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MIKEL AYESTARAN/LAVOZDIGITAL.ES

«Pedimos a su excelencia, como persona de profunda paz, sabiduría y pensamiento que está al frente de un país que ha heredado una gran tradición islámica, que establezca el islam como la base definitiva y práctica de la administración del país». Ésta es la última petición formulada por 17 religiosos iraníes al presidente egipcio, Mohamed Mursi, en una carta publicada el viernes que sigue la línea oficial de acercamiento a El Cairo lanzada por el régimen tras la caída de Hosni Mubarak. La revolución egipcia abrió a Irán la posibilidad de reforzar su frente contra Israel. Los dirigentes de la república islámica no han vacilado en ponerse manos a la obra y establecer lazos directos con el gigante norteafricano, lo que «ha hecho aumentar la sensación de inseguridad en Israel.

La calidad de la relación entre Tel Aviv y El Cairo es el factor clave que determina la aproximación de Teherán, por lo que el aumento de tensión entre Israel y Egipto lleva a un acercamiento natural entre Egipto e Irán», opina en uno de sus últimos artículos Davoud Ahmadzadeh, de la Universidad Azad de Teherán. El jueves, apenas una semana después de que concluyera el viaje de Mahmud Ahmadineyad, una delegación militar israelí voló a la capital egipcia para, según el diario Al-Masry al-Youm, discutir asuntos relacionados con la «seguridad, el proceso de paz con los palestinos y las actividades terroristas en el Sinaí».

El levantamiento de la plaza Tahrir terminó con 32 años de ruptura diplomática y dos países enemigos vuelven ahora a tener relaciones, aunque no está claro el grado de cooperación que pueden alcanzar. Una de las primeras medidas de las autoridades revolucionarias fue abrir el paso de Suez a los barcos iraníes. El Cairo respondió así al llamamiento del ministro de Exteriores iraní, Alí Akbar Salehi, de establecer «una relación de amistad y hermandad».

Después llegó el viaje de Mursi a la cumbre de Países No Alineados en Teherán en agosto de 2012, visita que devolvió Ahmadineyad durante la reciente Conferencia Islámica de El Cairo. Pese a no tratarse de viajes oficiales para discutir en exclusiva asuntos bilaterales, los medios calificaron ambos gestos de «históricos» por lo que supone el reencuentro diplomático para la región.

Desacuerdos

Israel es, sobre el papel, un enemigo común de los dos gobiernos islamistas, pero Egipto mantiene una relación estrecha con EE UU y, sobre todo, sigue respetando el acuerdo de paz firmado en 1979 con el Estado hebreo. Un pacto recibido como «un insulto al islam» por el imán Jomeini, quien tras los acuerdos de Camp David suspendió las relaciones bilaterales. Dos años después un militar llamado Jaled Istambouli asesinó al presidente egipcio Anuar Sadat y el Ayuntamiento de Teherán recompensó esta acción dedicándole una calle.

Fue la culminación de un proceso de desencuentro entre los dos países que se inició cuando el propio Sadat permitió en 1979 al Sha -con quien compartía la idea de que era necesario abrir sus países a Occidente- refugiarse en Egipto tras el estallido de la revolución.

Reza Pahlevi murió un año más tarde y allí permanece enterrado. Los acuerdos de paz están vigentes y, pese al apoyo abierto a Hamás, brazo de los Hermanos Musulmanes en Gaza, las fuerzas de seguridad egipcias cumplen sus obligaciones. Este invierno aseguran haber interceptado armamento para la Franja y esta semana inundaron varios de los túneles de Rafah. Mursi se ha erigido en garante del acuerdo de paz que permitió el cese de las hostilidades entre las milicias palestinas e Israel en noviembre.

Las victorias en las elecciones legislativas y presidenciales de los Hermanos Musulmanes refrendaron la idea de Irán de que, en lugar de ‘primavera árabe’, las revoluciones de 2011 representan un «despertar islámico» por estár inspiradas en su revuelta de 1979 contra el Sha. Un punto no compartido por expertos como la filóloga Naomí Ramírez, coautora del blog ‘Los Hermanos Musulmanes’, para quien «la ‘revolución islámica’ tuvo lugar en un contexto de Guerra Fría, que hoy no tenemos, y el ascenso de los partidos islamistas al poder se debe más a su capacidad de organización y tejido de base social que a un ‘secuestro’ de la revolución como se denunció en 1979 en Irán».

La etiqueta de ‘despertar islámico’ esconde las enormes diferencias que separan a suníes -la secta mayoritaria a la que pertenecen casi el 90% de los musulmanes del mundo- y chiíes, lo que hace que «sea un poco ingenuo pensar en una alianza automática. Los islamistas egipcios son suníes, lo mismo que sus aliados del Golfo, y comparten el interés por frenar la expansión chií que representa Irán. Además, Mursi ha repetido su intención de respetar los acuerdos internacionales y su relación tanto con Occidente como con los países del Golfo es básica para la recuperación económica», reflexiona el profesor de Relaciones Internacionales Ahmed Morsy en un artículo publicado por el ‘think tank’ Muftah.

Enterrar diferencias

Los Hermanos Musulmanes como grupo, sin embargo, han querido enterrar las diferencias sectarias a la hora de referirse al cambio en las relaciones con Irán. En su web (Ikhwanweb), la hermandad acusa a Mubarak de «lanzar una campaña antichií porque veía amenazado su poder» y subrayan que «bajo la influencia de nuestro islam moderado, los egipcios son más tolerantes con el islam chií que el resto de países árabes». El mensaje no caló entre los salafistas del partido Al-Nur, que protestaron enérgicamente por la visita de Ahmadineyad por considerarlo presidente de un país mayoritariamente hereje.

Cuando Israel está por medio, Irán supera cualquier diferencia sectaria. La política exterior de la república islámica está marcada por el pragmatismo y ante su gran enemigo regional no duda en financiar y armar al mismo tiempo al grupo chií Hezbolá en Líbano y a las milicias suníes en Gaza. Pero las revueltas árabes llegaron a Siria y esto marcó un punto de inflexión entre Teherán y Hamás, grupo que dio la espalda al presidente sirio pese a ser el gran aliado regional del ‘padrino’ iraní.

Tras la operación israelí ‘Plomo fundido’ de noviembre de 2012, el primer ministro de Hamás, Ismail Haniye, quiso zanjar la polémica y dio las gracias «especialmente» a Teherán por su ayuda militar, pero «el acuerdo de alto el fuego llegó con urgencia por parte de Hamás debido al acercamiento de Irán a Yihad Islámica. Hamás les tiene más miedo a ellos que a nosotros», declaró a The Times of Israel Eitan Meyr, miembro del Instituto sobre Contraterrorismo Herzliya.