*SAMUEL SCHMIDT, PARTE I

El chiste es la manifestación mas importante del humor político, es tendencioso e intencional, es hostil y puede ser obsceno porque está destinado a producir desnudez. “Sólo aquellos chistes que poseen una tendencia corren peligro de tropezar con personas para las que sea desagradable escucharlos” (Freud 1973: 79).

Su obscenidad consiste en que buscan “desnudar” a los políticos despojándolos de su pretendida superioridad. En el párrafo que sigue a continuación, tomado del libro de Freud (1973: 87), he decidido reemplazar la palabra sexual por político para mostrar el valor del desnudamiento:

“El chiste es como un desnudamiento de la persona de diferente política a la cual va dirigido. Con sus palabras obscenas obliga a la persona atacada a representarse la parte del cuerpo o del acto a que las mismas corresponden y le hace ver que el atacante se las representa ya. No puede dudarse de que el placer de contemplar lo político sin velo alguno es el motivo originario de éste tipo de chistes.

Retrocedamos ahora, para lograr un mayor esclarecimiento, hasta los fundamentos de esta cuestión. La tendencia a contemplar despojado de todo velo aquello que caracteriza a la política es uno de los componentes primitivos de nuestra libido. Probablemente constituye en si mismo una sustitución obligada del placer, que hemos de suponer primario, de tocar lo político. Como en otros muchos casos, también aquí la visión ha sustituido al acto.”

Así como el sexo es reprimido y forzado al espacio de las normas sociales aceptadas, el conocimiento de la política es ocultado de la percepción social forzando a la gente a aceptar las decisiones de los políticos. La política como asunto público se le oculta a la sociedad y se convierte en algo privado que sucede en el espacio de los políticos. Esta es una distorsión fundamental que refuerza el efecto del humor: los políticos han despojado a la sociedad de la representación de lo público y lo han convertido en un juego privado que se maneja en relaciones entre ellos, acuden inclusive a negociaciones secretas y sin embargo reclaman una aceptación social y legitimación de sus acuerdos.

Sexo y política están ocultos a la vista del individuo común y corriente y este ocultamiento provoca frustración. Uno de los riesgos de la democracia consiste en sustituir a “el pueblo” por “los políticos” lo que suele suceder cuando las maniobras políticas se llevan a cabo en secreto. Estas maniobras pueden incluir el proceso de nominación de candidatos, las negociaciones congresionales o inclusive el extremo de negociar resultados electorales. El ciudadano promedio usualmente se enfrenta con desmayo a la decisión resultante de tal negociación cuando esta ha sido tomada.

Algunas veces se le solicita ratificar con su voto la decisión, pero eso es cuando tiene poca o nula capacidad de influir sobre el proceso político, lo que lo frustra.

La nominación de Dan Quayle como candidato a la vice presidencia de Estados Unidos en 1988 es un ejemplo clásico. Es muy posible que la revelación del impacto de la influencia económica para establecer la carrera de Quayle haya irritado a algunos en Estados Unidos, porque destruyó la imagen de la democracia como un juego abierto con oportunidades igualitarias. Esto en parte –además de su proverbial ignorancia- explica el gran número de chistes que se le hicieron a este personaje. Igualmente es el caso de Dick Cheney vicepresidente (2000) quién encabezo a Haliburton, una empresa que se ha beneficiado de grandes contratos en Irak y que esta envuelta por aires de sospecha por malos manejos y abusos económicos, aquí se repite la historia del poder del dinero y la respuesta humorística donde los chistes sugieren que quien verdaderamente gobierna es Cheney y no George W. Bush.

El sexo y la política deben ser tocados y revelados para sobreponerse a la frustración. Los chistes ayudan de la siguiente manera:

1) El chiste es una manifestación espontánea, una conducta involuntaria y aunque su efecto inmediato puede considerarse efímero, su efecto más valioso es que genera placer, y su expresión hilarante genera una expulsión de energía que causa relajación. Con esto el chiste tiene una gran ventaja en contra de la política: esta al ser solemne no puede generar efectos sociales gratificantes.

2) Visto individualmente, el efecto agradable[1] del chiste tiene una duración corta, pero enfocado socialmente, éste efecto se magnifica, porque el chiste se transmite y generaliza dando lugar a una manifestación social prolongada, mientras que el placer que aporta la política se restringe solamente a los iniciados que pueden extraer algún placer de ella. Si bien el placer político llega a ser libidinoso es bastante diferente del que otorga el humor, porque es egoísta al estar reservado para el político, mientras el placer del chiste aunque es efímero se socializa.

3) El chiste es una forma de enfrentarse a la realidad y en especial a su parte más cruda. Es una expresión catártica y también un acto de autodefensa contra el abuso de poder.

4) Lo chistoso esta determinado en gran medida por el contexto cultural (Véase la discusión de Freud sobre lo chistoso de la palabra Famillionar y su connotación en una sociedad capitalista). El chiste se basa en valores y símbolos culturales que muchas veces no han sido transmitidos a otras culturas. Esto ha generado caracterizaciones como “el humor inglés” y provoca con frecuencia que se cuente un chiste en otro contexto cultural o social y en lugar de risas se reciban caras de asombro o de pasmo. La cultura política determina la comicidad en los chistes políticos.

5) El chiste en general tiene un ciclo en el cual pasa del florecimiento, a la decadencia y luego al olvido (Eastman 1972: 31). La mayoría de los chistes sigue este patrón, aunque algunos de ellos registran una vida mas larga y traslado geográfico y cultural. Siguiendo a Bergson (1973: 72-73) uno podría considerar que el chiste tiene una dinámica donde “un efecto que se propaga acrecentándose, de modo que la causa, insignificante en un principio, alcanza, mediante un progreso necesario, un resultado tan importante como inesperado.” El chiste político muchas veces tiene una vida corta porque son personalizados contra el jefe de Estado pero esta se alarga cuándo el chiste es transportado a otra cultura o a otra época.

El chiste político fuerza alegóricamente la repetición de un evento y recuerda incesantemente su aspecto cómico, por eso cuándo el sujeto del chiste se refiere a una condición sistémica, como la falta de libertad, la realidad que el chiste crítica se preserva y es fácilmente transmitido a otras culturas con problemas similares. Los chistes sobre la falta de libertad se entienden fácilmente, porque siendo esta un valor universal, al ser pisoteada el chiste es claro y la opresión despierta simpatías. Banc y Dundes (1986) siguieron la ruta de los chistes en los países comunistas y les encontraron repetición en distintos países y una vida larga porque las distintas sociedades sufrían de las mismas condiciones políticas.

*”En la mira”: Editorial Tauro, 2006