RODICA RADIAN GORDON
Hace ya algunos meses que el sindicato del cuerpo diplomático israelí ha declarado un conflicto laboral respecto a la posición de sus diplomáticos, reflejada, entre otros, en el continuo deterioro de las condiciones de vida ofrecidas a sus familias durante su estancia en el extranjero, así como en sus salarios durante las estancias en Israel. Los diplomáticos israelíes no son únicos en su protesta, ya que también los canadienses han protestado en los últimos meses en relación a sus condiciones laborales, incluso en algunos mítines en Estados Unidos, así como el paro de los servicios consulares en sus representaciones.
La protesta, que empezó con unos pasos simbólicos —como la decisión de cambiar el “código diplomático de vestimenta” a “jeans y playeras”, ha aumentado con la decisión de no facilitar ninguna visita ministerial (en Israel así como en el extranjero) y de parar los servicios consulares en nuestras embajadas y consulados. Estas medidas se consideran necesarias para llamar la atención del gobierno israelí a entablar un diálogo constructivo en la mesa de negociación. La parte alentadora es que formadores de opinión, e incluso artistas reconocidos, además de algunos diputados, manifiestan su solidaridad con nosotros y con nuestras metas.
A pesar de su imagen glamorosa, la diplomacia no es un interminable desfile de recepciones y tampoco está desconectada de los problemas que preocupan a los ciudadanos. En el caso israelí, que en cierta medida comparte algunas características con la situación mexicana, los diplomáticos tienen —por encima de sus otras obligaciones— que derrotar la imagen bélica y peligrosa de su país, enfatizando mejor todos sus fuertes. Es una labor de Sísifo que necesita a diplomáticos muy dedicados y creativos, que comparten un mismo ánimo de misión.
Además de los desafíos profesionales, los diplomáticos y sus familiares se encuentran a lo largo de sus carreras con muchos desafíos personales. Los frecuentes traslados y mudanzas, la necesidad de toda la familia de adaptarse a nuevas culturas con distintos códigos y formas de negociación, el dilema de los cónyuges —hacer concesiones en su propia carrera o seguirla, pero pagar el precio de estar lejos de la familia; todos estos son retos que yo personalmente, así como la gran mayoría de mis colegas, conocemos de nuestra propia experiencia. Dicho estilo de vida no es algo trivial. No todas las familias pueden sobrevivir las tensiones que surgen de ello, especialmente en el mundo tan exigente en donde vivimos.
Como consecuencia, los diplomáticos israelíes quisiéramos ver un mejor entendimiento institucional por parte del gobierno, que se manifestara en el reconocimiento de que la diplomacia es una carrera exclusiva, que necesita una preparación adecuada y además involucra a la pareja o, para ser exactos, a toda la familia. Dicho reconocimiento tiene que manifestarse, entre otros, también en el salario. Solamente así se podrá asegurar que esta profesión, con su trayectoria tan prestigiosa, siga siendo atractiva para las jóvenes generaciones.
*Embajadora de Israel en México
Fuente:excelsior.com.mx
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