CENTRO KEHILA

En una noche veraniega salió Napoleón de su palacio a pasear por la ciudad de París y encontrarse con sus habitantes.

Caminando tranquilamente llegó a la puerta de la Gran Sinagoga de esta ciudad.
Se detuvo a descansar y escuchó un llanto que salía de la entrada de la sinagoga. Miró hacia adentro.
Dentro de la sinagoga estaba oscuro y sólo unas pocas velas estaban encendidas. El llanto se iba haciendo más fuerte.

Al acostumbrarse sus ojos a la oscuridad vio gente orando. Algunos estaban sentados sobre bancos cercanos al piso y otros lo hacían directamente sobre éste. Sus pies estaban descalzos y sostenían libros en sus manos.

Alguien leía un texto y lloraba.

Napoleón puso atención , pero el idioma le resultaba extraño e incomprensible.

– “¿Qué ocurrió? ¿Por qué lloran?” – preguntó Napoleón.
El hombre interrumpió el llanto y dijo: “Quemaron nuestro templo.”

– “¿Quién quemó? ¿Dónde? – se interesó Napoleón.

– ” Los romanos” – contestó el hombre – “en la guerra contra Jerusalem”.

Napoleón salió de la sinagoga muy conmovido y enojado. Cómo es posible que yo, el más grande de los militares no sepa sobre esta terrible guerra en Jerusalem. ¿Por qué no me informaron mis ministros?”
Muy furioso volvió a su palacio, reunió a militares de alto rango . “¿Por qué no me contaron que hay una guerra en la ciudad de Jerusalem, y que los romanos quemaron el templo de los judíos?” – les gritó.

Los comandantes se miraban asombrados y no dijeron nada. Napoleón los miró intensamente hasta que uno de ellos dijo: “No escuchamos ni sabemos nada sobre una guerra en Jerusalem.”

Napoleón convocó a otro grupo de militares, aún más importantes que los anteriores , y también ellos dijeron no saber nada sobre el tema.

Napoleón se enojó aún más.
– “Acaso los judíos se burlaron de mí? “Traigan a su rabino” – ordenó a sus servidores.
El rabino llegó al palacio temblando de miedo, un frío sudor cubría su frente. “Es que va a ocurrir algo malo con los judíos?” – pensaba con preocupación.

“¿Por qué me mintieron los judíos y me contaron que los romanos quemaron su templo en la guerra?” – preguntó Napoleón al rabino. “Investigué y resulta que no hay ninguna guerra en Jerusalem. Rabino, dígame la verdad ” – le ordenó Napoleón.

El rabino hizo un gesto a Napoleón para tranquilizarlo. “Sus comandantes y ministros tienen razón, Alteza, pero también el judío tiene razón” – dijo el rabino.

“Hace cerca de 2000 años, en el año 70 de nuestra era, el día 9 de Av, los romanos, dirigidos por el entonces gobernador Tito, incendiaron el templo en Jerusalem. Miles de personas murieron . Todos los instrumentos que se utilizaban en el templo para adorar a Dios fueron llevados en barcos a Roma junto con los prisioneros tomados en esa guerra. Todo esto aparece grabado en el Arco de Triunfo ubicado en la ciudad de Roma.

– Pero si es así , esto es una historia muy vieja” – dijo Napoleón . “Pero ¿por qué permitió el Dios de ustedes que quemen su templo?” – continuó preguntando el emperador.

El rabino suspiró y dijo: “El templo fue quemado por nuestros pecados, por el odio sin fundamento que los judíos tenían para con ellos mismos. No se respetaban entre sí, y si bien es cierto que habían entre nosotros grandes “tzadikim”, su presencia no ayudó para evitar esta tragedia. Hasta el día de hoy lloramos, ayunamos y nos apenamos por la pérdida de nuestro templo. Pero no nos desesperamos. Continuamos con nuestras oraciones y pedidos para que , nuevamente, tengamos el mérito de construirlo.”

Napoleón frunció su ceño , pensó unos minutos y dijo: “Es cierto, ustedes son un pueblo maravilloso. Sólo un pueblo que durante milenios sabe lamentarse por el templo que perdió, tendrá el mérito de volver a su tierra y construírlo.”

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