LA GACETA

Pasó de ser un exitoso hombre de negocios a morir en la indigencia tras gastarse su fortuna en salvar la vida de más de un millar de judíos.

La historia a veces presenta a Oskar Schindler como un empresario sin escrúpulos que aprovechó la segunda guerra mundial para enriquecerse, utilizando en su fábrica de suministros militares mano de obra judía. Hasta cierto punto, esta versión de la historia tiene algo de cierto, pero sería del todo injusta y olvidaría los méritos que le llevó a ser considerado “Justo entre las naciones” por el gobierno de Israel. Salvar la vida a más de un millar de judíos del holocausto nazi es lo que le hizo merecedor de tal reconocimiento.

Schindler fue en realidad un importante hombre de negocios alemán, descendiente de una familia católica de la región de Bohemia. Obligado por las circunstancias, en 1930 se afilió al partido nazi, al igual que millones de alemanes. Schindler, además de ser un hábil hombre de negocios, destacó entre los alemanes por su afición a las fiestas y a las mujeres, lo que le granjeó la amistad de numerosos dirigentes nazis que veían en Oskar Schindler al perfecto anfitrión para organizar una juerga en la Alemania de la posguerra. Fruto de estos contactos Schindler adquirió a buen precio una empresa en Cracovia durante la invasión de Polonia.

La empresa que se denominó Deutsche Emaillewaren-Fabrik, se dedicaba a la producción de utensilios de cocina en tiempos de paz y Schindler la reconvirtió para producir material de campaña en periodo de guerra. Como la mano de obra resultaba cara, Schindler pactó con el comandante del campo de Plaszow, Amon Göth, para que enviara judíos del campo de trabajo a su empresa. De entre los trabajadores, Schindler contó con la colaboración de Itzhak Stern, un habilidoso contable que fue el artífice de que el empresario alemán cambiara su punto de vista respecto a los judíos, más tras observar con sus propios ojos la represión en el gueto de Cracovia. Schindler lo contaba con sus propias palabras: “La persecución de los Judíos en la Polonia ocupada significó que podemos ver el horror que se exterioriza gradualmente de muchas maneras. En 1939, los judíos se vieron obligados a llevar las estrellas en sus ropas, y fueron conducidos y encerrados en guetos. Luego, en los años 41 y 42 hubo muchas pruebas públicas de auténtico sadismo. Con esa gente comportándose como cerdos, sentí que los judíos estaban siendo eliminados. Tuve que ayudarlos. No había elección”.

Schindler consideraba a los judíos “sus hijos” y con el pretexto de que su fábrica “era un empresa vital para el esfuerzo de la guerra”, arriesgo su vida, su empresa y su fortuna en rescatar al máximo número posible de judíos. De ahí nació la famosa ‘Lista de Schindler’.

Más de mil judíos fueron testigos de cómo Herr Direktor Schindler, como gustaban en llamarle sus empleados, utilizó todos sus recursos económicos para rescatar de las cámaras de gas de Auschwitz a todos sus trabajadores, enviados al campo de exterminio para terminar con sus vidas.

A finales del año 44, cuando Schindler trasladaba su fábrica de Cracovia a Brünnlitz, en lo que hoy es la República Checa, sus empleados fueron trasladados por error a los campos de Auschwitz y Gross-Rosen. Junto a su secretaria, Oskar Schindler acudió con la famosa lista a los campos de exterminio y pagó y sobornó cuanto hizo falta para rescatar a esos mil judíos de las cámaras de gas. Es el único caso en la historia del holocausto en que un grupo tan numeroso de personas salvó la vida pocos instantes antes de ser masacrados.

Abraham Zuckerman, uno de los supervivientes, relataba de la siguiente manera la ayuda que les brindó el empresario alemán: Sólo se salía de Auschwitz de una única forma… ¡por la chimenea! Nadie nunca salió de Auschwitz. Pero Schindler sacó a 300 personas…”