Artículo de julio de 2012

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

El arrollador triunfo del PRD en la Ciudad de México, obtuvo más del 60.0% de los votos para Jefe de Gobierno, la mayoría en la Asamblea Legislativa y en delegaciones políticas, indica, por una parte, un gran resentimiento de la población capitalina hacia el sistema federal y que la demagógica campaña electoral de ese partido fue convincente y efectiva, no sólo entre las masas de bajos ingresos, sino también en amplios grupos estudiantiles, de profesionistas, e incluso, de pequeños y medianos empresarios, y por otra, que los electores no tienen memoria y han pasado por alto las corruptelas de López Obrador y de sus principales colaboradores; el caos vehicular; los mega baches; la plaga de ambulantes; la basura esparcida en cada rincón de la ciudad; las bases de camiones que entorpecen el tránsito; el desmedido crecimiento inmobiliario, sin respeto de los reglamentos de construcción; la contaminación ambiental y el ruido ensordecedor; la violencia de la delincuencia; la insuficiencia de servicios públicos; entre otros numerosos problemas que cada vez hacen más inhabitable el Distrito Federal.

Ex priistas se han refugiado en las filas del PRD y el PT para “agarrar un hueso” en el Distrito Federal y en otros estados de la República; en este sentido, resulta inverosímil que el gobernador electo de Tabasco, ex miembro del PRI, calificara a López Obrador en los noventas de “Líder de la industria de la reclamación” y ahora sea uno de sus comparsas en el PRD. En este contexto, la preocupación de la ciudadanía no sólo es López Obrador y su falso lenguaje ni sus aires de pureza, también existe inquietud por el regreso del PRI a los Pinos, partido que pretende haberse renovado, empero, todo el mundo sabe que no se ha desprendido del sistema corporativo de corruptelas que ha utilizado durante décadas. En México hay un profundo deseo de justicia y de recuperar la paz que le arrebató a la población la violencia de la delincuencia. La ciudadanía quiere que el gobierno termine con las políticas que sólo benefician a los poderes fácticos; que se castigue a los políticos y funcionarios públicos que con falsas poses de pureza y de honradez, engañan a la gente y no escuchan sus reclamos. En este marco, México precisa de un sistema político que reconstruya el deteriorado tejido social; requiere que el país “no sólo funcione, sino que prospere”.

A su vez, la clase empresarial tendrá que demandar con firmeza al gobierno las reformas estructurales que de una vez por todas hagan más competitivo a México; exigir una estrategia que con inteligencia combata a las mafias criminales y a los sindicatos que mantienen al país como rehén. El gobierno no puede seguir soslayando los graves problemas que experimenta México, el riesgo de no superarlos a la brevedad, será caer en una nueva crisis, que quizá de todas maneras no pueda evitarse por el impacto del complejo entorno que vive la economía mundial; sin embargo, sí podría atenuarse.

Igualmente, resulta vital el completar la reforma política iniciada hace más de 5 lustros a fin de proseguir con el desarrollo democrático que se generó con la alternancia del poder en el 2000; a la vez, se necesita terminar con los políticos improvisados y fortalecer a las organizaciones partidarias. La ciudadanía desea ser tomada en cuenta en las decisiones del gobierno.

Si bien, el presidencialismo ha quedado acotado, los gobiernos de los Estados, de alguna forma, lo han sustituido sin beneficio real para el sistema político en su conjunto; por el contrario, la dispersión del poder ha dificultado la toma de decisiones nacionales, entre otras, la lucha contra el narcotráfico. Analistas políticos consideran vital establecer un nuevo esquema efectivo de gobernabilidad, que antes que nada, facilite concretar las reformas estructurales que durante décadas se han pospuesto, lo que ha dificultado un avance sostenido de la economía y consecuentemente producido un amplio rezago social.

México, en aras de la estabilidad, no puede permanecer en la inmovilidad y la mediocridad. Asimismo, no debe acostumbrarse a “una normalidad en la violencia”; resulta fundamental restablecer el estado de Derecho y salvar las profundas carencias que la población ha experimentado por décadas.

La problemática de México está sobrediagnosticada, existe una clara visión de lo que hay qué hacer para establecer un dinámico modelo de crecimiento con equidad social; además de decisión política para implementar nuevas estrategias de desarrollo, es fundamental poseer los recursos para concretarlas; en la coyuntura no hay margen para ampliar el déficit público o incrementar el límite de la deuda pública hay que fortalecer las fuentes de ingresos en un marco de completa transparencia, alcanzar la mejor asignación del gasto, y no depender de los volátiles recursos provenientes del petróleo; este “es un tema de sobrevivencia”. Así, la primera gran tarea de la nueva administración tendría que ser una reforma hacendaria.