Artículo de julio de 2012

LUIS GERARDO C.

Hace poco tiempo conocí a Rebeca. Una mujer activa en las actividades de su templo con un hijo joven que asistía diariamente a una escuela judía. Para los miembros de la comunidad y también de los rabinos, Rebeca, vivía una vida feliz, plena, y era ejemplo de un exitoso matrimonio judío. Pero la historia cambiaba cuando ella llegaba a su hogar. Su esposo, considerado como una respetable figura pública y un prominente miembro de la sinagoga, sirviendo y ayudando en asuntos de la comunidad judía, era el miedo más grande que Rebeca podía tener.

Rebeca, sufría una brutal violencia, física, mental y sexual dentro de su propio hogar, un hogar judío. Mujeres como Rebeca no están solas, diversos estudios en comunidad judías a lo largo del mundo, nos enseñan que muchas mujeres judías experimentan abuso por parte de su pareja. Discusiones rabínicas acerca de parejas abusivas datan de mucho tiempo atrás, confirmando que la violencia en los hogares judíos no es un fenómeno nuevo.

Aun en estos tiempos, víctimas de la violencia domestica -judías y no judías- suelen sentirse solas y avergonzadas, culpándose y responsabilizándose por la conducta violenta de sus parejas, y lo más delicado, tomando responsabilidad, por lo que posiblemente ellas hicieron mal en su relación. Muchas mujeres judías observantes, bajo el principio de Shalom Bayit (Paz en el hogar) son obligadas a regresar a su hogar y forzadas a arreglar el problema.

Para entender esta problemática, tenemos primeramente que entender qué es el abuso. Siendo este una conducta violenta de “poder” y “control” en una relación, donde una persona, por medio de intimidación, miedo y malos tratos maneja a su conveniencia a otra persona. Las relaciones abusivas muchas veces contemplan abuso verbal y físico, como; insultos, amenazas, golpes, humillación, manipulación, así como violencia sexual.

El peligro de un abuso radica en la complejidad con la que este fenómeno es entendido. La mayoría de los agresores, fuera del hogar donde tienen conductas violentas, reflejan ser personas amables, cultas, que inspiran confianza, y en muchos casos, suelen ser personas muy religiosas dentro de la comunidad. Mientras las mujeres son las más afectadas, existe una tendencia que indica que el abuso también puede ser sufrido por hombres.

Pero, ¿qué nos enseña el judaísmo en estos temas? La Torá nos enseña que la vida es lo más valioso que un humano puede obtener, al ser el regalo principal de D-os para su creación. El herir a otro ser humano es ir en contra de la voluntad de D-os, al contradecir el principio que dice que todos somos imagen y semejanza de él.

La ley judía prohíbe estrictamente todo tipo de abuso, incluido el sexual y la violencia en el hogar. La tradición judía nos enseña que toda humillación hacia otra persona es igual de grave que el derramamiento de sangre; este principio reconoce que el abuso emocional es también una forma severa de violencia. Muchas personas dentro de nuestra comunidad menosprecian el abuso verbal, pero Onat Devarim, o la agresión psicológica, es una de las caras más fulminantes de la violencia.

Muchas de nuestras madres judías o padres judíos que sufren abuso, olvidan un principio muy importante en la ley judía, la cual nos dice, que una persona que sufre violencia dentro de su hogar tiene la libertad de abandonar a su agresor (Pikuaj Nefesh). Muchas víctimas sienten pena y vergüenza de admitir que existe violencia dentro de su hogar, muchas veces sintiendo que al admitirlo, traerán vergüenza a su familia y a su comunidad. Tenemos que entender que la conducta de nuestras parejas no es nuestra culpa.

Algunas recomendaciones que se pueden dar a todos y todas aquellas personas que sufren violencia, son:
.Valorar nuestra seguridad: no se puede estar bien con nuestra fe y nuestro espíritu si nuestro cuerpo está en peligro. El principio más sagrado de nuestra ley judía; Pikuaj Nefesh, el salvar una vida y que mejor que salvar la nuestra. .Encontrar una alternativa de hogar: si tú casa no es un ambiente sano, lo mejor es encontrar un lugar donde podamos estar en paz.
.Proteger a nuestros hijos, y no permitir que la violencia sea un ejemplo a seguir para ellos.

Pero lo más importante, rompe el silencio, y confía en ti mismo. Si bien la violencia es un problema muy grave, con la ayuda de tu familia, buenos amigos y de tus Rabinos, este problema será resuelto lo más rápido posible.