israel tomó una decisión política terrorista”.

El presidente de la Autoridad Palestina Mahmmoud Abbas pidió a su par francés Francois Hollande formar un comité probatorio internacional y se sugirió que la Liga Árabe o el bloque árabe en la ONU lidere el esfuerzo diplomático para lograr su materialización. El modelo a seguir es el del Tribunal Especial de la ONU que investigó el asesinato del premier libanés Rafik Hariri a partir del 2005. El Mufti Mohammed Hussein, la máxima autoridad religiosa en las zonas palestinas, dio luz verde para realizar una autopsia al cuerpo del difunto, que se encuentra en un mausoleo en Ramallah.

Todo el caso luce extraño. Si el Polonio 210 fue encontrado ocho años después en las ropas de Arafat, ¿cómo es posible que los médicos franceses que lo atendieron no lo hubieran detectado en el 2004? Al ser una sustancia altamente radiactiva, ¿cómo es posible que Suha, ni sus guardaespaldas ni sus allegados, se hubieran contagiado? Tal como especialistas han notado, en el caso Litvinenko, envenenado con Polonio 210, tres de sus asistentes debieron ser hospitalizados y sus hijos y los espacios que habitaron quedaron todos contaminados. Un médico militar francés involucrado en la atención de Arafat dijo que hasta donde él sabía no había mención alguna a la noción del envenenamiento en el informe clasificado de 558 páginas sobre su deceso. Saeb Erakat, titular del Departamento de Negociaciones de la OLP, dijo: “Yo he revisado el informe del hospital francés en aquél tiempo. Y decía que [los franceses] habían investigado todo lo posible. Eso [Polonio 210] no figuraba”.

Aunque personalidades palestinas han decorado el caso con el envoltorio de la búsqueda de la justicia y de la verdad, más bien da la impresión de que están tras la búsqueda de algún alboroto mundial que vuelva a instalar la cuestión palestina bajo la atención pública. Nada mejor que la figura del propio Arafat para unificar al pueblo en tiempos de zozobra, y nada mejor que una picante acusación contra Israel para aglutinar la determinación árabe regional. Con los cientos de millones de dólares que quedaron en juego y en disputa entre la viuda y la OLP como trasfondo, apenas sorprende que emerjan descabelladas teorías conspirativas. En el Medio Oriente, éstas simplemente nunca mueren.