SALO GRABINSKY/DINERO EN IMAGEN.COM

Espero equivocarme, pero a todos los problemas globales y la crisis de seguridad que padecemos se nos va a aunar otro más, a partir de un concepto muy vago llamado “desobediencia civil” por parte de una facción de las mal llamadas izquierdas que agrupan una variedad de agrupaciones, que en vez de estar unidas por un objetivo claro, razonado y que apoye a los más desvalidos del país, se enfrascan en una lucha estéril contra las mismas instituciones que ellos votaron y aprobaron en diferentes reformas electorales. Ahora resulta que éstas no sirven y las vuelven a mandar al diablo. ¡No se vale!

Quiero aclarar que pocas veces me meto en política, terreno pantanoso que no va con mi carácter ni deseos. Sí me interesa, y mucho, buscar un balance más justo entre las clases sociales y grupos que integran este gran país, y en especial para aquellos millones de hombres y mujeres que son el motor de crecimiento y de la creación de empleos productivos, que son los emprendedores y sus familias. No hay manera de salir adelante sin promover a un país, donde se premie a la creatividad, la educación de calidad y se generen los recursos suficientes para una red mínima de bienestar para los sectores más débiles y con eso hacer justicia. Todo en un ambiente de paz interna, de seguridad a la población y aunque la palabra se la adjudiquen todos, de democracia, que es el mandato de las mayorías por medio de elecciones libres y acatando fallos de las autoridades competentes.

No dudo ni por un momento que hubo excesos de todos los partidos, en cuanto a buscar votos mediante gastos dudosos de todo tipo y las quejas que se presentaron en una batalla entre las partes a ver cuál sacaba más provecho mediático. Tampoco tengo el menor problema de que se penalice y fuerte a aquellos participantes que sobrepasaron esos límites o incurrieron en delitos. Se ha aminorado mucho este problema de corrupción de décadas, pero nos falta erradicarlos en las siguientes generaciones. Pero poner a cuestionar toda la elección presidencial únicamente y no las estatales, municipales y las de los legisladores federales es, por decirlo suavemente, un acto de miopía y prestidigitación que nadie lo cree. ¿Cómo puede ser posible que haya grandes triunfos de candidatos a gobernadores de izquierda que nadie en su sano juicio cuestiona y lo mismo los de otros partidos, y en cambio se señalen anomalías de millones de votos no suficientemente comprobados en la elección para Presidente?

Me da coraje que al compararnos con algunos países en Centro y Sudamérica, sin pensar en las democracias europeas, cuando se termina una elección se cuentan rápidamente los votos y esa misma noche ya se sabe quién es el ganador y los perdedores aceptan la derrota y se van a su casa a analizar sus errores.

En nuestro país es la norma tener todo tipo de observadores, autoridades, conteos y reconteos, resultados preliminares y millones de personas encargadas de avalar con su presencia el proceso de votación, así como el espectacular gasto que implica cada elección al erario o lo que es lo mismo, a cargo de los contribuyentes. Y dictaminada la elección vienen cientos de inconformidades y peticiones de nulidad por parte de los perdedores. ¿De qué vale todo este dispendio?

La corrupción es nefasta y hay que eliminarla. La desconfianza y no aceptar veredictos sólo divide y lastima a un país que tiene todo para crecer. Le pedimos a los descontentos que reflexionen y como dice su líder “¡serenense!”, ya que no estamos preparados para más inestabilidad.

Prometo volver a mis temas, pero éste nos afecta a todos, pudiendo ser un problema potencial.