AGENCIA JUDÍA DE NOTICIAS

30 de diciembre 2012.-Hoy se cumplen 29 años de relaciones diplomáticas entre el Vaticano e Israel. El 30 de diciembre de 1993 diplomáticos de ambas partes firmaron un acuerdo que establecía el inició de las relaciones diplomáticas de jure entre ambos estados, culminando de esa manera un largo proceso que se inició en 1904, cuando el Papa Pío X concedió una audiencia al fundador del movimiento sionista, Theodor Herzl, quien esperaba obtener el apoyo del Vaticano Sede al proyecto sionista. Pío X, luego de escucharlo a Herzl rechazó la idea y dijo que la Iglesia no podía reconocer al pueblo judío ni a sus aspiraciones en Palestina, ya que los judíos “no habían reconocido a Nuestro Señor”. Herzl actuaba movido por criterios políticos, en tanto que la respuesta del Papa se basaba en la teología católica.

Años después, el Vaticano se opuso a la Declaración Balfourt, del 2 de noviembre de 1917, por motivos teológicos, pues le era inaceptable que los denominados “Lugares Santos” católicos estuvieran bajo el gobierno judío.

Hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, las relaciones entre el Vaticano y el Movimiento Sionista fueron escasas y esporádicas.

La asunción del Cardenal Eugenio Pacelli al trono papal con el nombre de Pío XII no favoreció el mantenimiento de relaciones formales, pues si bien previamente había sido Secretario de Estado del Vaticano, con anterioridad había sido el Nuncio papal en Alemania y había firmado un Concordato con el gobierno nazi, siendo controvertida su actuación respecto de la Shoá. Algunos historiadores – en especial católicos – consideran que hizo lo posible para salvar judíos, otros plantean que en lugar de tomar una postura activa contra el virulento racismo del gobierno de Hitler no dijo nada. Quienes lo defienden afirman que los diversos dignatarios y sacerdotes católicos que tuvieron una activa participación en el salvataje de los judíos que podían escapar del nazismo lo hacían con la aprobación de Pío XII; pero lo mismo podría decirse de otros dignatarios y sacerdotes católicos que brindaron protección a los jerarcas y criminales de guerra nazis cuando finalizo la conflagración mundial.

Cuando el gobierno de Gran Bretaña anunció su renuncia al Mandato en Palestina, el Vaticano observó detenidamente lo que ocurría en las Naciones Unidas y cuando el 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General del organismo internacional aprobó la Resolución 181 que dividió el territorio del mandato en dos estados, uno judío y otro árabe, a la vez que estableció que la ciudad de Jerusalem y sus alrededores no pertenecería a ninguno de los dos, sino que sería un enclave internacional autónomo, se mostró complacido.

Debido a la negativa de los estados árabes de aceptar la Resolución 181, comenzó la Guerra de la Independencia del Estado de Israel y su resultado eliminó la posibilidad de la existencia del enclave. Pese a esa realidad, que Jerusalem quedo dividida en dos, el sector más nuevo de la ciudad gobernado por los israelíes y la Ciudad Vieja y el sector oriental a cargo de Jordania, el Vaticano continúo reclamando que la ciudad de Jerusalem debía ser internacionalizada al igual que los Lugares Santos.

Pero esa realidad, que diversas propiedades y algunos de los “lugares santos” quedaron bajo el poder israelí, obligó a las autoridades vaticanas a mantener relaciones por motivos prácticos con los funcionarios israelíes, comenzando lo que puede llamarse el periodo de reconocimiento de facto del estado judío. En 1952 el ministro de Relaciones Exteriores israelí, Moshé Sharet, fue recibido por Pío XII, y la Orquesta Filarmónica Israelí dio un concierto en el Vaticano en 1955.

Desde 1948 el gobierno israelí estaba interesado en el reconocimiento diplomático del Vaticano por el prestigio internacional que implicaba más que por motivos prácticos. Por su parte, el Vaticano estaba muy interesado en que se le reconozca la titularidad de la gran cantidad de propiedades que tenía en Israel (iglesias, monasterios, conventos).

