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Beppe Grillo, candidato italiano antisistema, ha puesto en práctica una comunicación paradójica. Mientras menos entrevistas televisivas ofrece, más se habla de él en las pantallas. De acuerdo con Umberto Eco, este éxito a contrapelo se debe a que “la comunicación no se desplaza de manera directa, sino como las bolas del billar”. Las ideas deben “rebotar” en otro sitio para ganar fuerza.

En la lógica de las redes sociales, la epidemia informativa no depende de lo que se tuitea, sino de lo que se retuitea. Importa poco el número de “seguidores” que tenga una persona; lo decisivo son los divulgadores que lo convierten en trending topic. La autoridad de la voz ya no se basa en quienes escuchan sino en quienes reaccionan.

En los años ochenta del siglo pasado, Eco estudió la original campaña publicitaria de Benetton. Las calles del mundo se llenaron de provocadoras imágenes del fotógrafo Olivierio Toscani. Un enfermo de sida, un bebé recién salido del vientre materno y una monja que daba un beso eran los improbables “modelos” de la empresa. ¿Contribuía eso a vender suéteres de estambre? No de manera directa. El sentido de la campaña era crear polémica. La gente no mencionaba los colores de Benetton, pero hablaba de la compañía.

Es difícil saber si aquel caso de comunicación indirecta está en la mente de Beppe Grillo. Lo cierto es que utiliza la opinión como un juego de pinball, una ruta en zig-zag que va de YouTube a Twitter y a Facebook.

Estas renovadoras variantes de la discusión política ya enfrentan algunos límites. El chat genera asambleas en red que sugieren una Atenas virtual, pero sólo opera en grupos limitados (una tertulia de 120 millones sería demasiado similar a nuestro país). Por otra parte, en México la conectividad es del 24 al 27%, de modo que los cibernautas integran una élite (Eco habla de la “aristocracia de los blogueros”, líderes de una opinión minoritaria).

¿Los recursos digitales aumentarán la participación política? El movimiento #YoSoy132 trajo un singular viraje informativo. No cambió el desenlace de la contienda, pero sí su percepción. Como los estudiantes del mayo francés, el movimiento sabía lo que no quería (el regreso del PRI, la telecracia, la guerra contra el narcotráfico), pero no alcanzó a saber lo que sí quería.

El principal rito de paso de #YoSoy132 consistió en mostrarse en las calles. Luego de desatar una atractiva marea virtual, los jóvenes entraron al territorio de los partidos y los sindicatos, espacio que en México depende menos de la suma de voluntades individuales que de la gestión corporativa de autobuses para el acarreo.

Tanto el Mago de Oz como la “voz del pueblo” se debilitarían al tener un rostro. Los mitos y los fantasmas decepcionan al cobrar identidad. Cuando Kenzaburo Oé escuchó por radio el discurso de rendición de Hirohito, se sorprendió de que el emperador tuviera voz humana. Nixon estaba bien preparado para el debate con Kennedy pero las cámaras le descubrieron dos defectos desagradablemente reales: estaba mal afeitado y sudaba mucho.

Los encuestadores estiman que conocer las necesidades y las ilusiones de la gente revela su intención de voto. Sin embargo, las estadísticas pueden ser una matemática del engaño. Eco lo resume de este modo: si en una isla hay dos personas, una de ellas come dos pollos y la otra ninguno, estadísticamente en la isla cada persona come un pollo.

A diferencia de los sondeos, las redes sociales atraen por su circulación instantánea e ilimitada, pero también por algo menos comentado y acaso más significativo: su indefinición. Son la nueva variante del rumor, insuperable forma de conocer el mundo. La incertidumbre respecto a sus fuentes realza su poderío espectral.

Los efectos virales de la red dependen de su indiscriminada dispersión. De los globalifóbicos de Porto Alegre a la primavera árabe, pasando por la ascensión de Beppe Grillo, presenciamos un escenario donde lo decisivo no es una noticia sino las réplicas que provoca.

Otros discursos optan por lo arcaico. Uno de los errores de los comunicadores de la televisión es que no se ven como intermediarios entre expertos, actores públicos y ciudadanos, sino que creen ser el contenido de la información. Fanáticos de los mensajes “directos”, usan la cámara para hablar “cara a cara” con el espectador. Pero al editorializar la información como algo ya digerido, impiden el juego de billar, el rebote para que otro participe.

En La Masía, la escuela de futbol del Barcelona, se enseña a jugar al “tercer pase”. Para tejer un avance, no hay que pensar sólo en la persona que recibirá el envío sino en las posibilidades que tiene de mandarlo a otra persona. Una perfecta alegoría de las nuevas formas de comunicación.

Beppe Grillo se presentó como la voz de la conciencia italiana. En el inédito escenario de las redes y la comunicación indirecta, ha logrado que sean otros los que lleven su mensaje.

En la novela epistolar del siglo XXI, el protagonista no es el que escribe la carta ni el que la recibe, sino el cartero.

Fuente: Reforma