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En el número 15 de la calle Salzburger Vorstadt de una pequeña localidad austriaca fronteriza con Baviera, la casa natal de Adolf Hitler se mantiene vacía. Solo una roca grabada recuerda al fantasma del líder nazi en Braunau am Inn. “Por la paz, la libertad y la democracia, nunca más fascismo. Millones de muertos lo advierten”.

El dictador que ensalzó la ‘raza aria’ hasta originar la peor guerra que ha vivido el mundo sigue causando problemas después de muerto. El Ministerio del Interior se deja cada mes 4.700 euros por alquilar la casa a una señora jubilada, según el diario austríaco Kurier. Las autoridades intentan evitar así que el antiguo hogar de Hitler se convierta en un lugar de peregrinación y culto neonazi.

Un taller para personas con discapacidad ocupaba la casa amarilla de dos pisos en una estrecha calle de Braunau hasta hace poco. Pero al preguntar el periódico Der Standard al alcalde de la localidad por el uso que se podría dar a las habitaciones vacías, éste contestó que “sería más fácil transformarlo en viviendas” que dedicarlo a un monumento conmemorativo del horror que causó Hitler.

Hitler vivió sus primeros tres años de vida en esta casa de la localidad austríaca de Braunau.”Estamos estigmatizados. Hitler vivió [solo] los tres primeros años de su vida aquí (…). No estamos dispuestos a asumir la responsabilidad del estallido de la Segunda Guerra Mundial”, declaró Johannes Waibacher.

La idea que trascendió a mediados de septiembre por la citada entrevista cayó como un jarro de agua fría sobre una parte importante de los ciudadanos y políticos autríacos. Advierten que de emplearse para viviendas, se podría provocar justo lo que el Estado austríaco lleva años tratando de evitar: la invasión y ensalzamiento de neonazis.

Algunos preferirían que la casa natal de Hitler se empleara como un lugar monumental, para advertir de los peligros de las ideas próximas al nazismo. Otros proponen directamente que se destruya el edificio, informa Der Spiegel. Gerlinde P., la dueña de la casa, mientras tanto sigue alquilando la edificación del siglo XVII al Estado con la mejor pensión que probablemente habría podido soñar jamás de haber sido cualquier otro ciudadano medio de Braunau am Inn.