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Residente en España desde hace 50 años, Laurence Franks, preside la organización no gubernamental ecológica, presente en 39 países que lleva desde 1901 luchando por un Israel en verde. El Fondo Nacional Judío ( Keren Kayemet Le Israel) aboga por la utilización eficiente de los recursos naturales. Comenzó a trabajar en España en 1987 de manos de Franks.

Laurence Franks recorrió ayer distintos foros para concienciar a los gallegos de la necesidad de una implicación directa en la lucha contra los incendios forestales. Por la mañana, interviniendo en la Escola de Enxeñería Forestal, y por la tarde, ofreciendo una conferencia en el hotel México, invitado por la Asociación Galega de Amizade con Israel, Franks compartió la experiencia de su pueblo a lo largo de un siglo para reforestar un desierto.

¿Cuál es el secreto para convertir un desierto en un jardín?

Lo principal es el espíritu del pueblo, la ayuda de cada uno de los ciudadanos, pero también la implicación absoluta del Estado, en la creación del proyecto, apoyando la investigación que es el futuro de los países. Pese a la guerra y a los ataques hemos conseguido convertir un desierto en un jardín con más de 240 millones de árboles.

¿Ese cambio de paisaje ha supuesto un cambio en el clima?

Desde luego. Es un efecto dominó: los árboles traen agua, que genera pueblos que producen riqueza.

Donde antes no había nada, ¿qué se planta?

Depende del terreno. Hay encinas, frutales, pinos. Pero para que se mantenga es necesario seguir plantando con la colaboración del pueblo para evitar los incendios, algo que aquí no hay. Como los gallegos no se conciencien de lo necesario de la reforestación dentro de poco en vez de bosques tendrán desiertos como en Murcia o en Almería. Tienen que reaccionar o será tarde.

Antes dijo que era necesaria la implicación del gobierno, ¿cree que las políticas forestales gallegas son las actuales?

No. Hay que tener visión de futuro y los gobiernos deben que practicar con el ejemplo. La crisis no puede ser excusa para no invertir en investigación o no favorecer la reforestación. Cuando en un incendio provocado arden 5.000 árboles, nosotros plantamos 10.000. De lo negativo tiene que salir algo positivo.

Además del esfuerzo popular, ¿cuánto cuesta mantener esa franja verde en Israel?

Resulta caro. Una parte la finanza el gobierno y otra los fondos que aportan los ciudadanos de Israel y los judíos residentes en 39 países del mundo. Desde 1901 en todos lo hogares judíos hay una hucha para recaudar dinero primero para comprar tierra para nuestro pueblo y después para reforestarla. El espíritu de esta asociación es convertir lo malo en bueno: cuando asesinaron a Fernando Mújica plantamos un bosque de 20.000 árboles e inauguramos otro por los 13 bomberos muertos en los últimos incendios forestales de España. Podemos tener nuestros defectos, pero la unión de los judíos hace nuestra fuerza.