RABINO MARCELO RITTNER / TIEMPO PARA VIVIR

Había una vez, durante una cacería, cierto príncipe que cayó en un pozo de arenas movedizas. Si no hubiera sido por un hombre que pasaba cerca de ese momento, lo más seguro es que el príncipe hubiera perecido. El que lo salvó estaba vestido de harapos, sufría de hambre y sed, y su única posesión era elbastón de madera al cual el príncipe se había aferrado para salir de su trampa mortal.

El príncipe insistió en llevar a su mendigo salvador al palacio real, en donde lo presentó ante su padre, el rey. Éste, muy emocionado -y a modo de recompensa-, permitió al pobre hombre que visitara las salas donde se guardaban los tesoros reales.

Durante todo un día podría andar libremente por allí y apropiarse de lo que se le antojara. Durante un día podría hacerse de las riquezas que cambiarían su vida.

Podemos imaginar la avidez con que este mendigo empezó a llenar sus bolsillos, y con qué rapidez comenzó a elegir entre oro y joyas. Cuando concluyó el día, al abandonar la sala del tesoro real, era uno de los hombres más ricos del reino y en pocos días, todos los vestifios de su pobreza habían desarparecido. Se había convertido en un hombre elegante, propietario de una bella mansión, amo de muchos sirvientes. Descubrió que, con sus inversines ganaba cada vez más dinero, y llegó el momento en que no podía calcular el monto de su fortuna.

Desde el inicio de su vida como rico hacendado, estableció una costumbre. Cada año en el aniversario del fortuito acontecimiento que alteró su vida, organizaba un fastuoso banquete para el cual convidaba a los más altos funcionarios del reino y sus ciudadanos más destacados. Así lo hizo durante años hasta que, con el paso del tiempo, ya naie recordaba el motivo original de aquella fiesta anual.

Un año, en medio del banquete, mientras todos comían y bebían, el dueño de la casa decidió dirigir alguinas palabras a sus invitados:

“Señores, permítanme hacerles una pregutna: ¿Qué día piensan ustedes que ha sido el más feliz de mi vida?” Cada quien tenía su propia respuesta, pero todas podían resumirse en ésta: #Debe ser el día en que ofrece este banquete, cuando todos somos recibidos como jamás se había hecho, cuando todos nos sentimos muy felices. ¿Cómo podría usted sentirse más afortunado?”

El anfitrión sonrió. “No, señores -respondió-, están equivocados. El día más feliz y maravilloso de mi vida fue completamente distinto. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Enb aquella éoca yo era pobre, pasaba hambre y vestía harapos. No solamente carecía de criados, sino que yo mismo estaba bajo de cualquiera de la clase servicial. Y aún así, cada momento del día a que me refiuero estaba lleno de alegría.” Todos los presentes lo miraron sorprendidos y sin entender de qué hablaba el anfitrión.

“Fue el día en que el rey me abrió las puertas de su tesoro y me permitió llevar lo que quisiera, pero sólo durante un día. Fue mi recompensa por haber salvado a su hijo. No importa lo que sucediese, yo sabía que no podía desperdiciar ni un minuto en ese día singular. No sufrí ni me preocupé de asunto alguno. Aquél, sin duda, fue el día más feliz de mi vida.!

Esa historia que contaba el Jafetz Jaim me ha enseñado a pensar mucho acerca de la naturaleza de nuestro mundo. Hakadosh Baruj Hu, nuestro D-os Todopoderoso, nos abre las puertas de Su tesoro, que es del mundo de las mitzvot. Nos invita a que durante el tiempo de nuestra vida pasemos por un mundo recogiendo todo lo bueno que esté a nuestro alcance. Pero la invitación es válida durante sólo un día: el breve lapso de nuestras existencias. Esta invitación, además, se hace extensiva a todos los seres humanos.

Aquel que atiende la inmensa fortuna que aquí lo aguarda, recogerá y guardará en este breve tiempo la mayor fortuna posible: la de volverse espiritualmente rico, de elevarse como un ser humano. Tiene conciencia de que minuto es irrecuperable y tratará de que cada minuto de cada hora sea una fuente de alegría en su vida. Lamentablemente, muchos piensan  -como los invitados al banquete- que la época más feliz es la de acumular las riquezas materiales que después tendremos que dejar atrás; la de acumular enojos y malestares, ofensas e insultos.

Como en la historia, la verdad es otra. Por ello, amable lector, le hago la pregunta que tal vez- quiera D-os- le permita enfocar su vida desde la óptica correcta; una vida de buenas acciones, de amor, de actos que alegren el corazón y  nos permitan ser mejores hombres y mujeres: ¿Cuál ha sido el día más feliz de su vida?