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RODICA RADIAN GORDON

Enlace Judío México | La semana pasada, el sindicato del cuerpo diplomático israelí ha retomado el conflicto laboral declarado hace un año por las condiciones de sus diplomáticos. Como tales, nos encontramos frente al continuo deterioro de las condiciones de vida ofrecidas a nuestras familias durante nuestras estancias en el extranjero, reflejadas en la pérdida de ingreso, de carrera y de pensión para nuestras parejas, así como —en muchos casos— en la falta de ajustes por más de diez años en los salarios. Por estas y otras razones, este conflicto, donde la contraparte es el gobierno israelí representado por la Secretaría de Hacienda, está apoyado por la Histadrut —la organización que une a los sindicatos principales del país—.

A pesar de su imagen glamorosa, la diplomacia no es un interminable desfile de recepciones y eventos ni está desconectada de los problemas que preocupan a los ciudadanos. En el caso israelí, que en cierta medida comparte algunas características con la situación mexicana, los diplomáticos tienen el cometido —además de sus otras obligaciones— de derrotar la imagen bélica y peligrosa de su país, dando a conocer mejor todas sus fortalezas. Es una labor de Sísifo que necesita contar con diplomáticos muy dedicados y creativos, que compartan un mismo propósito y misión.

Por encima de los desafíos profesionales, los diplomáticos y sus familiares se encuentran a lo largo de sus carreras con muchos retos personales. Los frecuentes traslados y mudanzas, la necesidad de toda la familia de adaptarse a nuevas culturas con distintos códigos y formas de negociación, el dilema de los cónyuges —hacer concesiones en su propia carrera o seguirla, pagando el precio de estar lejos de la familia—; todos estos son retos que yo personalmente, así como la gran mayoría de mis colegas, conocemos de nuestra propia experiencia. Dicho estilo de vida no es algo trivial. No todas las familias pueden sobrevivir las tensiones que surgen de ello, especialmente en el mundo tan exigente en donde vivimos.

La protesta del verano pasado concluyó con la esperanza de que un arbitraje pudiera solucionar la disputa. Desafortunadamente, el arbitraje fracasó por la posposición de la Secretaría de Hacienda israelí de avanzar hacia la resolución digna del conflicto. Así que, de modo similar a las medidas tomadas anteriormente, la protesta ahora incluye decisiones contundentes como la de no mantener contacto oficial en los países de estancia, de no facilitar ninguna visita oficial (en Israel así como en el extranjero) y de suspender los servicios consulares en nuestras embajadas y consulados alrededor del mundo. Asimismo, se cesó toda la correspondencia por cable desde y hacia Jerusalén, todos los cursos de entrenamientos a nuevos cadetes diplomáticos y los entrenamientos para los diplomáticos que están a punto de salir a sus misiones.

Dichas medidas están diseñadas para concientizar al gobierno y a la opinión pública de nuestra situación y podrían agravarse próximamente. Los diplomáticos israelíes quisiéramos ver un mejor entendimiento institucional por parte del gobierno, que se manifestara en el reconocimiento de que la diplomacia es una carrera exclusiva que necesita una preparación adecuada y además involucra a la pareja o, para ser exactos, a toda la familia. Dicho reconocimiento tiene que manifestarse también en un salario digno. Solamente así se podrá asegurar que esta profesión, con su trayectoria tan prestigiosa, siga siendo atractiva para las jóvenes generaciones.

*Embajadora de Israel en México.

Fuente:excelsior.com.mx