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Un paseo por Tel Aviv tiene el encanto de muchas de las ciudades al sur del Mediterráneo. Cafés con animadas terrazas, puestos de zumos, un callejeo constante a cualquier hora y cierta decadencia en los edificios en los que la humedad hace estragos. Pero es algo más. Las boutiques se convierten en el máximo exponente cosmopolita y los bares destilan glamour y grandes dosis de decoración. Allí los jóvenes a la moda se mueven por una ciudad con fama de no parar las 24 horas. Un estilo muy chic enmarcado en un cuadro bohemio.

Para los europeos que no hayan visitado antes Israel y con ciertos prejuicios por el conflicto eterno en Palestina, Tel Aviv puede convertirse en una sorpresa. La tranquila ciudad, de medio millón de habitantes, es tremendamente moderna, alejada del conservadurismo ultraortodoxo de otras ciudades. Ellos y ellas se cuidan -verán hacer un running continuo en el paseo marítimo-. Solo una pista de la anomalía del país surge en cada esquina y en cada parque, con los jovencitos y jovencitas con uniforme del servicio militar, descansando y disfrutando en los parques y cafés con su fusil de por medio. Existen algunos puntos muy chic en la ciudad. Empezando por los 14 kilómetros de costa, con 13 playas, donde practicar surf y dejarse llevar en los bares y restaurantes junto al mar. Como el La La Beach, en el que descansar tomando una refrescante limonada con menta en una silla clavada en la arena de playa.

Al norte, el puerto nuevo llamado Namal esconde numerosos rincones con encanto. Es un lugar recién remodelado, con suelos de madera, ideal para acudir cuando cae el sol. Allí se encuentra el mercado Shuk Hanamal, con tiendas gourmet y con uno de los mejores restaurantes de la ciudad, el Kitchen Market. La oferta gastronómica es infinita, bien cuidada, con terrazas junto al litoral. El puerto también cuenta con boutiques de moda, teatros, clubs e incluso algún lugar donde practicar yoga.

En el centro de la ciudad, la calle Shenkin se ha convertido en un escondida zona de peregrinaje para los más modernos, en el que los diseñadores locales han montado sus tiendas. Allí surgen cafés con pequeñas terrazas y han aparecido restaurantes como Orna and Ella, recomendación de cocina de inspiración italiana, y Brasserie, en la versión francesa. También el barrio de Neve Tzedek rivaliza con Shenkin por atraer la moda y a los más sofisticados.

Alrededor de la avenida Rothschild -verdadero eje de la movida nocturna- se encuentran cientos de edificios de estilo Bauhaus, de principios del XX, que ha convertido a la ciudad blanca en Patrimonio de la Humanidad. En una calle paralela y escondida, el Café Noir ofrece cocina mediterránea a quien quiera cenar en un ambiente relajado y entre velas. Pero las opciones son múltiples en la zona y casi ninguna le disgustará, porque al israelí le gusta comer bien y cuenta con estilos de cocina de todo el mundo, heredera de la diáspora judía que acudió a Tierra Santa desde principio del siglo XX. Entre los mejores se encuentran varios locales de alta cocina como el restaurante Catit, del chef Meir Adoni -formado en España y EE UU-, Rafael, de Rafi Cohen -de reminiscencias marroquíes-, y Bistró Noa, un cuidado establecimiento que retrae a la ciudad antigua. Entrada la noche, el club Jimmy Who está muy de moda, Radio EPGB es actualmente el más popular y The Block es famoso por su música en vivo y fiestas.

Cerca de Rothschild, hacia el mar, se encuentra el mercado de Carmel, un verdadero bazar de Oriente Medio y una de las típicas visitas turísticas. En las calles adyacentes, los tenderos muestran su original artesanía para comprar un souvenir diferente. Próxima, la antigua estación de tren HaTachana sorprende al viajero: rehabilitada, peatonalizada y convertida en un templo de la vida de Tel Aviv, con restaurantes, tiendas de artesanía, boutiques y clubs para tomarse una copa poscena en el exterior de sus diferentes naves. Como recomendación, el patio del restaurante Regina para probar la comida local.