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ARTURO MEZA

Los de mi generación –cincuentones y más o menos– recordamos al Jacobo Zabludovsky de las noticias por televisión. Desde antes, por la radio, ya Zabludovsky era el señor que decía las noticias. Tiempos del partido único y de dictablanda, en el país la información de la TV pasaba primero por Gobernación, la hoy Televisa era una pieza más del sistema PRI-gobierno. A Zabludovsky le tocó lidiar con el asunto de ocultar, de maquillar, de mal informar para que el sistema funcionara como debiera. Más de tres décadas fue el zar de la noticia y quien acallaba dominante los escasos medios considerados disidentes.

Pues Jacobo Zabludovsky acaba de ser distinguido con una de las máximas preseas que otorga la Cámara de Diputados, que premia “al ciudadano que por sus hechos, su conducta ejemplar, su aportación a la ciencia, el arte o civismo al servicio de la patria, se haga acreedor a la misma”, la medalla Eduardo Neri por sus 70 años en el oficio de comunicar. En su intervención habló el periodista de la independencia del poder legislativo, la labor del reportero, de las diferencias que existen entre este país y el país en el que fue el número uno en el noticiario “24 horas” y acaparó la información durante casi tres décadas.

No faltaron las voces que descalificaron a Jacobo Zabludovsky y lo culparon de encubrir hechos como la matanza de Tlaltelolco del 68 o la del 10 de junio, igualmente los desaparecidos en la guerra sucia y la simulación a la que se prestó en un régimen autoritario y faccioso como fue el del PRI-gobierno que nos gobernó durante setenta años.

Hoy en día, Zabludovsky dirige un noticiario por la radio –“de una a tres”– y es un Zabludovsky muy diferente al de antaño. No oculta su admiración y apoyo a López Obrador y su rechazo al viejo PRI, a quien sirvió como un soldado –dócil y disciplinado– porque Zabludovsky no era un lector de noticias solamente, era el jefe de información y quien decidía el rumbo editorial de la televisora; censor y estratega de la comunicación, su voz, sus ideas tenían una gran repercusión y marcaban el pulso de la información. Jamás desmintió a su jefe Azcárraga cuando dijo que toda la planta laboral de Televisa –¿o Televicentro?– eran soldados del PRI, por si quedaba alguna duda.

Para los jóvenes que nos movíamos políticamente en la izquierda, Zabludovsky era el enemigo número uno, el vocero del sistema que detestábamos, el portavoz de un gobierno anti democrático y corrupto, como se ha demostrado con los cambios que se han suscitado en las tres últimas décadas en el país. El Jacobo actual no es ni la sombra de aquel: hoy es crítico, mordaz, incisivo, con grandes coincidencias con la izquierda. Parece que trata de recuperar el tiempo perdido y se contrae “tirándole” todos los días al gobierno. Lo que nunca pudo o quiso hacer en sus años de vocero de un gobierno autoritario.

Otra faceta de Zabludovsky es su innegable cultura, su capacidad memorística y su afición por la literatura, por la fiesta brava, el tango; su conocimiento y amor por la vieja Ciudad de México, sus barrios, sus vecindades. Es una delicia escucharlo discurrir acerca de los edificios, las calles, las leyendas, la historia del Distrito federal. Conoce cada esquina, cada bache.

De gran valor los documentos periodísticos como reportero, fue de los que estuvo en la llegada de Fidel Castro a La Habana, narró la llegada del hombre a la luna desde Cabo Kennedy; el terrible terremoto de la Ciudad de México entre las ruinas, calle por calle fue narrando con un radioteléfono lo que encontraba a su paso. El último gran reportaje que le vi hacer fue el cambio de jurisdicción de Hong Kong.

A punto de cumplir las nueve décadas, es un hombre admirable sin duda, quizás cuando maduramos y se atemperan nuestros ardores políticos juveniles, vemos diferentes a las personas como Zabludovsky, que fue, sin duda, un símbolo de la manipulación informativa de un sistema autoritario y represivo, pero ¿que sabemos de las dificultades para mantenerse durante casi treinta años, en el centro de tal sistema, en la intersección de los poderes fácticos? De las exigencias, de las amenazas, de las negociaciones, igual que Julio Scherer, Buendía, José Pagés y otros periodistas admirables que cruzaron el pantano y se mancharon el plumaje –unos más, otros menos– porque el régimen era cerrado y no daba mucho espacio a la libertad de prensa.

Sus memorias, que seguramente escribe –sería una lástima si no– serán de gran utilidad para entender ese corazón de las tinieblas que fue México cuando Zabludovsky era el gran vocero gubernamental.

Fuente:octavodia.mx