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EZRA SHABOT

Todo gobierno requiere para la puesta en práctica de sus proyectos, de “buena prensa”. Esto es, un adecuado tratamiento por parte de los medios escritos y electrónicos, de aquellos actos de una administración que influyen de forma importante en la opinión de la ciudadanía. Esto es válido tanto para los momentos de crisis, como para las épocas en las que se pueden explotar los logros de aquellos que gobiernan y cuya intención es que esto trascienda al interior de la sociedad. La labor de los medios en un régimen democrático es, además del entretenimiento, informar e introducirse dentro de la red de intereses que conforman el poder, para presentar a su público aquello que es relevante y que en ocasiones se esconde por ilegítimo o inapropiado.

Por ello la relación entre gobernantes y prensa es siempre tensa y complicada. Ambas partes se necesitan, pero sus intereses se contraponen, porque mientras uno pretende utilizar los medios para apoyar su gestión de gobierno, éstos intentan obtener la mejor información para su público, lo que implica el descubrimiento de aquellos “secretos” que les sirven a los políticos para obtener sus objetivos deseados. Por ello es necesario lograr el equilibrio entre las partes para que, medios y gobierno, se retroalimenten y obtengan resultados satisfactorios para las partes.

Esto fue lo que falló en las dos administraciones panistas, en donde los medios no hallaron interlocutores confiables para el manejo de la información, y la apuesta de Fox y Calderón se centró en las dos cadenas de televisión como únicos interlocutores válidos, lo que generó un desequilibrio con el resto de la estructura informativa nacional. Calderón se quejaba de que no tenía ningún diario a su favor, y que la información que se privilegiaba era contraria a lo que él quería comunicar, sin poder jamás reponer la falta de operadores en su equipo, que jugasen como verdaderos interlocutores entre la sociedad y su gobierno.

La tentación de todo gobierno, incluso en regímenes democráticos, es que las voces opositoras sean minimizadas y que las que lo apoyan se difundan con un enorme potencial. Para ello difunden propaganda que la mayoría de las veces no tiene un impacto real en la opinión ciudadana. La credibilidad se construye a través de la presencia de voces capaces de criticar lo que sea inapropiado, pero que también asumen el compromiso de expresar su apoyo hacia aquello que, a pesar de provenir de fuentes gubernamentales, es aceptado como válido en el marco de una opinión pública cada vez más exigente e informada.

Estas dos tendencias, la propagandística y la crítica, conviven hoy dentro de la estructura de gobierno. La primera representa el viejo régimen que cree que una sola voz repetida muchas veces termina por sí misma por convencer a la ciudadanía, y la otra, la crítica que sostiene que es necesario construir consensos en medio de la discusión donde no solo existe la opinión gubernamental como única opción. Es el paralelo entre los impulsores del Pacto por México, quienes apuestan por acuerdos entre gobiernos y oposición, y sus detractores los cuales pretenden mantener las viejas prácticas políticas y económicas para garantizar privilegios incompatibles con el proyecto modernizador echado a andar desde la presidencia de la república.

Durante los casi cinco meses de gobierno de Peña Nieto, sus operadores comunicacionales han logrado crear lo que se denomina una “buena prensa” en torno al gobierno y al Presidente. Lo que los calderonistas no consiguieron en seis años, los peñistas han logrado armar en este breve lapso un modelo de comunicación ágil y con capacidad de respuesta inmediata como se observó en la crisis de Pemex. Sería una lástima que el viejo PRI tirara por la borda lo alcanzado hasta ahora.

*Analista político

Fuente:eluniversalmas.com.mx