LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

De los males, el menor

El pasado 25 de noviembre fue el cumpleaños de mi hermana Java. Ha llegado a 69 años; toda una proeza al considerar que hace dos años “lo celebró” en un hospital, cinco días después de que le extrajeron la laringe invadida por el cáncer. Para mí fue una experiencia muy difícil, sentí que perdía a mi hermanita de la infancia, con la que jugaba todos los días y desde aquel entonces hemos tenido una relación de cariño y respeto indisoluble.

En momentos tan profundamente existenciales, el filósofo David Hume se preguntó ¿cómo conciliar la existencia de un Dios bueno y todo poderoso, con la existencia del mal en el mundo?… Si el cáncer es un mal, en este caso el Dios bueno ayudó a mi hermana para superarlo. Creo que simultáneamente existe un Dios malo, el que dejó morir a seis millones de judíos en el Holocausto; es cuando los judíos se cuestionaron ¿Nos abandonó Dios? Es posible, empero, los judíos nunca han abandonado a Dios.

En la etapa post-operatoria de mi hermana, mi hija Regina y mi hijo Natan la apoyaron emocional y económicamente. También lo hicieron muchas amigas que ella ha cultivado por décadas; la familia y las amigas fueron un acicate para que Java “le echara ganas a la vida” y pudiera salir adelante. Afortunadamente el cáncer no ha vuelto a brotar, y aunque su vida es difícil, porque entre otras cosas, se tiene que auxiliar de una cánula para hablar, muestra optimismo. Con el tiempo los hijos se olvidan que una persona convaleciente como Java, que necesita un apoyo permanente; es triste que la vean a distancia.

Afortunadamente sus amigas siguen correspondiéndole de manera continua; de mi parte tiene un apoyo incondicional, aunque de acuerdo a las difíciles circunstancias que he vivido derivadas del desapego de mis hijos; pienso que hoy en día un gran número de hijos no perdonan el hecho de que sus padres envejezcan, consideran a esta etapa de la vida como una enfermedad, o peor aún, como un delito.

Ciertamente, recuerdo que hace cuatro años le hablé por teléfono a mi hija mayor para felicitarla por su cumpleaños; se encontraba de vacaciones con su familia en Miami, le expresé el tradicional deseo judío de que viva hasta 120 años; me contestó que no quería vivir tanto ¿ para qué? La vida es un don preciado de Dios; la existencia del ser en el mundo, es un momento fugaz de la evolución del universo, decían los mayas en su libro sagrado. La vida terrenal la decide Dios.

En el reciente descubrimiento de la lápida de Velvele, mi pupilo en la organización juvenil Ijud, el rabino oficiante, dijo: cuando nacemos ya cargamos nuestra lápida, la fecha de la misma está en manos de Dios. El desapego de los hijos a la familia es un tema que comento con amigos y extraños, porque es frecuente este hecho en la sociedad moderna; el alejamiento de la familia es una manera eufemística de llamar a un fenómeno que involucra egoísmo e ingratitud; es una especie de actitud autista, que como decía el ex presidente Carlos Salinas, “ni los oigo, ni los veo”. Bien comentaba el casi centenario actor judío, Kirk Douglas: “el respeto y el amor a los padres no se debe perder por ninguna razón, a ellos les debemos todo; por más errores que hayan cometido, y hayan hecho lo que hicieron, les debemos perdonar todo, no nos alcanza la vida para pagarles, estamos vivos por ellos, y somos lo que somos por ellos”.

Dejo por el momento estas reflexiones que tanto me preocupan, para continuar el relato de mi vida, que en la pasada Crónica se centro en la formación de mi nuevo hogar. El entorno de crisis que vivía México a mediados de los años setenta del siglo pasado, sirve para este propósito. El modelo de desarrollo seguido por México “hizo agua”, frente a un sistema económico en el que un gran número de países se abrían al exterior y el mundo se globalizaba; en México, el gobierno del Presidente Luis Echeverría, mantenía cerrada la economía; promovía desmesuradamente el crecimiento del gasto público y la burocracia, así como un sistema de subsidios y controles de precios y un tipo de cambio fijo de la moneda, que finalmente provocó una macro devaluación en 1976, después de tener una paridad fija durante 22 años.

México entró en un círculo vicioso de inflaciones y devaluaciones que agotaron las reservas internacionales en el Banco Central, aumentando el endeudamiento externo del sector público de manera extraordinaria. La participación directa del gobierno en la económica se acrecentó considerablemente vía el establecimiento de empresas paraestatales, fideicomisos y otras entidades, y con ello, la ineficiencia productiva y la corrupción; llegaron a los más altos niveles.

Las políticas populistas y anti empresariales del Presidente Echeverría, eran la nota diaria; expropio tierras agrícolas y ganaderas trabajadas exitosamente y las fraccionó y entregó a campesinos para convertirlas en tierras de autoconsumo poco eficientes.

En política exterior, Luis Echeverría tuvo desaciertos imperdonables, entre otros, su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el cual equiparó al Sionismo con el racismo. La respuesta se dejó sentir de inmediato, los cabilderos judíos en el Congreso de EUA presionaron para que los flujos turísticos a México menguaran de manera importante, al igual que la inversión extranjera directa, aunque esta bajó en menor proporción.

Las fallidas políticas instrumentadas por Luis Echeverría, junto al autoritarismo que ejerció, detonaron un descontento social generalizado; de hecho, Luis Echeverría, como Secretario de Gobernación del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz, fue pieza clave para la represión del movimiento estudiantil de 1968 que causo miles de muertes.

En este entorno de crisis que vivía el país, propuse a mi jefe en el Banco en el que laboraba, que sería conveniente atisbar lo que sucedía en las economías de Argentina y Brasil, que ya tenían tiempo viviendo situaciones de hiperinflación y estancamiento económico. En 1975 me autorizaron realizar un viaje de estudio a ambos países, a fin de tener elementos de juicio de las políticas preventivas que México debía llevar acabo para moderar los impactos de la hiperinflación y el estancamiento económico, y a la vez, el papel que el Banco podría desempeñar en ese entorno e instrumentar medidas pertinentes para evitar cuantiosas perdidas en su patrimonio.