LA RAZÓN.ES

Todo parecía indicar que la cuestión de las tensiones existentes entre Israel e Irán se mantendría dentro de los límites de un pacto tácito, el que marcaba que no se introduciría el tema –y mucho menos un ataque contra esta dictadura islámica– en el curso de la campaña. Desde luego, si tal acuerdo existía saltó ayer por los aires. Benjamin Netanyahu advirtió que Irán estaba a una distancia de tan sólo seis o siete meses de poder fabricar una bomba nuclear y que, por lo tanto, Obama tenía que delimitar puntillosamente el punto a partir del cual actuaría militarmente contra Irán en defensa de Israel.

Efectivamente, en estos momentos, Irán está enriqueciendo uranio hasta un veinte por ciento de pureza, un nivel exigible para los isótopos médicos, pero que también se acerca al de fabricación del arma nuclear. Según un informe del mes de agosto redactado por inspectores de las Naciones Unidas, Irán ya ha almacenado 91,4 kilogramos de ese material con una pureza del veinte por ciento. Para poder fabricar la bomba, Irán necesitaría juntar entre 200 y 250 kilogramos, algo relativamente fácil de conseguir a una media de 15 kilogramos al mes y que incluso podría ser acelerado según las circunstancias.

El anuncio de Netanyahu ha sido realizado además aprovechando el programa de televisión «Meet the Press» de la cadena de televisión NBC. Hablando vía satélite desde Jerusalén, Benjamin Netanyahu volvió a insistir en la necesidad de una «línea roja… antes de que sea demasiado tarde», que significaría, caso de cruzarla Irán, una intervención armada. Preguntado sobre la posibilidad de que Israel pudiera desencadenar un ataque, Netanyahu contestó que semejante posibilidad existía, pero que lo deseable era una acción conjunta que evitara la eventualidad.

El argumento de la Administración Obama en el sentido de que Irán podría contar con todos los componentes para crear un arsenal nuclear, pero que semejante circunstancia no significa que vaya a agredir a Israel constituye un magro consuelo. Desde luego, Susan Rice, la enviada de Obama ante las Naciones Unidas, no ha dado el menor signo de que la política de la actual administración vaya a ir mas allá de las sanciones económicas y diplomáticas. Por el contrario, Rice ha insistido en seguir practicando una política exterior que tiene en cuenta a las Naciones Unidas y a las otras potencias.

El llamamiento directo al pueblo americano introduce un elemento inesperado en la campaña presidencial por varias razones. Netanyahu desechó la posibilidad de que hubiera intervenido en la campaña para ayudar a Romney y señaló que se mantenía respetuosamente al margen. Sin embargo, el impacto de sus palabras no puede minimizarse. Hasta el momento, Obama mantenía una notable distancia por delante de Romney en temas de política internacional que no se había visto reducida por los ataques a las legaciones americanas en naciones islámicas.

Sin embargo, el llamamiento público realizado por Netanyahu obliga a Obama a someterse a un dilema. Hasta la fecha, el presidente se ha negado de manera pertinaz a proporcionar una garantía armada frente a los avances de Irán. Sin embargo, Obama no puede permitirse –y menos en plena campaña electoral– dejar de lado la súplica pública de un aliado como Israel. No en vano, los judíos son votantes mayoritarios e históricos del partido demócrata, tienen un peso notable en el electorado de algunos estados esenciales como Florida y podrían cambiar su voto en el caso de que Obama no sea especialmente receptivo frente a una gravísima amenaza contra Israel. El resultado final de la campaña vuelve a ser nebuloso.