SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO

Cuando llegué a Jerusalem como estudiante llegué a casa de la tía de mi mama mientras buscaba un cuarto para vivir. El mismo día, nada más entrar a su casa me preguntó si quería yo desayunar, yo respondí que ya lo había hecho y ella me preguntó si quería yo desayunar de nuevo. Ella seguramente sabia que yo no había desayunado suficiente y que solamente con el toque de su mano quedaría yo satisfecho.

No obstante que la tía Tzipora y el tío Tzvi vivían de una modesta pensión de empleado de correos, ella se desvivía para que tú no sufrieras las penurias europeas y la pobreza en que la persecución en el holocausto sumió a las familias judías- incluida por supuesto la de ella/nuestra que en gran medida no logró sobrevivir.

Desde niño escuché las historias sobre las dificultades para tener comida sobre la mesa todos los días, la admonición de te comes lo que hay en el plato y la confesión de mi madre sobre como en algún momento había dificultad para comprar pan. Con el tiempo logramos entender que la economía familiar pasaba por el tamiz de la madre, que fungía como administradora eficiente.

Descubro que en el fondo que todas las madres son madres judías, si por esto consideramos que la madre judía te da de comer tengas o no tengas hambre, o que te tiende una trampa lógica por excelencia que es imbatible:

– ¿Quieres comer un poco mas?
Tú respondes:
– No.
– ¿No te gustó?
– Si.
– ¿Entonces por que no quieres más?

Si todas las madres son madres judías, ¿qué es lo que hicieron para que su contribución fuera el reflejo de una designación universal? La respuesta me elude aunque no el reconocimiento de su singularidad.

En realidad las madres judías son sabias. Saben si tienes frío, hambre y hasta opinan políticamente. Mi madre, a sus más de ochenta años ha desarrollado un radicalismo muy refrescante. Yo me preocupo porque su malestar frente a la corrupción y el mal gobierno le causa unos enojos que espero no le provoquen un infarto. Pero hay que recordar que las madres judías son fuertes, tienen que soportar al padre judío, que es una calamidad como muy bien lo dibujó Kafka en su memorable Carta al padre. Y por supuesto tolerar a los futuros padres judíos que se acomodan bajo su manto.

Es la reproducción de un mundo que no se va y qué bueno que no lo haga.

Ahora veo a mi hija cómo despliega sus habilidades de madre judía sobre su hija y vaya usted a saber, tal vez éste sea uno de los destinos de la humanidad que no desaparezcan.