ANDRÉS MONTES/LNE.ES

Götz Aly analiza los orígenes del antisemitismo germano en ¿Por qué los alemanes? ¿Por qué los judíos?

¿Cómo una nación es capaz de producir al mismo tiempo la cultura más elevada y el horror más profundo? ¿El Holocausto en el que perecieron cinco millones de judíos es la obra de una élite criminal y deshumanizada o existe una responsabilidad colectiva en esa tragedia descomunal?

Esas dos preguntas -que componen «la madre de todas las preguntas», según el historiador Götz Aly- nos adentran por caminos distintos en la cuestión alemana. La primera conduce, en último extremo, a una reflexión profunda sobre la naturaleza humana, su ambivalencia, las pulsiones profundas en las que se materializa el mal. La segunda está en el origen de un debate historiográfico entre quienes consideran que el exterminio judío fue una acción intencionada y programada de antemano y quienes sostienen que es el resultado de la deriva de los acontecimientos que el nazismo desató tras su toma del poder en Alemania. Ambas preguntas complican lo que el historiador norteamericano Gordon A. Craig denominó «el misterioso caso alemán», título del libro de la colaboradora en estas misma páginas Rosa Sala Rose (Alba, 2007), que constituye un magnífico recorrido indagatorio por la cultura alemana. Y ambas comparten la dificultad de hallar una respuesta definitiva tras décadas de intentos desde perspectivas y disciplinas diferentes.

El historiador y periodista Götz Aly vuelve a intentarlo en ¿Por qué los alemanes? ¿Por qué los judíos? Las causas del Holocausto. Aly se caracteriza por hurgar sin reparos en el más espinoso de los asuntos de la memoria alemana. La zona oscura de ese pasado resulta todavía hoy hiriente por la profundidad del horror pero también por la imposibilidad de desvincularse de la barbarie. No cabe la distancia del tiempo, la excusa del desconocimiento de lo que ocurría ni la incredulidad ante el grado de deshumanización que alcanzó el exterminio y la visibilidad de sus instrumentos.

Frente a quienes han abonado la exculpación de los alemanes y ven el Holocausto como el resultado final de la espiral totalitaria y el delirio ideológico del nazismo, Aly se apunta desde siempre a la tesis de la responsabilidad colectiva. Los ciudadanos eran conocedores de las medidas contra los judíos y además se beneficiaban de ellas. Ésa es la idea central de uno de sus anteriores libros, La utopía nazi. Cómo Hitler compró a los alemanes (Crítica, 2006), en el que sostuvo que la enajenación de los bienes de las familias judías y la esclavización de gran número de las víctimas del nazismo redundaron en el bienestar de la población alemana. La afirmación de Aly de que hubo una redistribución de los beneficios económicos del horror conmocionó a Alemania en 2005. Era una acusación de complicidad interesada, de lucro popular a costa de la destrucción y la muerte difícil de digerir para una población que mayoritariamente fía al paso del tiempo la superación de ese trauma nacional y que, por ello, se siente contrariada por cualquier nueva interpretación que suponga reabrir ese pasado, por otra parte, nunca cancelado.

Aly mantiene ahora su tesis de que hubo lo que denomina «una base social del Holocausto». ¿Por qué los alemanes? ¿Por qué los judíos? se orienta a «exponer en qué momento y bajo qué circunstancias los alemanes desarrollaron su propia forma de antisemitismo». La paradoja que refleja este análisis histórico es que hubo un tiempo, a mediados del XIX, en que Alemania fue tierra de promisión para los judíos, que allí encontraron «unas condiciones excelentes para impulsar la autoemancipación». La capacidad de aprovechar esas nuevas circunstancias propició su mejora social y económica. Por razones culturales, los judíos mostraban, según Aly, mayor preocupación por formarse, mayor capacidad para desenvolverse en las ciudades cuando en el país comenzaba un proceso de urbanización acelerado y también mayor habilidad para ciertas actividades. El recelo ante el ascenso creciente alimentó el antisemitismo que compartían clases sociales e ideologías dispares y derivó en una envidia colectiva que, en última instancia, propició la complicidad en la persecución judía. Con el añadido del factor clave de la identidad: «El eterno judío se ha sabido quién es, pero el eterno alemán se empezó a buscar en 1800».

Aunque como explicación de la historia pueda resultar insuficiente, Götz Aly concluye que «el antisemitismo de los alemanes fue impulsado por la envidia, el miedo al fracaso, el rencor y la codicia, esas fuerzas del mal que el hombre teme e intenta comprender civilizadamente desde que el mundo existe». Por ello alerta de que para prevenir una nueva forma de Holocausto hay que «tener en cuenta las complejas premisas del género humano y no creer que los antisemitas de ayer fueron personas completamente distintas a nosotros».