Artículo de mayo de 2012

SALOMÓN LEWY PARA ENLACE JUDÍO

Suena curioso, ¿verdad? Imaginémonos una escuela judía, en este caso Primaria, a la que todos los niños y niñas judíos asistan, sin demérito de las Comunidades a las que pertenezcan por las razones hoy de sobra conocidas.

Asoma la pregunta: ¿Este escribidor está loco o se fumó algo?

Muchos, posiblemente una mayoría de los integrantes de nuestras comunidades – sólidas o artificiales – lo harían, pero si hacemos a un lado nuestra inveterada propensión a diferenciarnos unos de otros, y de paso nos volvemos un tanto realistas, probablemente nos detendremos a darle “una pensadita”.

Vamos por partes: ¿Cuántos colegios judíos hay en México? ¿Cuáles son sus razones de ser? ¿Quiénes los conforman? ¿Cuáles son sus áreas de influencia?

¿Por qué asisten los alumnos a cada una de ellas? ¿Qué resultados obtienen? ¿En qué destacan unas escuelas por encima de otras? ¿Qué logros obtienen los alumnos de una u otra? ¿Cuál es mejor y por qué? ¿Qué ganamos, como Comunidad, con la existencia de diversas escuelas para alumnos judíos – y algunos no judíos – en función de la pedagogía, las creencias, las costumbres, el comportamiento, el Civismo o el judaísmo en general?

La Historia de los judíos en México está hermosa y puntualmente documentada en verdaderas obras de arte que forman parte del acervo original de las comunidades. ¡Cuántas veces escuchamos las palabras Justo Sierra, Veracruz, La Merced, Hipódromo, Polanco, etc.! Pero también vemos y sabemos de Halebis, Shamis, Idish, Knis, Shul, Kippe, Gefilte Fish, etc.

Unos dirán: ¡Qué ensalada! Otros…

La plática con los amigos judíos es rica en datos, acontecimientos, remembranzas y orígenes, sin faltar, claro, diferencias. “Ya sé quién es éste y de dónde saca sus ideas”. Todos queremos ser escuchados y, por qué no, admirados.

El escribidor mismo hace gala de los méritos familiares anteriores a la Bestia. “Mi padre esto, mis abuelos aquello, la iluminación cultural en Alemania, la sinagoga en RykStrasse, mi bisabuelo el Jazán, etc.”
Mas estos son otros tiempos. Las circunstancias culturales, económicas, sociales y aún las espirituales han sufrido los embates de los cambios, que para bien o para mal, se han sucedido… ¿o no?

Vamos nuevamente al pasado y demos ejemplos. De una “escuelita religiosa”, en la colonia Escandón, a la que asistían alumnos de familias “pobres”, ¿cuántos son hoy renombrados profesionistas, hombres de empresa o catedráticos? De “colegios de gobierno”, ¿cuántos de sus graduados son gente de gran nivel académico, intelectual o científico? De hogares “laicos” o kosher, ¿hay más o hay menos personajes distinguidos? ¿Más o menos exitosos, no sólo desde el punto de vista económico sino también social, comunitario?

Recuérdese que estamos hablando sólo de la Comunidad de México. Los Estados Unidos de América presume, como nación, ser el “gran crisol”.

¿Ah, sí? Nosotros tenemos, como botón de muestra, nuestro pequeño crisol: el Centro Deportivo Israelita. Toda la Comunidad se reúne ahí. Religiosos y “laicos”, “sefardim” e “idishicos”, niños, jóvenes y “tercera edad”, sin distingos. Hay minyanim y aerobics, coexisten el “coiffure” y el “sheitl”, el pantalón ajustado y la falda “hasta el huesito”. Por otra parte, nuestros medios de comunicación publican artículos de autores de todos los orígenes y corrientes, sin cortapisas y los negocios ¡Ah, los negocios! Se hacen sin distinciones comunitarias.

Por supuesto que no vamos a hablar de Israel. El tema escolar no tiene nada en qué semejarse al nuestro, Las diferencias ahí se allanan por Ley.

¿Entonces? Una escuela genérica (por llamarla de alguna manera) no es una idea tan disparatada, ¿verdad?

Veámosla desde la perspectiva del caballero Don Dinero: la escuela, como tal, es cara. (Ya dijo el escribidor con anterioridad que no sabe cómo “le hacen” los matrimonios jóvenes para enviar a dos o tres hijos a estudiar con este nivel de colegiaturas). Una escuela con instalaciones para casi mil alumnos, tiene sólo 400, pero eso sí, tiene directores o profesores de importación (De sicólogos profesionales no habla el escribidor porque es capítulo separado).

Otra es “idish”, pero casi la mitad de alumnos es “Halebi” o “Shami”; una es “laica”, pero una tercera parte de sus alumnos trae kippa e incluso tzitzit, mas el denominador común entre ella es la escasez de fondos, los pasivos.

Edificaciones sólidas, enormes, vastas, excesivas y que fueron costosas al construirse y son caras al mantenerse, ¿es correcto?

Desde la perspectiva puramente pedagógica: ¿En verdad alguno de nuestros colegios es, actualmente, superior a otro? No lo notamos.

Lo verdaderamente preocupante, lo que escuece, es ver que muchos de nuestros infantes emigran a escuelas no judías. No necesita el escribidor dar nombres de instituciones, pero se conoce cuáles son. Las razones para esta emigración son variadas pero simples.

Surgen las preguntas (otras más): ¿Estamos satisfechos con la educación que reciben nuestros vástagos? ¿Estamos vigilando desde nuestros hogares la “otra parte” de esa educación? En nuestros hogares, ¿estamos conscientes de que la formación cívica e intelectual de nuestros hijos es nuestra obligación primera, o simplemente dejamos que sea la escuela “donde los eduquen”?

Por otra parte: ¿Creemos que si los hijos van a tal o cual escuela, con tal o cual sello – religioso, laico, comunitario – van a ser mejores personas? El escribidor recuerda sus tiempos de soltería. Una joven de Monte Sinai, ¿casarse con un idish? ¿Un “turco” con una de Maguen David? Ni pensarlo. Era casi un sacrilegio. Había, incluso, quienes clasificaban esto como “mixto”.

Hoy, afortunadamente, las opiniones – y los hechos – han cambiado. Y ¿saben qué? Los resultados están a la vista. El escribidor camina por el Depor o asiste a diversas celebraciones comunitarias y observa los hermosos productos de ese cambio. ¡Qué muchachos y muchachas tan hermosos e inteligentes! La “mixtura” ha sido excelente, positiva.

Permítaseme ser extremista. En casos de divorcio, no hemos sabido que sean porque uno trató de imponer en la otra sus costumbres “comunitarias” o viceversa.

Es claro que nuestro “upbringing”, nuestra crianza familiar – y escolar – influyó en nuestra manera de pensar…pero eso fue ayer.

Entonces: ¿Cuáles son los impedimentos para establecer escuelas comunes para todos los hijos, para todos los infantes y jóvenes judíos?

¿Serán las “hogueras de la vanidad” de los dirigentes o, acaso, el inveterado separatismo de nuestro Pueblo?

¿Pudiera intervenir, como decimos en hebreo, el infausto “la’asot roshem”- dar la impresión – de que somos muy fieles a nuestra tradición? ¿A quién queremos convencer? ¿Deseamos “defender” nuestro judaísmo etiquetándonos?

¿Tenemos el temor de perder nuestra identidad?

Seamos pragmáticos. Nuestro Pueblo no se “absorbe” si nos ocupamos en seguir nuestros principios y Tradición. El lema debe ser “Todas las escuelas para todos nuestros hijos”. Pensemos…