RABINO HAROLD KUSHNER/COMUNIDAD JUDÍA DEL CONDADO DE ASTURIAS

Hace unos años, mi prédica de Iom Kipur se había centrado en la capacidad de perdonar. Al día siguiente, una mujer vino a verme, muy preocupada por el sermón. Me contó que, hacía diez años, su marido la había dejado por una mujer más joven, y había tenido que criar sola a sus hijos.

Y me preguntó, enojada, “¿Y usted quiere que yo le perdone lo que nos hizo?”

Yo le dije: “Sí, quiero que lo perdones. No que lo excuses, no que digas que lo que hizo es aceptable, pero perdonarlo como una forma de decir que alguien que hizo eso no tiene derecho a vivir dentro de tu cabeza, así como ya no tiene derecho a vivir en tu casa. ¿Por qué vas a darle a un hombre así el poder de convertirte en una mujer amarga y vengativa? No se merece ejercer ese poder sobre ti.”

El perdón no es un favor que les hacemos a las personas que nos ofendieron. Es un favor que nos hacemos a nosotros mismos, limpiando nuestras almas de pensamientos y recuerdos que nos conducen a vernos como víctimas y a no disfrutar de la vida.

Cuando entendemos que no podemos elegir lo que otras personas nos hacen, pero siempre tenemos la posibilidad de decidir cómo responder ante lo que nos hacen, nos libramos de esas memorias amargas, y comenzamos el nuevo año limpios y frescos.

¡SHANÁ TOVÁ. GMAR JATIMÁ TOVÁ!