CARLOS LORET DE MOLA/VANGUARDIA.COM

No hay ningún lugar en el mundo más peligroso para el ejercicio del periodismo que Veracruz durante el último año: van ocho asesinatos. Lo diagnosticó la Organización de las Naciones Unidas el 11 de mayo.

En el listado de agresiones posibles contra un informador la peor es indudablemente la muerte. Sin embargo, en la escalera que conduce hasta las balas hay peldaños: el insulto, los golpes, los huevazos, la violencia.

El sábado, dos jóvenes del movimiento #YoSoy132 lanzaron dos huevos a la persona que mejor entrevista en México, la periodista Adela Micha. Uno le reventó en el pecho y el otro logró esquivarlo. El aplomo y humor con que ella reaccionó —“Gracias a todos en Veracruz! Estuvo de huevos!”, puso en Twitter— no hacen aceptable el ataque.

Desgraciadamente, este movimiento ha dejado de ser la fresca sacudida juvenil que obligó a la autocrítica en los medios y revivió una contienda electoral. #YoSoy132 se ha convertido en el brazo golpeador de Andrés Manuel López Obrador. Tiene derecho a coincidir hasta la última coma con el pensamiento de su líder. Tiene derecho a no hacerle una sola crítica. Pero no tiene derecho a volverse ejecutor de sus fobias.

Andrés Manuel López Obrador es el político mexicano que más promueve la violencia contra los periodistas. Es el que menos respeta la libertad de expresión. Lleva casi una década usando todos sus foros públicos –que no son pocos ni están mal financiados– para animar el linchamiento y fomentar la agresión contra los comunicadores que disienten de su manera de pensar. Cuando esto se torna en violencia física, él se abstiene de condenarla, guarda silencio y manda a sus voceros a justificarla:

Su discurso ahora es que a Adela “sólo” le tiraron dos huevos.

¿Qué estaría sucediendo si a alguna de sus periodistas favoritas le hubiera pasado lo mismo? La reacción sería diferente, no me cabe duda. Dicen que bien ganado se lo tienen Televisa y sus conductores. Como uno de ellos, opino que Televisa tiene mucho que repensar tras la contienda electoral, pero no hay disputa que justifique la violencia.

Me parece igualmente grave, y hasta sorpresivo, que este pensamiento dictatorial (disiento, luego golpeo) lo suscriban también ¡algunos periodistas! Cuya solidaridad con Adela aguardará hasta que le pase algo peor.

Afirmar que como ha habido homicidios hay que aceptar huevazos es un argumento que apapacha a los agresores que empezaron con discursos descalificadores, siguieron con insultos por internet, subieron a amenazas en Twitter, llegaron a los asedios en persona, luego a los escupitajos, ya van en los huevazos a una mujer. ¿Dónde pararán?

Los homicidios contra periodistas los hemos condenado vehemente todos —el primer párrafo de esta columna es casi una reproducción textual de cómo presenté ese día la nota principal en mis espacios de radio y televisión—. Pienso que debemos también condenar las agresiones que animan el clima de violencia contra comunicadores y tienen a México como el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo.

SACIAMORBOS

Ella misma me contó ayer que en Twitter ha recibido mensajes de simpatizantes de López Obrador que anhelan que “pa´ la próxima sean balas”.