DIARIO DE MALLORCA.ES

David Kaisin era un niño de 12 años cuando la comunidad judía de la isla hacía realidad su máximo sueño: consagrar la primera sinagoga en Palma cinco siglos después de su expulsión de España. De esta hazaña ya han transcurrido 25 años pero David Kaisin, que ahora preside su comunidad, tiene bien guardado en su memoria aquel verano de 1987, fecha en que se inauguró la sede hebrea.

Se emociona al rememorarlo. “La inauguración de la sinagoga en Palma fue un acto muy emotivo porque era la primera en Balears después de 500 años de no poder procesar nuestra religión”, relata. “En aquel entonces me estaba formando para la Bar Mitsvah, que significa hijo de los mandamientos”. Se trata de un rito judío que celebran los varones hebreos a los 13 años, edad en que ya son adultos. Se le iluminan los ojos al contarlo porque tuvo “la gran fortuna” de ser el primero en poder celebrarlo después de todos estos siglos de silencio del legado judío. Un silencio que durante estos 25 años se ha transformado en el valor y la firmeza de todos sus miembros. “El judaísmo es inquebrantable. Lo vivimos con pasión”, sentencia el presidente de la comunidad judía.

Fiestas improvisadas

Antes de estrenar su sinagoga, la comunidad judía en las islas se veía obligada a improvisar sus fiestas y sus charlas en casas particulares o en hoteles. Eran los años setenta cuando muchos ingleses encontraron en Mallorca la residencia ideal para su jubilación. A ellos se sumaron los judíos procedentes de los países del centro de Europa. Eran, cuenta, gente de diferentes orígenes pero con una misma pasión: divulgar la cultura judía en las islas. Sus esfuerzos dieron sus frutos al ver nacer su sinagoga, un centro social y de culto donde cada viernes una treintena de personas acuden a rezar. Pero esta sede también cumple unas funciones sociales: es el centro de reuniones, cenas y celebraciones. Ahora acoge una exposición sobre Mallorca y los judíos y constantemente organizan actividades con colegios para difundir la cultura hebrea, “muy desconocida pese al rico pasado judío que tienen las islas”. Por todo ello, Kaisin resume que “la sinagoga es la consagración de la comunidad judía en Balears y la celebración de la diversificación de las culturas en el archipiélago”.

Abraham Bachilón es uno de los miembros activos de la comunidad judía de Balears. De hecho, durante siete años ostentó el cargo de vicepresidente. Recuerda que los primeros integrantes fueron ingleses pero poco a poco se fue abriendo a otras nacionalidades hasta lograr la “primer generación de judíos mallorquines en la comunidad”.

En la actualidad, David Kaisin explica que los miembros de la sinagoga proceden de cinco orígenes diferentes. Censados, detalla, hay unas 200 personas. “Contamos con israelíes, latinos, ingleses, españoles y mallorquines xuetes que se han interesado por sus orígenes”, especifica el presidente de la comunidad judía de Balears.
Incluso hay mallorquines que se han ido a Israel y, por decreto rabínico, han sido declarados judíos. Hay casos excepcionales como el de Nicolau Aguiló, cuyo gran interés por sus orígenes judíos le llevó en los años setenta a emigrar a Israel y convertirse en Nissan ben Abraham, “el único rabino xueta en Israel”, especifica el líder de la comunidad. Un rabino que viaja con frecuencia a España como enviado para explicar de nuevo la Torah judía.

Una de sus paradas es su isla natal, donde divulga la ley hebrea de nuevo tras la aniquilación medieval. Y una de las personas que recibe estas enseñanzas para aprender las normas de la religión judía es el maestro de la cocina mallorquina, Toni Pinya Florit, un cocinero en camino de retorno al judaísmo. Pinya explica que lleva dos años con los estudios sobre judaísmo y que cada mes asiste a sus clases con el rabino xueta. Relata que descubrió el judaísmo en las cacerolas mientras averiguaba los orígenes de la cocina mediterránea. “Me di cuenta de que la presencia de la cocina sefardí es muy importante en la gastronomía mallorquina”, detalla. “Los crespells son de origen judío”, desvela Kaisin.

Comida ´kósher´

Cumplir las normas sobre la comida es más difícil y caro en la diáspora. No pueden comer cerdo, caracoles, conejo ni marisco. Pinya aprendió a sacrificar a los animales bajo el rito hebreo para que fueran comida kósher (apta para los judíos). De todas formas, la sinagoga procura recibir suficiente género de la península para que sus miembros tengan más fácil cumplir con los preceptos. Eso sí, el cocinero lleva dos años implicándose en la comunidad para adaptar la cocina mallorquina al judaísmo.

Así, sus miembros ya han degustado ensaïmades, coques, panades e, incluso, sobrassada al estilo kósher. ¿El secreto? El cocinero desvela que sustituye el típico saïm por margarina. “Disfruto como un niño pequeño”, reconoce alegre. Desvela que su sobrassada kósher está elaborada a base de carne de ternera. El típico embutido mallorquín tiene un 60% de grasa mientras que el de carne de ternera solo cuenta con un 20%. Para obtener la misma textura, relata el cocinero, se añade aceite de oliva. “El gusto es muy similar. Sobre una puntuación de diez, la sobrassada kósher obtiene un ocho”, concreta.

La importancia de este logro va mucho más allá del acertado gusto. Compara la repercusión de su nueva fórmula a cuando un médico restringe la comida con sal a una persona de 50 años por problemas de salud. “No podemos comer cerdo ni marisco pero como mallorquines nuestras tradiciones culinarias son nuestras tradiciones culinarias. Por eso, muchos nos emocionamos al degustar, de nuevo, la sobrassada kósher”.

Pinya es uno de los miembros que los viernes acude a la sinagoga a rezar. En su interior si luce la kipá pero por la calle aún se resiste “para evitar problemas”. Ha recibido amenazas como cuando se encontró un papel en el parabrisas de su coche con el mensaje: “Puto judío. Ojalá te mueras”. Al tocar este tema se molesta: “Me indigna que a la sociedad de Mallorca, en la que hay mucho mestizaje, le moleste más una kipá que un velo musulmán”.

Por ello, el presidente de la comunidad judía aboga en el 25 aniversario de la sinagoga por trabajar por un presente digno. La represión de la Inquisición, la quema de personas vivas por practicar el culto judío y la injusticia vivida por los xuetes es un pasado negro de la historia. Kaisin insta a girar página y caminar hacia un futuro donde impere la tolerancia, la dignidad y el respeto.