Está dicotomía se hizo evidente en 1964 cuando el papa Paulo VI realizó su peregrinación a la Tierra Santa, y en ningún momento pronunció la palabra Israel durante su viaje, pese a que las autoridades israelíes lo recibieron con los honores protocolares de un Jefe de Estado. El justificativo ya no era sólo teológico sino que había aspectos políticos: que los países árabes tomaran represalias contra las poblaciones católicas que habitaban esos países.

Con la aprobación por parte del Concilio Vaticano II de una resolución conocida como Nostra Aetate (en nuestros tiempos) se cambiaron radicalmente las relaciones de la Iglesia con los judíos y consecuentemente con el Estado de Israel. Ésta establecía que no todos los judíos son los responsable de la muerte de Jesús, al decir “no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy”.

El triunfo israelí en Sheshet Haiamim (la guerra de los Seis Días) generó una nueva realidad: ahora todos los “Lugares Santos” estaban bajo el dominio israelí, y los contactos se intensificaron, pero siempre sin la existencia del establecimiento de relaciones diplomáticas formales, a pesar de que el papa Paulo VI recibió en 1969 al ministro de Relaciones Exteriores Abba Eban, en 1973 a la primera ministra Golda Meir y en 1978 al ministro de Exteriores Moshe Dayan.

Poco tiempo después de que el sacerdote polaco Karol Wojtyla fuera elegido Papa – en octubre de 1978 – y tomara el nombre de Juan Pablo II, se vislumbró que las relaciones entre Israel y el Vaticano mejorarían. Juan Pablo II recibió al primer ministro Itzhak Shamir en 1982 en una audiencia. En 1984 se refirió a la seguridad y tranquilidad del pueblo judío del Estado de Israel, como “prerrogativa de toda nación”. En septiembre de 1987, hablando ante líderes judíos en Miami, reconoció el derecho del pueblo judío a una patria, “como la tiene cualquier nación civilizada, conforme a la ley internacional (lo que tratamos de conseguir), para el pueblo judío que vive en el Estado de Israel…”

Según el ministerio de Relaciones Exteriores del Estado de Israel, hubo un cambio de situación: “Luego de la primera guerra del Golfo, en 1991, se reanudó el proceso de paz árabe-israelí.; la OLP reconoció a Israel y varios estados árabes entablaron relaciones diplomáticas con Israel. A la vez la Unión Soviética y varios otros estados reanudaron las relaciones con Israel, interrumpidas desde la guerra de los Seis Días. Además, varios países importantes, como la India y la China establecieron vínculos diplomáticos con Israel por primera vez para poder participar en las conversaciones de paz multilaterales. Esto permitió un cambio en la postura del Vaticano. En vista de que el reconocimiento de Israel por los árabes y los palestinos no había causado convulsiones en el Oriente Medio y quizás por temor a que la Santa Sede pudiera verse en aprietos al no poder tratar formalmente con Israel asuntos de vital importancia para ella que serían discutidos en las negociaciones de paz, el Papa autorizó la toma de contactos con Israel y luego tomó él mismo la iniciativa”

Juan Pablo II invitó a una audiencia privada al embajador israelí en Italia, Avi Pazner, y señora, y diez días después se le informó que el Papa había dado instrucciones para comenzar las negociaciones para entablar relaciones diplomáticas plenas con el Estado de Israel.

Esas negociaciones culminaron el 30 de diciembre de 1993 con la firma de un Acuerdo Fundamental entre la Santa Sede y el Estado de Israel que establecía la constitución de dos subcomisiones de trabajo, una fiscal y la otra jurídica, para resolver cuestiones existentes entre ambos estados, a la vez que incluía un apartado no habituales este tipo de acuerdos, pues reconocía el carácter singular de la relación entre la Iglesia y el pueblo judío y reiteraba la condena por la Iglesia de toda forma de antisemitismo, conforme a lo dicho en Nostra Aetate.

El Acuerdo Fundamental incluía también un Protocolo Adicional, mediante el que intercambiaron embajadores en mayo de 1994 y el primer embajador israelí fue Samuel Hada z’l, nacido en la provincia del Chaco, Argentina.