SALOMÓN LEWY PARA ENLACE JUDÍO

Durante mi peregrinar, tratando de conseguir una solución que salve mi vida del mal que me aqueja, he ido a las alturas y a las barrancas de la escala económica y social de este mi inenarrable México, junto a quien ha sido en mi vida la más fiel y noble mujer.

He sido testigo de los lujos tanto como de los abismos. Mansiones hospitalarias así como cabañas derruidas. Seres humanos favorecidos como otros rodeados de desesperanza. Estoicismo e indiferencia como sellos de vida. Personal médico endurecido como negociantes de intención monetaria. Vigilantes guardias de patrimonio hospitalario como guardias de reclusorio. Reglamentos dúctiles como procedimientos de indiferencia . Alimentos servidos en charolas como carencia total de agua potable. Servicios sanitarios impecables como carencia de los mismos.

Atención a pacientes favorecidos así como camillas arrumbadas en pasillos oscuros y malolientes.

Pacientes cobijados por seguros médicos onerosos como despojos humanos sin la menor esperanza de alivio. Ambulancias de servicio privado como taxis desvencijados. Gente ilustrada con derecho de picaporte que abren puertas de autoridades médicas así como humildes, cuasi-analfabetas, que no conocen de procedimientos y desconocen la dolencia de su familiar.

Oficinas administrativas computarizadas, atendidas por personal capacitado como empleados indiferentes que ignoran los básicos de su trabajo.

Pacientes en cortas listas de transplantes millonarios como gente al final de una lista pública de más de mil esperanzados posibles recipendarios.

El pereginaje lleva más de seis meses, durante los cuales la vorágine absorbe a quien necesita y busca soluciones.
Mientras tanto, el físico se deteriora rápidamente y se acude a paliativos temporales; los ingresos disminuyen al igual que las magras reservas monetarias.

Por fin se encuentra un resquicio para detener el deterioro, mas es casi prohibitivo. Su costo mensual es igual a los ingresos de un ejecutivo de polendas, pero no hay otro recurso.

En ese marco de ideas se lee que para este años se asignan 1,500 millones de pesos a partidos políticos; a cada representante popular se le otorga un auto nuevo; los gobiernos de tales estados dejaron arcas vacías; se reducirán las pensiones y se cobrarán impuestos sobre las mismas; en cinco años no habrá capacidad para atender a los solicitantes de atención médica especializada; el número de diabéticos en el País es el mayor del mundo; falta personal médico titulado, etc.

Y nosotros los judíos de México,¿qué?

En mis correrías y en conversaciones me convenzo que en nuestros grupos tenemos cada día más dificultades y carencias. Tanto seguros médicos internacionales como hogares que deben de prescindir de proteínas por falta de recursos económicos.

Organismos de beneficencia existen, mas el nivel de apoyo que reciben de nuestra gente es insuficiente, por no decir mínimo.

Obras suntuarias se realizan con bombo y platillo. Promotores del sionismo organizan importantes encuentros. El activismo existe, pero…¿es social? ¿Dónde quedó el espíritu de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado?

El inveterado orgullo judío prevalece e impide que haya pedigüeños, pero ese no es factor de desconocimiento. Tampoco decimos que todo tiempo pasado fue mejor. Tal vez nuestro desempeño económico sea superior al de entonces, pero el espiritual ¿queda cancelado por aquél?

¿Necesitamos, acaso, volver nuestro rostro a los preceptos religiosos para cumplir con nuestras Mitzvot?

¿Cuál es mi México? Las escenas están ahí, sólo me falta entenderlas.