HERMANN TERTSCH/ABC.ES

Ha vuelto a pasar, como siempre que se abate una desgracia sobre la sociedad norteamericana. Ha vuelto a pasar en toda Europa, como siempre. Pero, también como siempre, ha sido en España donde este fenómeno alcanza la categoría de alarde del ridículo.

Ya sabemos que Europa nunca perdonará a EE.UU. todos los favores que les han hecho los norteamericanos a los habitantes del viejo, violento y cruel continente. Demasiados favores para esperar gratitud. Entre ellos, salvarles dos veces de la propia barbarie y en algún momento del hambre.

Así es la historia de puñetera y la gente de mezquina. Los mejores europeos siempre han sabido honrar los lazos atlánticos y la bendición que la ayuda norteamericana supuso para la libertad y prosperidad en Europa. Pero donde el resentimiento triunfa, allá, la fobia al yanqui adquiere formas tan variopintas como furiosas.

Por eso es España campeona en el antiamericanismo. Aquí, al complejo europeo general, se une la llamada militancia antiimperialista por la izquierda y por la derecha el desdén patrio a un enemigo antiguo que nos arrebató las colonias. Más toneladas de prejuicios e ignorancia. Pero el antiamericanismo español más activo y tremendista, el de la izquierda, atraviesa un momento confuso. Porque en su necesidad de héroes lo encontró en un candidato negro a la presidencia americana. Que ganó.

Muchos habrían quizás preferido que el tenebroso «complejo industrial-militar-financiero» lo hubiera derrotado porque habría nacido un mito. Y no habrían roto la narrativa clásica. No fue así y el santo laico negro llegó a la presidencia. Un contratiempo para estos hinchas españoles. Porque cinco años después Guantánamo —aquel horror de Bush— está repletito de terroristas.

Obama ha cometido muchos más asesinatos selectivos que el malvado tejano y ha matado a terroristas y no terroristas por donde se le pedía. Pero como es miembro de honor del club de la bondad que el instituto de la hegemonía moral de la izquierda mantiene en nuestro país, a Obama se le perdona hasta que procese por traición a un soldado traidor, Bradley Manning, que suministraba información militar y diplomática secreta a otro santo laico de la izquierda, un buhonero y ladrón llamado Julien Assange.

Imagínense la que le habrían montado por todo esto a Bush padre, hijo o republicano habitual. Pero como declaró a Obama de los suyos, la izquierda española no tiene problemas con mentiras de la CIA en Bengasi, por niños muertos en Afganistán por aviones no tripulados u chapuzas sangrientas diversas. Ya saben que la izquierda tiene bula. Lo que para Depardieu es evasión antipatriota de impuestos que exige firmeza represiva, cuando no la guillotina, para Bardem es un pelotazo a aplaudir en su paseo por el bulevar de la fama. Lo que en Bush era un crimen espantoso, en Obama es un doloroso revés que pide cariño. Pero estaban tímidos en el antiamericanismo. Y por eso rebosan entusiasmo ahora que tienen oportunidad de insultar al americano, a la sociedad americana, mientras elogian al presidente, «tan poco americano que parece un progresista europeo», como dicen las almas más sencillas.

La matanza de Newtown, con 27 muertos y muchos niños entre ellos, es perfecto para ello. Si le hubieran hecho caso a nuestro Obama eso no pasa. El espectáculo ha sido grotesco. Montañas de desprecio y grandes lecciones a los yanquis en los medios españoles y en la red. La libertad total para comprar armas automáticas de asalto es, por supuesto, muy discutible. Pero la arrogancia de estos opinadores de una sociedad española impotente, indolente y miedosa, ha sido de vergüenza ajena. De esta patética arrogancia en la postración solo saldremos mandando a todos nuestros chicos allá a estudiar.