ESTHER CHARABATI

“A plena luz, camino por la sombra”
PabloNeruda

Ningún estado de ánimo convoca tanta oposición como la tristeza. Apenas borramos la sonrisa y la gente se siente con derecho a intervenir en nuestras vidas: “¿Qué te pasa?”. A nadie le gusta presenciar la tristeza porque es contagiosa, porque hace pensar en los miles de motivos que existen para estar triste y porque ver el dolor, duele. Sin embargo, la tristeza alguna vez estuvo de moda, de la mano de la melancolía;recordemos el taeduim vitae de los griegos y el romanticismo que valoraba la tristeza por provenir de lo más profundo del ser humano.

En cambio la alegría parecía superficial, tonta,popular: cualquier hijo de vecino podía estar alegre y reír todo el día. Era vulgar.

Hoy las cosas son diferentes. El signo de nuestra época es la alegría, el entusiasmo,las ganas de vivir. Las sonrisas acechan desde los maniquíes, los anuncios espectaculares, los comerciales. Están en boca de todos los edecanes, los vendedores,las recepcionistas. Todos queremos que nos atiendan con una sonrisa en la boca,negando los problemas, fingiendo que les alcanza el sueldo, que la vida les resulta fácil.

Y sin embargo… existen motivos de tristeza, de melancolía o de añoranza, y no siempre queremos disfrazarlos: a veces insistimos en vivirlos hasta el fondo,agotarlos. Ahora lo llaman depresión. De acuerdo: queremos deprimirnos porque tenemos buenos motivos para ello, estamos decididos a sufrir porque nuestra pena lo amerita aunque los demás no quieran verlo, aunque hagan todo lo posible por alegrarnos. No nos queremos animar porque estamos viviendo una pérdida ouna decepción, o simplemente caímos en un bache y necesitamos tiempo y energía para salir de ahí.

¿Quién dijo que los seres humanos tenemos vocación de castañuelas? “Sonríe y el mundo estará contigo” nos dicen los fans de Dale Carnegie que llevan décadas promocionando la sonrisa como sinónimo de fe y de esperanza, una sonrisa idiota que se utiliza como contraseña para ser aceptados entre los vivos.

Pero hay días en que el mundo no está con nosotros, por lo menos no como quisiéramos.Días en que el dolor duele tanto que no podemos ubicarlo en ningún lado para extirparlo de raíz. En que dormimos sólo para ver si la pena se desvanece o se confunde con los sueños. O lloramos, para que el dolor se vaya diluyendo, para erosionar el sufrimiento con nuestras lágrimas, para sacarlo todo. Otras veces hablamos y hablamos sin parar, torturando a quien nos escucha con la misma historia mil veces contada, con todos los matices y todos los detalles. Y si no podemos dormir, ni llorar, ni hablar, entonces nos endurecemos y nos callamos.Y la tristeza sale a través de gritos, de agresiones pasivas, de desconfianza,de mezquindades. Sale como un huracán o como una llovizna, arrasándolo todo o desgastándolo… y poco a poco va cediendo frente a la alegría que prometen nuevos proyectos.