JOSÉ RUBINSTEIN/EXCELSIOR

Este es el tercer sexenio consecutivo en que impregnado de genuino ánimo inaugural, el flamante gobierno federal decreta programas de austeridad, esta vez con la reducción salarial de 5% para mandos altos y medios de la administración pública federal, así como congelando contrataciones de personal eventual o por honorarios.

Vicente Fox se comprometió a combatir el gasto corriente y la nómina burocrática, para finalmente terminar incorporando al mismo más de 700 mil millones de pesos del excedente petrolero. Felipe Calderón en su original decreto de austeridad, redujo 10% tanto su salario como el de la alta burocracia, concluyendo su mandato con un ingreso personal —el de jubilación de por vida— 35% superior al inicial.

Al abordar el tema público entre el decir y el hacer, me surge el ejemplo de vida de un personaje actual a nivel continental cuyo proceder muestra que la austeridad y la coherencia no únicamente son materia de discurso ni tampoco una moda pasajera: José Alberto Mujica.

Pepe Mujica —77 años—, hombre congruente entre ideales y actitudes, quien no eligió ser pobre, simplemente decidió ser feliz a su modo. Guerrillero tupamaro, seis veces herido, cuatro veces encarcelado durante casi 15 años de su vida en tiempos de la dictadura uruguaya —1973-85—, tras ser amnistiado fue electo diputado, luego senador y desde 2010 es el Presidente de Uruguay.

Pepe Mujica, austero y campechano, 90% de su salario de 250 mil pesos uruguayos lo destina parte a ayudar a su partido y otra a la construcción de vivienda popular. Presidente que se rehusó a habitar la residencia oficial del barrio del Prado, proponiendo que ésta fuese destinada a alojar a indigentes. Es más, Mujica vendió la residencia oficial de Punta del Este al Banco República en el equivalente de dos millones de euros, destinando los recursos para la edificación de viviendas.

Pepe Mujica, junto con su esposa, continúan viviendo en su modesta chacra —granja— en la cual se han dedicado al cultivo de flores. Con respecto a su limitado ingreso, Mujica declara: “Con ese dinero me alcanza y me tiene que alcanzar, hay otros uruguayos que viven con mucho menos”.

La única propiedad que tiene el señor presidente es un viejo Volkswagen modelo 1987. El vehículo oficial que transporta al primer mandatario es un Chevrolet Corsa. Mujica ha anticipado su voluntad de donar a causas populares lo que le corresponda por concepto de jubilación presidencial.

Personaje sin corbata que no utiliza tarjetas de crédito ni tiene cuentas bancarias y cuya asistencia a loncherías, pizzerías y bares del rumbo del centro de Montevideo es habitual.

Tiene razón Andrés Oppenheimer al opinar que los países corruptos son casi siempre producto de gobiernos corruptos. Éstos, al robar, envían el mensaje de que todo es válido, por lo que la gente concluye “si lo hace todo mundo, porque no lo voy a hacer yo”. No es casual que Uruguay figure año tras año entre los países menos corruptos. La evaluación más reciente de Transparencia Internacional arroja que Uruguay está colocado con Estados Unidos entre los 20 países menos corruptos del mundo. En dicha evaluación, México ocupa el indeseable sitio 105 entre 176 países.

Seguramente aplicando mayor disciplina y racionalidad en el gasto gubernamental de manera consistente, junto con la requerida sobriedad de los servidores públicos, entonces sí estaremos en condición de equiparar el decir y el hacer.